Por El Estímulo
Rosa parada, tiene 78 años
de edad. El año pasado sufrió un derrame cerebral, este año le diagnosticaron
tres hernias discales, que junto a la osteoporosis severa que sufre en sus
huesos, le imposibilita una buena movilización, sus hijos le han dicho que debería
comenzar a utilizar una silla de ruedas, pero se niega a esa idea. En su
sistema digestivo se le han detectado algunas ulceras, productos de tantos
medicamentos que ingiere para evitar los dolores. Un día a la semana le toca
hacer la cola del racionamiento por los productos regulados.“Usted qué cree,
que es justicia que una vieja como yo, tenga que estar madrugando para que me
traigan casi a rastras, a venir a calarme esta cola para comprar comida, esto
nunca se había visto en Venezuela, junto conmigo hay otros abuelos que llegamos
a las cinco de la mañana a las puertas del automercado, ubicado en San Martín,
y algunas veces hemos tenido que esperar hasta 8 horas, para que nos digan que
el camión no viene”, dijo Parada.
Luis Pantoja, es jubilado,
tiene 76 años y todos los miércoles religiosamente por ser el día que le
corresponde comprar, amanece en una cola.
“Esto es un abuso, aquí
pasamos frío, calor, hambre, esperando la llegada de un camión que no sabemos
si llega, a que nos ofrezcan cualquiera de los productor regulados. En algunos
comercios nos ofrecen algún tipo de preferencia para que compremos temprano, y
nos hacen una cola especial a los abuelos;, en otros nos tenemos que meter en
la cola de todo el mundo en donde hemos vivido abusos, nos hemos tenido que
calar la acción delictiva, a los bachaqueros (revendedores) y además
alteraciones de orden público”, relata a El Estímulo.
Y es así, en cualquier
comercio en donde se tenga que hacer cola, muchos de los usuarios son personas
de la tercera edad, abuelos que en sillas de ruedas, con andaderas, apoyándose
en bastones, solos o acompañados de sus familiares, se han visto obligados a
salir a la calle en busca de los alimentos necesarios para su sustento
diario.“Yo acompañé a mi abuela, una señora de 75 años a que viniera a comprar
a un comercio de La Candelaria, el día que le correspondía, el martes. Allí
estuvimos paradas más de ocho horas, todos los presentes observamos cómo los
grupos colectivos dejaban pasar a sus allegados ante la mirada indiferente y
cómplice de los funcionarios policiales, ese día estaban vendiendo dos kilos de
harina, dos kilos de azúcar y jabón de baño”, relata Angélica Rosales.“Cuando
ya estábamos llegando a la entrada, nos informaron que todo se había terminado.
Me enfurecí, insulté a los funcionarios, al final terminé llorando indignada,
no por mí, por mi abuela que tenía la cara quemada de tanto sol que recibió.
Estaba deshitratada y con hambre, nos fuimos a la casa sin nada de alimentos y
también sin esperanzas en que el gobierno logre encontrar solución a este grave
problema de desabastecimiento”, señaló Rosales.
01-04-16
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