Por Luis Pedro España N.
El gobierno tiene su agenda
más que cantada. Consiste en posponer hasta enero de 2017 la consulta del
referéndum revocatorio. Para ello se valdrá de demoras injustificadas, de
normalillas, de incisos y letras pequeñas. Con su fachada hipócrita tratará de
alargar todo lo que pueda la consulta. Sabe que la pierde. Cualquier elección
la perderá. Por eso lo mejor es posponer lo inevitable.
En el camino puede que la
oposición se desanime, que la invada la desesperanza, que surja de su seno esa
vocecilla que gusta a tanto sabiondo: “Otra vez no pudimos, hagamos lo que
hagamos ellos siempre ganan, el pueblo se acostumbró”.
Quienes así piensan no solo
son colaboradores del gobierno, sino que además expurgan sus temores
anticipando el fracaso. Si no se logra el objetivo, ya lo sabían; y si se da,
pues, disfrutan de las mieles del triunfo como si hubiesen ayudado en algo.
Son, con o sin intención, parte de nuestros enemigos.
Pero esa agenda de la
desesperanza puede y debe ser vencida por la oposición. La fulana planilla del
revocatorio puede que se haya entregado dos o tres semanas antes de lo que en
su agenda de posposiciones tenían previsto. La movilización, la amenaza de ir
juntos a reclamar el derecho constitucional, les adelantó el reloj de su
macabra demora. Ténganlo por seguro, sin presión no se habría entregado este
primer requisito.
Vienen nuevos y más intentos
de retrasar lo inevitable, el trabajo de la oposición es modificar el guion del
gobierno, el cual, como sabemos, responde a una agenda de supervivencia y de
ningún modo a una de reconstrucción o de soluciones para el país.
Si, efectivamente, pueblo y
oposición logran superar todas y cada una de las barreras hasta convocar el
referéndum revocatorio, ganarlo como lo estipula la Constitución (obtener 7,6
millones de votos) y, además, celebrarlo antes de 2017, pues entonces el
mandado estará hecho y el próximo capítulo será convocar a un gobierno de
unidad nacional, ganar las elecciones y enfrentar la crisis con haberes que
este gobierno simplemente no tiene.
Pero si ello no es posible,
si no se logra el referéndum para la fecha límite o, peor aún, si no se logra
ganar el referéndum con la cantidad de votos necesarios, entonces los
escenarios cambian completamente. De las dos malas noticias para la oposición,
perder el revocatorio parecería un escenario descartable, siempre y cuando este
tenga lugar antes de 2017. La crisis, la torta que definitivamente es el señor
presidente, junto al entusiasmo de una nueva esperanza, garantizan el triunfo.
Después de esa fecha será difícil movilizar a la población, nos embargará la
desesperanza que, como sabemos, es el juego preferido (o quizás el único) que
le queda al gobierno.
Dicho esto, las elecciones
de gobernadores serían la opción de acumulación de poder para la oposición. Una
buena mayoría de gobernaciones haría casi obligado un gobierno de cohabitación.
Si las cosas se agravan (hiperinflación de por medio) no es descabellado pensar
en un gobierno de transición dentro del propio chavismo (negociar desde el
poder siempre es ventajoso). Se trataría de una retirada ordenada que pondría
en apuros a la oposición y su necesaria unidad. Radicales y moderados irían a
un match en el cual el único ganador sería el gobierno.
Así las cosas, no superar
todos los escollos para ir al referéndum revocatorio es muy costoso para la
oposición y para el país. Se le daría aire, así esté envenenado, a un gobierno
sin futuro que no importa lo que haga perdería abrumadoramente en 2019.
¿El costo? Tres años más de
espera y de sacrificios. Más tiempo perdiendo el autobús de la historia. De
allí que después de la planilla solo queda seguir bregando para cambiar la
agenda del pasado y de privilegios mezquinos que quiere el gobierno.
28-04-16
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