Miguel Méndez Rodulfo 15 de abril de 2016
Como
mango que ha cuajado en la mata, sólo es cuestión de tiempo para que, por
efecto del peso, se rompa el vínculo entre el árbol y el fruto, de manera que
Maduro se desprenda en caída libre hacia su propio colapso y el de su gobierno.
Que eso ocurra antes del revocatorio es muy probable, porque aún no sabemos
cómo llegará el país al final del año. Cuando el más importante humanista
venezolano del siglo XX, el ilustre Dr. Arturo Uslar Pietri, al final de su
vida, se refería a líder de Sabaneta, lo hizo con esta frase memorable y
premonitoria: “Chávez es de una ignorancia delirante”. Si hoy quisiéramos
parafrasear a Uslar, y no ser nada creativos, pudiéramos decir de Maduro que es
una estupidez alucinante. El personaje ha cambiado pero la inopia es la misma y
la corte que lo acompaña permanece igual. Los mismos gastados nombres tras 17
años; enroque tras enroque, siempre aparecen los mismos monigotes. Las
políticas que han destruido al país, permanecen invariables, en tanto que el
pueblo ya no soporta más este estado de descomposición.
El
régimen en su ceguera intenta manipular a la gente a través de cuñas
“ilustrativas”, en las que mediante una historieta pretende convencer a los
venezolanos de que la escasez es obra de la guerra económica de los empresarios
y no producto de las torpes políticas económicas del gobierno revolucionario.
¿Quién va a creer que un empresario no le interesa vender sus productos a todos
los sectores, incluidos los “D” y “E”? ¿Acaso que él quiere ganar manos plata?
Por otra parte, es un hecho irrefutable que los envases, sean de plástico o de
latón, no se consiguen, de manera que no hay como escoger solamente la
presentación grande, como dice la cuña. Ahora, si en un supuesto negado, ese fuera
el caso, hubiese escasez de la presentación pequeña y abundante oferta de la
presentación grande. Sin embargo la realidad incontrastable señala que hay una
escasez generalizada y por largos lapsos. De manera que es claro que no existe
ninguna guerra económica. Eran otros los tiempos en que la gente se tragaba las
mentiras del gobierno sin cuestionarlas; eso, a Dios gracias, no ocurre ahora y
ojalá no vuelva a ocurrir nunca más en Venezuela.
Lo que
si uno observa, por donde se meta, es una frustración muy grande contra el
gobierno y gente que despotrica abiertamente su rabia en cualquier grupo que se
reúna informalmente; sea en una parada, en el metro, en un autobús, en una
cola. Hay descontento y rabia, pero sobre todo una cosa preocupante que conduce
a la desesperación, que es la pérdida de la esperanza. La gente está viajando
desde el interior del país, por ejemplo de Tucupita, llegando a las dos y media
de la madrugada al Terminal de Oriente, para comprar alimentos a los buhoneros
o bachaqueros de Petare: espaguetis, leche, azúcar, café, harina pan, jabón
azul, papel higiénico, etc., con la misma, abordar el siguiente autobús y
devolverse a su destino. Que yo sepa, muchos de estos productos no tienen sino
una sola presentación o tamaño. ¿Entonces, donde está la guerra económica?
Igual
que con el cao de Bizancio, esta gente está entretenida en determinar el sexo
de los ángeles y no en analizar la realidad económica, social y política de
Venezuela. No quieren ver la realidad que han creado, se niegan a asimilarla y
se quieren convencer entre ellos que todo está normal y que no pasa nada.
Pretenden anular a la asamblea mediante maniobras burdas, sostenidas por la
fuerza, cuando son un régimen extremadamente debilitado, sin apoyo político
popular, como lo evidenciaron palmariamente las elecciones de diciembre y la
aplastante derrota que sufrieron. Pareciera faltar mucho en nuestras ansias por
salir de esto, pero en verdad falta poco.
Caracas
15 de Abril de 2016
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