Por Samir Kabbabe
1
Después de varias caídas y
sensaciones de ahogo que venía sufriendo durante dos semanas, cuando tuvo que
dejar de tomar la Amiodarona que desde hacía veinticinco años le controlaba una
arritmia cardíaca, Benigna hizo un paro cardíaco entrando al Servicio de
Emergencias. Por fortuna los médicos pudieron salvarla y colocarle un
marcapasos. La Amiodarona no se consigue. Tampoco la Propafenona, su
substituto. Gregorio, a quien también le era indispensable la Amiodarona, no
tuvo la misma fortuna: su corazón también había disparado una arritmia maligna
seguida de un paro cardíaco. Murió.
2
José Antonio llevaba diez días
sin tomar los dos medicamentos que controlaban su epilepsia. No se consiguen
anticonvulsionantes. En consecuencia debió ser ingresado a la Unidad de
Cuidados Intensivos por convulsiones continuas, tras nueve años sin haberlo
hecho. Ese mismo día Dulce María también ingresó también a la UCI, en coma
diabético hiperosmolar y con cifras de azúcar en sangre por encima de 800. La
Sitapliptina que tomaba está desaparecida. Tampoco consigue la insulina que dos
veces al día se administraba.
3
Dolores, con una personalidad
melancólica y tres pérdidas afectivas, había intentado suicidarse cinco años
atrás. Su ánimo ya era estable desde hacía un buen tiempo y estaba incorporada
a su actividad profesional. No obstante, volvieron los bajones emocionales un
par de meses antes. Nada nuevo le había acontecido. Estaba tomando la misma
dosis de Sertralina de siempre, sólo que no conseguía la marca original. En su
defecto empleaba una marca nueva, de uno de esos laboratorios farmacéuticos a
los q al parecer sí les otorgan dólares. Se le pudo conseguir una Sertralina
confiable y afortunadamente recobró su estado anímico.
4
Eulogio tenía una infección
severa en la próstata y empeoraba día tras día, a pesar de recibir el
antibiótico adecuado en la dosis precisa. La Ciprofloxacina que le consiguieron
sus familiares tras largos peregrinajes por las farmacias del país (también de
un laboratorio nuevo, de estos de ahora) no le hacía efecto. Hubo que
hospitalizarlo y administrarle otro antibiótico por vena.
5
Domingo ha presentado dos
crisis hipertensivas desde que desaparecieron los dos medicamentos que tomaba.
Los sucedáneos que ha podido conseguir le producen una respuesta muy errática,
sin efectos predecibles.
6
María Teresa tenía un tumor
cerebral de muy difícil abordaje quirúrgico. Gracias a los adelantos médicos le
pudieron eliminar el tumor por radiocirugía y le salvaron la vida, pero su
hipófisis perdió casi toda su funcionalidad. Desde hace siete años requiere que
se le repongan las hormonas indispensables que no produce su glándula. Son
productos de alto costo que adquiría a precios solidarios en fundaciones
especializadas o a través del IVSS.
Ahora no existen las hormonas
en el país y su vida depende de ellas.
El costo de lo que debe pagar
es de unos 1.500 dólares cada 100 días. María Teresa se esmera en mantener la
misma sonrisa y su actitud bondadosa pero, muy lejos de poder costear su
tratamiento, se va del país. Abandona todo y se marcha, con futuro incierto,
contando con el apoyo de una prima.
7
Marlene lleva veinte años
luchando contra un cáncer de mama sin perder su actitud amorosa, entusiasta y
esperanzada. Sus hijas ya son unas profesionales y su hogar idílico, pero se le
ha hecho imposible mantener su tratamiento. Con gran esfuerzo personal y
familiar, ha conseguido trasladarse a Portugal para continuar desde allá con su
ejemplo de vida.
♦♦♦
Todos son casos testimoniales
de mis últimos dos meses de ejercicio médico. No me los contaron. Y numerosos
colegas podrían añadir sus testimonios.
El desabastecimiento de
medicamentos y material médico que hoy alcanza una cifra que supera el 85%
genera esos dramas en personas reales, personas como nosotros, como nuestros
familiares, nuestros amigos y conocidos, prójimos que viven, ríen, sufren,
temen, trabajan, pagan sus impuestos, quieren vivir, tienen esperanzas y creen
en un país mejor y con menos calamidades.
Desde 2013 las asociaciones
médicas, farmacéuticas, gremiales y académicas comenzaron a alertar sobre lo
que se avecinaba. Hubo llamadas, alertas, reuniones de trabajo, mesas de
diálogo, pronunciamientos, comunicados y denuncias, sin ninguna respuesta
efectiva.
Se pidió declarar la crisis
humanitaria en salud hace más de un año. Y hasta la Defensoría del Pueblo dijo
que era una exageración con propósitos políticos.
Eso sí, visitas de
funcionarios del SEBIN a los denunciantes no han faltado. Y a nadie le gusta
que lo visite el SEBIN ni que se le inicie algún procedimiento. Y tampoco
queremos que esos funcionarios o sus familiares se enfermen sin que consigan
los medicamentos necesarios. Ni que por ausencia de los mismos mueran como
están muriendo muchos.
La Asamblea Nacional ha
propuesto declarar la Crisis Humanitaria en Salud. Y nada. Al parecer a
nuestras autoridades gubernamentales les sobra indolencia, irresponsabilidad y
soberbia. Y no sólo los enfermos perciben que esa actitud es culposa,
delictiva.
Por si fuera poco, es posible
sospechar que, en caso de declararse la Crisis Humanitaria y lleguen algunos
medicamentos a través de organismos internacionales, surgirán las mafias que se
ocuparán de manera perversa de su comercialización. El bachaqueo individual u
organizado es inherentes al desgobierno y la anomia.
¿Es posible no ser beligerante
políticamente en estos momentos y no hablar de un cambio político necesario?
¿Qué nos queda por hacer? ¿Escribir un récipe con una larga lista de posibles
medicamentos que no se van a conseguir? ¿Agregarle otro problema al enfermo y a
sus familiares para que se desesperen buscando lo que es imposible con esta
política de salud del Estado venezolano?
Ministra, ¿qué les decimos a
los pacientes?
Es terrible no poder hacer lo
que se debe por un enfermo. Y la impotencia con rabia puede derivar en
resignación y conformismo. Esto es peligroso, porque los médicos aprendemos a
defender nuestra integridad emocional cuando estamos seguros de que no nos
queda nada por hacer por un enfermo, más que procurarle confort y consuelo.
Y, sin emocionalidad, lo que
nos queda por decir es que, ante la actual situación de severo
desabastecimiento de medicamentos que sufre el país y para la cual no se
vislumbra una solución cercana, si usted posee una enfermedad crónica para la
que tenga un medicamento prescrito, trate de asegurar su abastecimiento y
disponer de una provisión para no menos de tres meses. Porque en este contexto
ha pasado a ser su responsabilidad asegurar esa provisión.
Trate de mantener actualizado
un botiquín casero con los medicamentos necesarios y de uso eventual,
incluyendo antipiréticos y analgésicos (acetaminofén, paracetamol),
antiinflamatorios analgésicos (ibuprofeno, diclofenac o naproxeno), protectores
gástricos (ranitidina, omeprazol), antidiarréicos (enterogermina o algún sucedáneo),
antiemético (metoclopramida o domperidona), antialérgico (clorotrimetón,
loratadina o cetirizina), antigripales descongestionantes, cremas esteroideas
(hidrocortisona al 1%), cremas antisépticas (mupirocina o bacitracina), además
de alcohol antiséptico, agua oxigenada, gasas y curitas. Y recuerde verificar
siempre que los medicamentos no estén vencidos, que estén bien identificados y
en sus cajas originales, conservados en sitios frescos y alejados de los niños.
No dude en comunicarse con su médico para verificar dosificación.
Del mismo modo, también debe
saber que en, tiempos de creciente aumento y aparición de nuevas enfermedades
transmitidas por mosquitos, es importante tomar las medidas de protección
contra sus picaduras,
tanto en el hogar como en el ambiente de trabajo, por lo que es deseable
también disponer de repelentes de mosquitos.
10-03-16

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico