Por René Núñez, 18/05/2016
Transitaba el Dr. Caldera su segundo gobierno cuando
le tocó vivir las consecuencias brutales que produjeron la baja del precio del
crudo petrolero, llegándose a situar por los $8/barril. Tal vez el más serio y embarazoso
aprieto que había tenido Venezuela en su historia democrática. Lo que forzó
hacer ajustes fiscales y económicos severos; entre otras, decisiones
impopulares tomadas, una de ellas, la privatización de la Siderúrgica del
Orinoco “SIDOR” para salvar su continuidad y sobrevivencia en el difícil y
competitivo mercado del acero. Bajo la administración
del Consorcio Ternium Sidor, la factoría
se recuperó, saneándose en pocos años los estados financieros en rojo recibidos.
“Estamos mal
pero vamos bien”, fue el mensaje que dio el gobierno de Caldera al pueblo
venezolano, a través de Teodoro Petkoff,
Ministro de Planificación, en tan malos, delicados y tensos momentos vividos. Una
declaración corta, clara y circunspecta. Con la cual se hizo un reconocimiento
de la grave realidad que atravesaba el país pero también oportuna para sembrar sosiego
y certidumbre de que el gobierno estaba ocupado buscando soluciones posibles y
certeras para superar la crisis económica. El “deber ser”, cumpliendo además con
el sagrado derecho de informar a los ciudadanos del proceder público.
En la economía, una decisión puede cambiar el rumbo de
un país. En positivo o en negativo. Es por ello, que los venezolanos no nos
explicamos cómo en las actuales circunstancias catastróficas, en lo económico y lo social, el
gobierno nacional no ha sido sensato con la república en asumir sus
responsabilidades que le corresponden, de acuerdo con lo establecido en la
Constitución Nacional. No ha sido capaz siquiera
de informar ni de reconocer sus desaciertos en materia de políticas públicas, a
pesar de haber contado con recursos y excedentes de ingresos petroleros suficientes
para haberlos invertidos en progreso (infraestructura) y desarrollo humano,
haberlos ahorrado en las reservas internacionales en prevención de una futura y eventual nueva baja del
precio petrolero, y no cómo ocurrió, dilapidarlos sin control alguno ante la mirada complaciente
de la anterior Asamblea Nacional. Para colmo, destruyeron el aparato productivo
privado. Por razones ideológicas.
La crisis les explotó en sus manos, para evadir responsabilidades
se han dedicado a la tarea permanente de fabricar “chivos expiatorios” y
enmendarles la total responsabilidad de su gestión pública dilapidaría. “Guerra
económica” “Álvaro Uribe” “Barack Obama”, son entre otros, las “cabezas de
turco” señaladas.
Por otra parte, siguen optando por la conflictividad
de poderes con apoyo del supremo poder de la justicia el cual viene declarando
todas las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional como inconstitucionales;
impidiendo al Legislativo una función fundamental como la de controlar la
Administración Pública.
Entretanto, los ciudadanos, además de sufrir la
secuela del desabastecimiento de alimentos, medicinas y productos, la inflación, la reducción progresiva del
poder adquisitivo, incremento del
desempleo, la inseguridad y la impunidad, estamos siendo objeto de
desconocimiento de la voluntad expresada el 6D, como fuente originaria de
legitimidad e institucionalidad y de representación política. Casi 8 millones
de electores impusieron con sus votos una mayoría calificada de diputados opositores
para rescatar la funcionalidad de la AN, y la búsqueda de una visión democrática
de la salida de la crisis.
Ya basta de conflictividad de poderes. El
empobrecimiento de los habitantes no es una percepción, una realidad. El Estado
no puede ignorar sus responsabilidades con los ciudadanos, a quienes se deben.
Las cifras de heridos y enfermos en hospitales, de presos en cárceles y de
entierros en el cementerio, son alarmantes; lo peor, no se ve intenciones ni
soluciones viables para encarar estas dificultades y desequilibrios. Hacia
afuera solidaridad e integración, hacia adentro todo lo contrario.
Los domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3
FM
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