Por Alberto Lovera
Especialistas son los voceros
oficiales en buscar algún culpable ajeno de su incompetencia, ahora le toca a
la crisis eléctrica.
No se trata de negar la
influencia del fenómeno de El Niño en la agravación del problema de déficit
eléctrico sino de mostrar que injustificadamente nos encuentra como país
desamparados. Como si tuviéramos pocos problemas, ahora se nos suma uno más. La
responsabilidad del gobierno es inescapable: falta de planificación, centralización
excesiva, corrupción, obras inconclusas, carencias tanto en producción como en
distribución…
Los voceros oficiales se
llenan la boca de palabrería sobre el socialismo, que se supone tiene como uno
de sus pilares la planificación, pero en los hechos se comportan con la más
descarada improvisación, actuando cuando ya es tarde.
En problemas tan complejos no
se puede esperar que se manifiesten los signos de alarma para entonces actuar a
la carrera. Cuando así se hace, cual bomberos ante el incendio.
Lo más grave es que esta
crisis eléctrica no es nueva, ya la vivimos en 2002 y 2003, mucho más grave en
2009 y 2010, y sus manifestaciones no han dejado de mostrarse en los años
siguientes. En cada uno de estos eventos se actuó a la carrera ante lo
inminente, pero pasado lo más grave de la crisis, se bajó la guardia y no se
diseñó una trayectoria para estar en condiciones de preparación ante eventos
previsibles.
El gobierno actúa mediante la
gerencia por crisis. Carreras e improvisaciones injustificadas, que dejan el
fondo del problema sin soluciones estructurales.
En estos días ante la dieta
eléctrica que se le ha impuesto a una serie de actividades económicas, lo que
seguramente agravará la recesión con inflación que sufrimos, también se ha
hablado de la reducción del horario de la administración pública. Todas medidas
que reducen el consumo eléctrico, pero a un costo gigantesco.
No entraremos aquí en las
recomendaciones que expertos del sector eléctrico de variadas orientaciones
políticas vienen planteando desde hace más de una década para actuar en las
raíces del problema, ni tampoco de los gigantescos recursos económicos
teóricamente destinados al sector, pero cuyo destino es incierto. Sólo queremos
recordar unas buenas iniciativas que se tomaron en el año 2002, que se echaron
en el olvido.
En ese año el entonces
Ministerio de Energía y Minas se propuso la reducción del 20% del consumo
eléctrico. Para ello contrató al Instituto de Desarrollo Experimental de la
Construcción (IDEC) de la UCV para actuar en dos planos concurrentes: la
elaboración de una guía de ahorro de energía eléctrica en edificaciones
públicas, y la realización del adiestramiento de los gerentes de mantenimiento
de los distintos organismos para aplicar las recomendaciones. La meta trazada
se alcanzó, además de estimular buenas prácticas de racionalidad energética.
Pero el nivel del Guri empezó a subir y no se le dio continuidad. En la
siguiente crisis se volvió a llamar de urgencia al IDEC de la UCV y por poco
tiempo se reactivó este enfoque. Nuevamente, pasado lo peor, se volvió a echar
en el olvido. Por si alguien quiere consultar este y otros manuales de ahorro
energético que ha desarrollado el IDEC de la UCV, lo puede consultar en su
página web: http://idec.fau.ucv.ve/wordpress/racionalidadenergetica/
Mientras se siga con la
gerencia por crisis los problemas de nuestro país nos reventarán en la cara una
y otra vez, agravados. Otra orientación del Estado se hace necesaria para
romper el círculo vicioso de crisis-emergencia-olvido-crisis. Hace falta
Estado, pero un Estado responsable y que actúe con profesionalismo y no con
improvisación.
Esta crisis eléctrica, como
las otras que la acompañan y nos agobian, requiere de un cambio de rumbo
político con los mecanismos democráticos de que disponemos.
13-02-16
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