MARÍA DE LOURDES VÁSQUEZ 27 de marzo de 2016
Hoy
cuando en las iglesias se entone el Aleluya ese canto de júbilo tendrá un
significado especial, el de la alegría por la resurrección de Jesús de Nazaret,
el Cristo que murió en la cruz en sufragio por el perdón de los pecados de la
humanidad y que con su vuelta a la vida confirma la promesa de una existencia
mejor al final de los tiempos. Tulio Espinosa, teólogo y profesor de Filosofía
y miembro del Centro de Altos Estudios de la Universidad Monteávila, describe
la resurrección como el paso a una vida nueva, completamente diferente a la
anterior.
-¿Qué es la resurrección? Anteriormente al
rezar el Credo decíamos "creo en la resurrección de los muertos"
ahora decimos "creo en la resurrección de la carne" ¿A qué se debe el
cambio, dónde está la diferencia?
-Es un
problema de traducción. La palabra carne en la Escritura a veces representa a
todo el hombre, no solo al cuerpo. Pero antes de considerar la resurrección
debemos hablar de la muerte de Cristo. La muerte de Cristo, la pasión de
Cristo, fue una cosa muy cruenta y, como nos enseña la Biblia, Cristo es el
inocente por excelencia. Es como matar a un niño que no tiene ninguna culpa. Y
como Cristo se entrega por amor a nosotros, con esto nos hace ver la realidad y
nos invita a reaccionar, porque amor con amor se paga.
Hay
dos tipos de resurrecciones que nos cuenta el Nuevo Testamento, una es la
resurrección de personas como Lázaro o el hijo de la viuda de Naín. Estos
muertos vuelven a la vida pero morirán después, es un regresar a la vida que ya
tenían. En el caso de la resurrección de Jesucristo es una vida nueva en la que
el cuerpo se espiritualizó, y como Cristo además es Dios su resurrección
refleja en parte la divinidad. Esta es la misma resurrección que tendremos
nosotros, la misma que dice el Credo, la resurrección de los muertos en el fin
de los tiempos. Es una resurrección para ya no volver a morir, para estar con
Dios siempre, en cuerpo y alma. Pero es un cuerpo espiritualizado que no tiene
las características del anterior: ya no tiene que volver a comer ni a dormir,
no tiene limitaciones en cuanto a dónde estar y se puede mover como lo hace un
espíritu.
-¿Es posible tener fe en algo tan
inusitado?
-Desde
luego cuando esto ocurre por primera vez se produce una incredulidad tremenda
en la gente. Uno se pregunta por qué tengo creer en eso, quién me dice que
Cristo resucitó: los testigos. Los primeros que no lo creyeron fueron los
soldados que custodiaban la tumba, se quedaron perplejos, desconcertados, no
supieron ni lo qué pasó. Luego están las mujeres, también se le aparece a los
apóstoles. Luego, según dice San Pablo, se le apareció en una ocasión a más de
500 personas, y la gente que presenció eso estaba viva todavía cuando San Pablo
da testimonio, hay testigos presenciales. La actuación de Jesucristo, lo que
dice y lo que hace, también es fundamental para constatar su resurrección.
-Este es el sacrificio de un inocente,
¿cómo retribuirlo?
- Él
mismo lo dijo, no hay una prueba mayor de amistad que dar la vida por el amigo.
Ya las profecías del Antiguo Testamento decían que el Mesías iba a padecer e
iba a morir. Las profecías tenían varias interpretaciones, unos pensaban que el
Mesías iba a ser un líder político, el restaurador de Israel, pero está también
el mensaje de que es un siervo sufriente, un cordero. Juan el Bautista cuando
lo ve dice "este es el Cordero de Dios", porque hay una conexión
simbólica entre la muerte de Cristo y la Pascua Judía. Debemos responder a ese
sacrificio con una existencia vivida de cara a Dios, agradándolo, alejándonos
de lo que nos aleja de él, del pecado. La muerte de Cristo fue para liberarnos
del pecado. Digamos que este es el depósito bancario, ahora cada uno de
nosotros debe actuar. Si hice una cosa mala me debo arrepentir y entonces me
beneficio de ese banco de misericordia y de perdón. Se trata de vivir la vida,
hacer los deberes, estar contentos a pesar de que haya dificultades, tratar de
estar lo mejor posible, ayudar a los demás y, claro, tener un cierto trato con
Dios, no olvidarlo. Hay que orar.
-¿En un momento tan difícil, tan
convulsionado en el país y en el mundo, no resulta complejo hablar de fe, de la
creencia en un mundo mejor por venir?
-El
ser humano es capaz de ser un monstruo y de ser muy bueno también.Pero ese
mismo que es un monstruo puede cambiar y dejar de serlo. La capacidad de perdón
que tiene Dios, incluso para las peores cosas, es inmensa. Uno siempre tiene la
esperanza de enderezar el camino hasta el final. No se trata de pensar que las
monstruosidades son algo más, eso hay que castigarlo, pero cuando ocurre
también hay que considerar que eso no es lo único que es el ser humano, el ser
humano también es bueno. Lógicamente, Dios que es el padre de todos es el único
capaz de perdonar cualquier cosa. Uno se sale del camino pero puede volver. En
este sentido, la resurrección es una esperanza de que en el mundo futuro ya no
habrá crímenes, sino que será todo paz y alegría, eso que todos soñamos. Hay
que tener fe en el ser humano, debemos ver alrededor nuestro tanta gente que
hace cosas buenas por simple generosidad.
-¿Para quién es la promesa de la
resurrección?
-Cristo
vino para todos los hombres y todas las mujeres.
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