Por Leandro Area
Cumple 94 años Pompeyo
Márquez. De ellos ha dedicado más de 80 a la lucha política con dimensión
social y sustancial acento humano. Ha enfrentado retos físicos e intelectuales
que sólo la capacidad, la astucia y la suerte le han permitido sortear. Ha
sido, es, un hombre de entrega vital a las ideas que defiende y por las cuales
se ha batido con honestidad a lo largo de toda su existencia. Ha escrito, dicho
y hecho.
La historia política de la
Venezuela contemporánea es incomprensible sin su presencia. Márquez ha estado
allí, en el ojo del huracán, buscando hacer historia por transformar una
sociedad que ha considerado injusta en un país próspero y de todos.
Luego de una niñez rebelde,
que sufre su primera cárcel en la época de Juan Vicente Gómez, se hace
comunista. Se juega la vida desde ese bautismo. A partir de allí habla,
organiza, estudia, escribe, lee, se esconde, hace familia, va nuevamente a
prisión y sigue adelante. Son los años de la dictadura y contra ella se define
y asume riesgos de vida con responsabilidad. Cae la dictadura.
Estamos en 1958. Crece la
esperanza democrática dentro del “Espíritu del 23 de Enero”. Los comunistas son
excluidos del pacto puntofijista que firman los partidos Acción Democrática,
COPEI y URD, pero logran representación en las cámaras del congreso naciente.
Desde allí como tribuna popular, aportan trabajo diario, ideas y proyectos con
preocupación venezolanista.
Paralelamente, en el mundo
se vienen produciendo cambios políticos que encuentran repercusión en el
continente latinoamericano. Se afirma que las condiciones están dadas para la
insurgencia política armada y para la toma del poder. En 1959 Cuba se muestra
como espejo roto en el que se sienten reflejados partidos nacionales y se
levanta como faro de ejemplo en la política tropical. Toma cauce un singular
período de nuestra historia: Los años 60. La lucha de Pompeyo Márquez continúa
con nuevo rostro. Pelea, es perseguido, se disfraza, se esconde, cae otra vez
preso, construye túneles y escapa.
Tiempo de derrotas y de
reconstrucciones, de tránsito difícil hacia nuevos estadios de la lucha
política. Exilio interior. Ruptura con el comunismo. Paciencia enjaulada.
Aparición del Movimiento al Socialismo (M.A.S.). Pompeyo, como imán
protagónico, hecha sobre sus hombros, que no son tan sólo los de él, el difícil
proceso de componer en un movimiento político la fe aporreada de hombres que
han creído y luchado por ideales ahora vueltos trizas frente a la fuerza de las
evidencias. Día a día, en la oposición o en el gobierno, pasión constante. Cae
la democracia.
El Pompeyo de hoy no ha
cambiado en la médula, sigue siendo un político que no elude las embestidas.
Que conserva la majestad de la política. Que pelea por lo que cree con
franqueza porque no tiene flancos débiles. Que no se esconde ni huye de lo
hecho. Que no lo ha cegado la ambición de poder. Que no se ha corrompido. Que
cree en la conciliación a través del debate. Que es querido, respetado y
enfrentado. No hay términos medios en las respuestas a su química personal.
Venezuela cuenta con un
incansable trabajador por la libertad y por la democracia. Su energía se
traduce en la labor que desarrolla día a día. Transmite confianza. Es amigo en
todo trance. Es un honor para Venezuela tenerlo como hijo y un privilegio ser
de los que lo acompañamos.
29-04-16
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