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jueves, 7 de enero de 2016

José Guerra y la paciencia: un economista atraviesa un cordón policial por @Diasjon03


Por Jonathan Dias


La economía cotidiana del diputado economista

A medio vestir, pues todavía no se ha colocado el saco gris ni la corbata, el economista José Guerra sale del edificio donde ha vivido durante años. A pocos metros entra a una panadería donde clientes y dueños lo reconocen, pero no con la lejanía y la curiosidad de quien se encuentra a alguien que ha visto en televisión: la relación es con el vecino de siempre.


— Tres cachitos con queso o pastelitos. Valen lo mismo, ¿no? —pregunta Guerra a quien parece ser el dueño

— No hay pastelitos… —le contestan

— Bueno: tres cachitos de queso y un litro de jugo. Tomaremos de éste, mientras haya…

En pocas horas se juramentará por primera vez como diputado a la Asamblea Nacional en un clima de expectativas y rumores. Su vida se ha desarrollado entre la academia y el ejercicio de su profesión en el Banco Central de Venezuela. A partir de hoy pondrá sus estudios y experiencia económica a disposición del debate político. A partir de hoy, también, hará política profesional.

Durante los minutos que duró la transacción del desayuno mantiene breves conversaciones informales con otros clientes. “Para allá vamos”, le responde a uno que comenta sobre la cita en el Palacio Federal Legislativo que tendrá en pocas horas. Con otro comenta someramente su descontento ante los últimos decretos-leyes publicados en Gaceta Oficial, especialmente la reforma a la Ley del Banco Central de Venezuela.


José Guerra retratado por Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E // 2016© [05/01/2016]

En el camino de regreso, el diputado independiente confiesa el cansancio de la ajetreada vida política tras una intensa campaña casa por casa que le permitió salir victorioso en el Circuito 4 de Caracas, correspondiente a las parroquias El Valle, Coche y Santa Rosalía. “No hay descanso, no hay vida familiar, no hay nada”.

De vuelta en su apartamento, un espacio de paredes blancas, pocos muebles y decoración sencilla, no se mantiene quieto. Camina de la cocina a la sala y sirve en la mesa de madera desnuda del comedor lo que ha comprado. Se levanta, camina hacia uno de los cuartos y vuelve con la mirada fija en su teléfono celular, mientras se queja de los grupos de chat y las olas de rumores que se transmiten por cadenas de WhatsApp. Se sienta, se coloca los lentes sólo para revisar la logística de transporte en el teléfono y luego guardarlos en el bolsillo de la camisa. Sólo hasta entonces se dispone a comer.

Llena con jugo los dos vasos que acompañan el plato con los cachitos. “Se acabaron los jugos naturales: ¡puros colorantes! El control de precios acaba con todo”. Suelta esa frase al aire y en ella el economista sintetiza un diagnóstico de la crisis del modelo económico venezolano que espera revertir desde la Asamblea Nacional.

Guerra está atento a la hora. Espera que llegue la persona encargada de buscarlo. Mientras está al teléfono, tamborilea la mesa con sus dedos y rebota inconscientemente la pierna. “Aquí te espero, pues. Dale que estamos estamos en la hora”, le dice a quien lo oye del otro lado del aparato.

En la rutina matutina de este día sólo lo acompaña Zorro, un gato blanco y negro de 14 años, con caminar lento y mirada despierta. De sus tiempos jóvenes al gato sólo le queda la expresión, cuenta Guerra. Su esposa todavía se encuentra de viaje y sus dos hijos viven en el exterior. Él volvió hace un par de días para votar para la nueva Junta Directiva a la Asamblea Nacional: “Un hecho histórico. Por primera vez se elige por esa vía”.



       José Guerra retratado por Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E //© [05/01/2016]

Con el pasar de cada minuto José Guerra parece impacientarse. Deja el plato y los vasos en el fregadero y vuelve a la habitación. Casi inmediatamente tiene enfundado el saco y la corbata anudada. Se nota cuántas veces lo ha hecho antes. Sale a la calle. Dani, el encargado de llevarlo al punto de encuentro con otros diputados no ha llegado.

—El día que hay que llegar temprano, no llega temprano…
Tres carros

Al borde de la avenida, José Guerra no quiere esperar más. Necesita movilizarse hasta Chacaíto, donde otros diputados ya lo esperan. Es el último que falta en el autobús. “Si veo un taxi por ahí, lo voy a tomar. No voy a esperar más”. Afirma repetidas veces que llegar tarde va en contra de su personalidad “y hacerlo en un día como éste es inaceptable”.

Detiene el primer taxi que pasa por la calle, escasa de tráfico. Es un Hyundai de los años 90, sólo identificable como prestador de servicio por una etiqueta ovalada pegada del lado interno del parabrisas. Adentro suena la gaita “Una florecita” de Cardenales del Éxito, recordando que apenas han pasado cinco días desde el asueto navideño, aunque el tiempo parezca haberse distendido a fuerza de acontecimientos políticos.

El conductor, un hombre de piel cobriza, ojos rasgados y grueso pelo negro, inmediatamente habla de política. No queda claro si lo hace porque ha reconocido a su interlocutor o si hace honor a la fama que ostentan los conductores de taxis. En pocos segundos el taxista se confiesa: “Yo voté por Chávez la primera vez porque pensé que iba a ser un gobierno como el de Marcos Pérez Jiménez, que yo lo viví. Pero…. no”. Luego comenta sobre la improbabilidad de que durante el día ocurriesen episodios de violencia “porque los mismos tupamaros votaron en contra del gobierno. Ésa es la verdad”.

Pero José Guerra no tiene la atención puesta en el taxista, sino en su teléfono. El carro apenas avanza media cuadra y cruza la primera esquina, cuando el diputado contesta una llamada de Dani, el encargado del transporte y de inmediato le pide al taxista que pare para bajarse. “Dani ya llegó”.

— ¿Cuánto te debo, compañero? —pregunta el economista

— Bueno, deme lo que usted quiera.

Guerra cuenta cuatro billetes de 100 bolívares y los alarga. “Dale, pues: la carrera mínima”.

Durante los instantes transcurridos hasta la llegada del vehículo de Dani, se justifica: “No puedo llegar tarde a un evento de este tipo. Como soy una persona muy cumplida con el horario, esto me estresa”. Apenas sube a la camioneta que lo espera, Dani se excusa por el imprevisto tráfico que atesta la autopista Francisco Fajardo sentido Este, a causa de la militarización del centro de la ciudad y el cierre de estaciones de metro en las adyacencias a la Asamblea Nacional. En sentido contrario la vía está despejada y el viaje es rápido.


José Guerra retratado por Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E // ©2016 [05/01/2016]

“Es increíble que un acto tan simple ellos lo vuelvan extraordinario”, dice Guerra en relación al despliegue de seguridad. Repudia nuevamente las cadenas de rumores en las que asegura que muchos invitan a los que asistan a la concentración en los alrededores del Palacio Legislativo que lleven hidratación y hasta paraguas para protegerse de posibles pedradas. “El Whatapp y el Twitter hicieron que todo el mundo tuviera información, pero es impresionante la cantidad de información mala”, remata.

El tiempo apenas alcanza para escuchar los titulares de noticias que narra el locutor del dial 99.9 y comentar brevemente la situación de los cuatro diputados de Amazonas impugnados y la imposibilidad de juramentarlos, ante el peligro de que la nueva Asamblea Nacional sea acusada de desacato.

En Chacaíto, al final de una cuadra, un autobús azul es lo que ocasiona algo de congestión en la vía. Se trata, justamente, del vehículo alquilado para trasladar a un grupo de diputados y militantes de Primero Justicia a las adyacencias de la Asamblea Nacional. Allí esperan al independiente Guerra. Nada más descender del segundo vehículo que ha tomado en minutos, el diputado Guerrase sube a otro y ocupa un puesto al lado del diputado Luis Miguel Matheus, quien le da una gorra tricolor y con quien conversa durante todo el recorrido.


       José Guerra retratado por Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E //© [05/01/2016]

Durante el viaje al centro de Caracas el ambiente en el interior del autobús es alegre, pero todos van muy atentos. A pesar de que una mujer joven, encargada de la logística, informó que irían a la sede administrativa del Poder Público del que ahora forman parte en la esquina de Pajaritos, entre los presentes existía incertidumbre sobre el punto de llegada para ingresar al Palacio.

A medida que el autobús se acerca al centro de la ciudad, aumentaba el número de efectivos de la Policía Nacional Bolivariana y la Guardia Nacional presentes en la vía y se incrementaba la tensión en el ambiente. Algunos de los uniformados miraban con interés al interior del bus cuando pasaba por su lado. Un grupo de efectivos circulaba en motos: una pareja de uniformados en cada unidad y las armas desenfundadas. Guerra estira el cuello en un gesto ansioso para escrutar la vía adelante.

Justo en la fachada este del Palacio de Justicia, donde la Av. Bolívar se esconde bajo el complejo de plazas y edificios para luego desaparecer en la Plaza O’Leary, el autobús abandona la vía por una salida lateral pero no puede seguir avanzando. Patrullas, escopetas, escudos antimotines, cascos, cámaras. Un cordón policial obstaculiza la vía y un grupo de personas espera frente a los uniformados, entre ellos profesionales de la prensa, hombres vestidos de trajes y gente llevando gorras tricolores.

Todo el mundo se baja del autobús.

El último obstáculo

Ninguno de los diputados que esperaban en el semicírculo exterior del tumulto parecía saber por qué los cuerpos de seguridad no los dejaban pasar a su juramentación. En el centro de la discusión con la policía algunos parlamentarios subían el tono al esgrimir argumentos y otros apelaban a llamar por teléfono en busca de soluciones. Un grupo más sólo espera.


Varias personas observan sin comprometerse. Una mujer arenga consignas progobierno, pero nadie le presta demasiada atención. Periodistas toman notas, explican la novedad a sus redacciones por teléfono o hacen pases televisados narrando los hechos. Camarógrafos y fotógrafos se agrupan en los extremos del cordón policial para documentar todos los pormenores.

José Guerra estaba fuera de su elemento.

Se mantuvo en la periferia, tratando de dilucidar alternativas o discutiendo con sus ahora colegas las formas de enfrentar un tipo de situación a la que no parece estar acostumbrado.

Y, de pronto, un forcejeo.

Unos diputados se abren camino entre los policías. Los uniformados, confundidos, intentan impedir la avanzada con escudos y brazos extendidos, pero sin ejercer violencia. Una vez roto el cordón, los efectivos permiten que, de uno en uno, ese primer grupo de parlamentarios pase.

El economista y otros pocos se abstuvieron de participar en el forcejeo. No pasaron.


       José Guerra retratado por Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E //© [05/01/2016]

José Guerra volvió al autobús. Tomó asiento en el vehículo ya casi vacío y expresó, quizás para sí o para otro de los parlamentarios presentes, en una muestra de agotamiento: “Yo no quiero debutar así”.

Esperaba poder hacer la misma ruta que sus predecesores, pero sin la confrontación.

Entonces el vehículo se detuvo una vez más. Alguien desde afuera llamó a los diputados que quedaban, pero hasta los acompañantes se bajaron para ver cómo, a centímetros del mismo piquete de hace minutos, los diputados más pacientes se filtraban entre el mismo muro uniformado y sus escudos transparentes. Avanzaron en dirección al Palacio Legislativo por una rendija que iba abriéndose a medida que pasaban, con la paciencia y la convicción de quienes saben esperar.

05-01-16




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