Por Jonathan Dias
La economía cotidiana del
diputado economista
A medio vestir, pues
todavía no se ha colocado el saco gris ni la corbata, el economista José
Guerra sale del edificio donde ha vivido durante años. A pocos metros
entra a una panadería donde clientes y dueños lo reconocen, pero no con la
lejanía y la curiosidad de quien se encuentra a alguien que ha visto en televisión:
la relación es con el vecino de siempre.
— Tres cachitos con queso o
pastelitos. Valen lo mismo, ¿no? —pregunta Guerra a quien parece ser el dueño
— No hay pastelitos… —le contestan
— Bueno: tres cachitos de queso y un litro de jugo. Tomaremos de éste, mientras haya…
En pocas horas se juramentará
por primera vez como diputado a la Asamblea Nacional en un clima de
expectativas y rumores. Su vida se ha desarrollado entre la academia y el
ejercicio de su profesión en el Banco Central de Venezuela. A partir de hoy
pondrá sus estudios y experiencia económica a disposición del debate político.
A partir de hoy, también, hará política profesional.
Durante los minutos que duró
la transacción del desayuno mantiene breves conversaciones informales con otros
clientes. “Para allá vamos”, le responde a uno que comenta sobre la cita en el
Palacio Federal Legislativo que tendrá en pocas horas. Con otro comenta
someramente su descontento ante los últimos decretos-leyes publicados en Gaceta
Oficial, especialmente la reforma a la Ley del Banco Central de Venezuela.
José Guerra retratado por
Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E // 2016©
[05/01/2016]
En el camino de regreso, el
diputado independiente confiesa el cansancio de la ajetreada vida política tras
una intensa campaña casa por casa que le permitió salir victorioso en el
Circuito 4 de Caracas, correspondiente a las parroquias El Valle, Coche y
Santa Rosalía. “No hay descanso, no hay vida familiar, no hay nada”.
De vuelta en su apartamento,
un espacio de paredes blancas, pocos muebles y decoración sencilla, no se
mantiene quieto. Camina de la cocina a la sala y sirve en la mesa de madera
desnuda del comedor lo que ha comprado. Se levanta, camina hacia uno de los
cuartos y vuelve con la mirada fija en su teléfono celular,
mientras se queja de los grupos de chat y las olas de rumores que se transmiten
por cadenas de WhatsApp. Se sienta, se coloca los lentes sólo para revisar la
logística de transporte en el teléfono y luego guardarlos en el bolsillo de la
camisa. Sólo hasta entonces se dispone a comer.
Llena con jugo los dos vasos
que acompañan el plato con los cachitos. “Se acabaron los jugos
naturales: ¡puros colorantes! El control de precios acaba con todo”.
Suelta esa frase al aire y en ella el economista sintetiza un diagnóstico de la
crisis del modelo económico venezolano que espera revertir desde la Asamblea Nacional.
Guerra está atento a la hora.
Espera que llegue la persona encargada de buscarlo. Mientras está al teléfono,
tamborilea la mesa con sus dedos y rebota inconscientemente la pierna. “Aquí te
espero, pues. Dale que estamos estamos en la hora”, le dice a quien lo oye del
otro lado del aparato.
En la rutina matutina de este
día sólo lo acompaña Zorro, un gato blanco y negro de 14 años, con caminar
lento y mirada despierta. De sus tiempos jóvenes al gato sólo le queda la
expresión, cuenta Guerra. Su esposa todavía se encuentra de viaje y sus dos
hijos viven en el exterior. Él volvió hace un par de días para votar para la
nueva Junta Directiva a la Asamblea Nacional: “Un hecho histórico. Por primera
vez se elige por esa vía”.
José Guerra retratado por
Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E //© [05/01/2016]
Con el pasar de cada minuto
José Guerra parece impacientarse. Deja el plato y los vasos en el fregadero y
vuelve a la habitación. Casi inmediatamente tiene enfundado el saco y la
corbata anudada. Se nota cuántas veces lo ha hecho antes. Sale a la calle.
Dani, el encargado de llevarlo al punto de encuentro con otros diputados no ha
llegado.
—El día que hay que llegar
temprano, no llega temprano…
Tres carros
Al borde de la avenida, José
Guerra no quiere esperar más. Necesita movilizarse hasta Chacaíto, donde otros
diputados ya lo esperan. Es el último que falta en el autobús. “Si veo un
taxi por ahí, lo voy a tomar. No voy a esperar más”. Afirma repetidas veces que
llegar tarde va en contra de su personalidad “y hacerlo en un día como éste es
inaceptable”.
Detiene el primer taxi que
pasa por la calle, escasa de tráfico. Es un Hyundai de los años 90, sólo
identificable como prestador de servicio por una etiqueta ovalada pegada del
lado interno del parabrisas. Adentro suena la gaita “Una florecita” de
Cardenales del Éxito, recordando que apenas han pasado cinco días desde el asueto
navideño, aunque el tiempo parezca haberse distendido a fuerza de
acontecimientos políticos.
El conductor, un hombre de
piel cobriza, ojos rasgados y grueso pelo negro, inmediatamente habla de
política. No queda claro si lo hace porque ha reconocido a su interlocutor o si
hace honor a la fama que ostentan los conductores de taxis. En pocos segundos
el taxista se confiesa: “Yo voté por Chávez la primera vez porque pensé
que iba a ser un gobierno como el de Marcos Pérez Jiménez, que yo lo viví.
Pero…. no”. Luego comenta sobre la improbabilidad de que durante el día
ocurriesen episodios de violencia “porque los mismos tupamaros votaron en
contra del gobierno. Ésa es la verdad”.
Pero José Guerra no tiene
la atención puesta en el taxista, sino en su teléfono. El carro apenas avanza
media cuadra y cruza la primera esquina, cuando el diputado contesta una
llamada de Dani, el encargado del transporte y de inmediato le pide al taxista
que pare para bajarse. “Dani ya llegó”.
— ¿Cuánto te debo, compañero?
—pregunta el economista
— Bueno, deme lo que usted quiera.
Guerra cuenta cuatro billetes
de 100 bolívares y los alarga. “Dale, pues: la carrera mínima”.
Durante los instantes
transcurridos hasta la llegada del vehículo de Dani, se justifica: “No
puedo llegar tarde a un evento de este tipo. Como soy una persona muy cumplida
con el horario, esto me estresa”. Apenas sube a la camioneta que lo
espera, Dani se excusa por el imprevisto tráfico que atesta la
autopista Francisco Fajardo sentido Este, a causa de la militarización del
centro de la ciudad y el cierre de estaciones de metro en las adyacencias a la
Asamblea Nacional. En sentido contrario la vía está despejada y el viaje es
rápido.
José Guerra retratado por
Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E // ©2016 [05/01/2016]
“Es increíble que un acto tan
simple ellos lo vuelvan extraordinario”, dice Guerra en relación al despliegue
de seguridad. Repudia nuevamente las cadenas de rumores en las que asegura que
muchos invitan a los que asistan a la concentración en los alrededores del
Palacio Legislativo que lleven hidratación y hasta paraguas para protegerse de
posibles pedradas. “El Whatapp y el Twitter hicieron que todo el mundo tuviera
información, pero es impresionante la cantidad de información mala”, remata.
El tiempo apenas alcanza para
escuchar los titulares de noticias que narra el locutor del dial 99.9 y
comentar brevemente la situación de los cuatro diputados de Amazonas impugnados
y la imposibilidad de juramentarlos, ante el peligro de que la nueva Asamblea
Nacional sea acusada de desacato.
En Chacaíto, al final de
una cuadra, un autobús azul es lo que ocasiona algo de congestión en la vía. Se
trata, justamente, del vehículo alquilado para trasladar a un grupo de
diputados y militantes de Primero Justicia a las adyacencias de la Asamblea
Nacional. Allí esperan al independiente Guerra. Nada más descender del segundo
vehículo que ha tomado en minutos, el diputado Guerrase
sube a otro y ocupa un puesto al lado del diputado Luis Miguel Matheus,
quien le da una gorra tricolor y con quien conversa durante todo el recorrido.
José Guerra retratado por
Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E //© [05/01/2016]
Durante el viaje al centro de
Caracas el ambiente en el interior del autobús es alegre, pero todos van muy
atentos. A pesar de que una mujer joven, encargada de la logística, informó que
irían a la sede administrativa del Poder Público del que ahora forman parte en
la esquina de Pajaritos, entre los presentes existía incertidumbre sobre el
punto de llegada para ingresar al Palacio.
A medida que el autobús se
acerca al centro de la ciudad, aumentaba el número de efectivos de la Policía
Nacional Bolivariana y la Guardia Nacional presentes en la vía y se
incrementaba la tensión en el ambiente. Algunos de los uniformados miraban con
interés al interior del bus cuando pasaba por su lado. Un grupo de
efectivos circulaba en motos: una pareja de uniformados en cada unidad y
las armas desenfundadas. Guerra estira el cuello en un gesto ansioso para
escrutar la vía adelante.
Justo en la fachada este del
Palacio de Justicia, donde la Av. Bolívar se esconde bajo el complejo
de plazas y edificios para luego desaparecer en la Plaza O’Leary, el autobús
abandona la vía por una salida lateral pero no puede seguir avanzando. Patrullas,
escopetas, escudos antimotines, cascos, cámaras. Un
cordón policial obstaculiza la vía y un grupo de personas espera frente a los
uniformados, entre ellos profesionales de la prensa, hombres
vestidos de trajes y gente llevando gorras tricolores.
Todo el mundo se baja del
autobús.
El último obstáculo
Ninguno de los diputados que
esperaban en el semicírculo exterior del tumulto parecía saber por
qué los cuerpos de seguridad no los dejaban pasar a su juramentación. En
el centro de la discusión con la policía algunos parlamentarios subían el tono
al esgrimir argumentos y otros apelaban a llamar por teléfono en busca de
soluciones. Un grupo más sólo espera.
Varias personas observan sin
comprometerse. Una mujer arenga consignas progobierno, pero nadie le presta
demasiada atención. Periodistas toman notas, explican la novedad a sus
redacciones por teléfono o hacen pases televisados narrando los hechos.
Camarógrafos y fotógrafos se agrupan en los extremos del cordón policial para
documentar todos los pormenores.
José Guerra estaba fuera de su
elemento.
Se mantuvo en la periferia,
tratando de dilucidar alternativas o discutiendo con sus ahora colegas las
formas de enfrentar un tipo de situación a la que no parece estar acostumbrado.
Y, de pronto, un forcejeo.
Unos diputados se abren camino
entre los policías. Los uniformados, confundidos, intentan impedir la avanzada
con escudos y brazos extendidos, pero sin ejercer violencia. Una vez roto el
cordón, los efectivos permiten que, de uno en uno, ese primer grupo
de parlamentarios pase.
El economista y otros
pocos se abstuvieron de participar en el forcejeo. No pasaron.
José Guerra retratado por
Verónica Aponte para el trabajo especial de #Prodavinci5E //© [05/01/2016]
José Guerra volvió al autobús.
Tomó asiento en el vehículo ya casi vacío y expresó, quizás para sí o para otro
de los parlamentarios presentes, en una muestra de agotamiento: “Yo no quiero
debutar así”.
Esperaba poder hacer la misma
ruta que sus predecesores, pero sin la confrontación.
Entonces el vehículo se
detuvo una vez más. Alguien desde afuera llamó a los diputados que
quedaban, pero hasta los acompañantes se bajaron para ver cómo,
a centímetros del mismo piquete de hace minutos, los diputados más
pacientes se filtraban entre el mismo muro uniformado y sus escudos transparentes.
Avanzaron en dirección al Palacio Legislativo por una rendija que iba
abriéndose a medida que pasaban, con la paciencia y la convicción de
quienes saben esperar.
05-01-16
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