Por Leonardo Morales
Los tiempos de exacerbada
crispación política tienden a producir decisiones políticas profundamente
cargadas de pasión, en la mayoría de los casos, desnuda de racionalidad, su
norte, su objetivo, el leitmotiv de su accionar está vinculado a una lucha
existencial, al desconocimiento de la existencia del otro, que al final no
migrará de estas tierras.
Unos y otros, rojos y no tan
rojos, azules en todas sus tonalidades, son indispensables para lograr que el
país pueda transitar, no sin dificultades y sobresaltos, con acuerdos y
disensos, hacia la reinstitucionalización de unos poderes públicos que han sido
secuestrados por una insania que impide el desarrollo político, económico y
social del país.
Un proceso político como el
vivido por Venezuela durante lo que va de este siglo, cargado de discursos de
clara apología a la violencia, de incitación permanente al odio, además, de una
clara exacerbación de diferencia de clases cuyo fin, más que reivindicativo se
presenta como vengativo, han producido una profunda herida que impide a los
venezolanos, líderes políticos, actores sociales y ciudadanos, actuar
atendiendo a una racionalidad que permita encontrar espacios de reencuentro
para impulsar políticas que satisfagan las necesidades colectivas.
Superar la política
existencial debió haber sido una práctica que debió desarrollar la oposición al
lograr el resonante éxito del 6D del año pasado, pero no lo hizo, más bien puso
fecha, atizo las brasas de la confrontación. El gobierno débil, afectado por
una crisis solo atribuible al modelo económico en el que se han empeñado,
tampoco buscó el camino que le correspondía para entenderse con la nueva
realidad política del país al dejar de ser la mayoría atropellante del pasado.
Ha echado manos de otros poderes, que sometidos a la voluntad del ejecutivo,
confrontan la voluntad de casi ocho millones de electores con decisiones
judiciales, al extremo de vulnerar los derechos políticos de los habitantes del
estado Amazonas al dejarlos sin representantes ante la AN.
Con este decorado como
escena de la política nacional resulta obvio que propuestas de acuerdo
nacional, espacios para el consenso y cualquier otra que sugiera que los
actores antagónicos exploren puntos sobre los cuales coincidir para la
superación de la crisis, tengan un rápido y contundente rechazo.
Ha sido esa política, la
impulsada por el chavismo, la que ha permitido el estado de desolación que vive
en país, sin que por lo pronto se observe en el horizonte algún paisaje que nos
haga prefigurar un cambio significativo de las relaciones de políticas que
permitan la reinstitucionalización del país
01-04-16
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