Elías Matta 16 de marzo de 2016
Desde
que iniciamos nuestra campaña, los diputados de la Unidad Democrática siempre
dijimos que una de nuestras prioridades en la Asamblea Nacional sería aprobar
una Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional para liberar a los presos políticos,
durante los últimos años hemos visto con preocupación cómo encarcelan sin
justificación legal alguna a muchos de nuestros compañeros, quienes al igual
que nosotros han disentido y se han negado a aceptar una Venezuela condenada al
atraso y a la miseria.
Hoy,
cuando logramos el objetivo de convertirnos en mayoría calificada en la
Asamblea Nacional, queremos cumplir la promesa que le hicimos al pueblo de
Venezuela, vamos a luchar constitucionalmente por liberar a quienes se
encuentran tras las rejas de algún recinto improvisado. Esa larga lista de
presos de conciencia (que si nombramos caso por caso nos llevaría más de un
artículo) en la que está Manuel Rosales, Leopoldo López, Antonio Ledezma,
estudiantes, todos privados de libertad por creer en una alternativa de país
distinta, por ser críticos a un Gobierno que en 17 años no ha sabido dirimir
los problemas de los venezolanos.
La Ley
de Amnistía no sólo liberará a los presos políticos, nos liberará a todos, sí,
a todos lo que durante años hemos vivido en un país dividido, donde el odio ha
separado a familias, ha alejado a amigos y ha creado un terrible clima de
discordia que en nada se parece a los venezolanos, reconocidos por nuestro buen
humor, compañerismo y camaradería.
Siempre
he creído que sentir rencor es cargar con una maleta muy pesada, lo mejor es ir
por la vida sin grandes pesos, con la conciencia limpia y el alma en paz, y sé
que ese es el sentimiento colectivo. Hoy los venezolanos no queremos rencor,
queremos unión. Escuché a muchos (oficialistas y opositores) pronunciarse a
favor de las conversaciones que entablaban diputados de ambas tendencias antes
de que iniciara la instalación de la Asamblea Nacional. Es un mensaje claro el
que nos envía el pueblo, para progresar y alcanzar la Venezuela que deseamos
debemos apartar el odio y qué mejor paso que la liberación de los presos
políticos, esa denominación que le causa tanto resquemor al Gobierno porque
sabe que no es lo mismo un político preso a un preso político, a un perseguido
por sus pensamientos.
No
podemos justificar que Manuel Rosales esté preso por volver a pisar su tierra,
porque en realidad eso fue lo que hizo, las supuestas pruebas que lo inculpaban
quedaron fuera de lugar cuando los mismos acusadores dijeron ser presionados
para crearlas, tampoco podemos entender que Leopoldo López esté preso por
ejercer un derecho como lo es la protesta pacífica, y asimismo no comprendemos
la injusta detención del alcalde Metropolitano de Caracas Antonio Ledezma, por
la cual seguimos esperando una explicación congruente.
La
Venezuela de la reconciliación inicia con la promulgación de una ley que nos
satisface a todos los que hemos sentido impotencia por el proceder autoritario
y leonino de un grupo que gobierna a su antojo. De manera que esta ordenanza no
sólo vendrá a liberar a nuestros compañeros de lucha, sino que le otorgará paz
a los miles que como yo se sintieron irrespetados por un régimen que nos ha
dividido, que ha intentado robarnos nuestra esencia.
Los
invito a todos a reflexionar sobre la Ley de Amnistía, que no se quede sólo en
la Asamblea, que no sea letra viva sólo para quienes hoy están injustamente
privados de libertad, que traspase las paredes del hemiciclo y se convierta en
una forma de vida de ahora en adelante, al que está confundido vamos a ayudarlo
a tomar el rumbo indicado, a quien piensa distinto vamos a respetarlo y hagamos
valer el pacto social de la sana convivencia.
La
palabra amnistía proviene del griego oamnestia, que significa “olvido”,
nosotros sólo queremos olvidar aquellas razones que nos separaron, y los hechos
bochornosos que pusieron en entredicho la democracia en nuestro país, para
empezar la Venezuela que queremos, como inician todos los grandes cambios:
desde cero.
Es
hora de recuperar aquellos valores tan vitales como la libertad, la justicia y
la paz, hagamos de la Ley de Amnistía y Reconciliación una bandera, una
realidad y un principio, que con ella comience el progreso de cada uno y el
cambio pacífico y constitucional que tanto anhela nuestra gente.
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