JOSÉ V. CARRASQUERO A. 30 mayo de 2016
Quienes
me conocen saben que puedo ser considerado un moderado en términos de la
política venezolana. Aunque sé que no lo logro, trato que mis análisis sean lo
más equilibrados posibles para maximizar la probabilidad que el lector llegue a
su propia conclusión con la menor influencia posible de mi parte.
Dicho
esto, pienso que los venezolanos debemos proclamar ante el mundo que sufrimos
una dictadura feroz y descarnada que no se ocupa siquiera de demostrar un
cierto grado de humanismo con al menos los familiares de aquellas personas que
han muerto por enfermedades que la desidia gubernamental no ha permitido
tratar.
Una
vez derrotados en las elecciones del 6D, los chavistas junto a sus jefes
cubanos comenzaron a urdir la manera de secuestrar la victoria opositora y
someter a la mayoría a los intereses de una cúpula corrompida que ve en la
pérdida del poder un camino que conduce a muchos de ellos a prisión.
Es así
como el anti democrático e innombrable ex presidente de la Asamblea Nacional,
desconociendo que carecía de todo legitimidad, continua con el nauseabundo
proceso de nombramiento de unos jueces del tribunal supremo que sustituirían a
aquellos que habían sido obligados a jubilarse por órdenes superiores. He aquí
un indicador de clase política dispuesta a romper cualquier regla de juego con
tal de garantizar de cualquier forma no salir del poder.
Una
revisión somera del los historiales de vida de algunos jueces demuestra que no
cumplen los requisitos para ocupar esos altos cargos del Estado. Eso los hace
rehenes de quienes lo nombraron y los pone en la situación de dictar las decisiones
que mejor beneficien a la cúpula gobernante. Jueces que antes ocuparon cargos
gubernamentales de confianza del presidente de la república, jueces que fueron
diputados del partido de gobierno y que además no tienen las calificaciones
requeridas para el ejercicio del cargo.
Este
elemento, a mi entender, ayuda a
explicar la dictadura que estamos sufriendo. Un mediocre diputado que nunca
ejerció como abogado, sin las credenciales requeridas, despacha de un plumazo
que el mejor sistema electoral del mundo no es tal y suspende la elección de
diputados del Estado Amazonas. Caso que duerme el sueño de los justos sin
pronunciamiento de los poderes.
El
Consejo Nacional Electoral, tan peleado por Chávez como necesario para que esa
institución no dependiera de los intereses de los partidos políticos terminó en
el triste papel de secretaría del PSUV. El CNE y sus funciones han sido
expoliados por una camarilla de individuos políticamente corrompidos que solo
ven en esa dependencia un mecanismo para
dilatar el momento en el que tendrán que rendir cuenta ante la justicia.
Volviendo
al TSJ y al sistema judicial en su casi totalidad, vemos como las personas son
apresadas y privadas de libertad por el tiempo necesario para que se inventen
los casos en su contra. Venezuela se ha llenado, tristemente, de presos
políticos. De los que el gobierno necesita para justificar ante los poco
sensitivos dirigentes de otros países las tropelías que comete en una falsa
acción de defensa de la inexistente democracia venezolana.
El
caso de Maduro es verdaderamente patético. A un individuo sin preparación
alguna para el cargo que desempeña y con ausencia total de carisma no le queda
otra que usar la vieja quincalla cubana de decir que usará las armas y las
fuerzas armadas para defender la paz en Venezuela y combatir la guerra
económica. Ni hay paz en nuestro país ni existe tan cacareada guerra económica.
Maduro
ha recurrido a la artimaña del estado de excepción, en complicidad con el
corrompido TSJ, para poder tratar de remendar los entuertos de una administración
que convirtió nuestra riqueza en la más atroz pobreza que cualquier persona
viva en Venezuela pueda recordar. Con ese estado de excepción sigue manejando
nuestros recursos de una forma discrecional. El problema con Maduro es que su
mediocridad es tal, que depende un podemista español (Alfredo Serrano Mancilla)
que poco entiende de economía para manejar las finanzas del país.
El
colmo es una cúpula militar al servicio del PSUV que deja en pañales a la
promoción que tanto le gustaba a Chávez nombrar y de la que Vielma Mora forma
parte. Los castrenses fueron a unos ejercicios que pusieron en evidencia que
nuestras fuerzas armadas no entraron todavía al siglo veintiuno. Solo se
prestan, a través de la tristemente desprestigiada Guardia Nacional, a la represión
del pueblo desarmado y en necesidad de manifestar su disgusto con la peor
calidad de vida de los últimos cien años.
La
Asamblea Nacional, producto de la más reciente manifestación del pueblo
venezolano en rechazo a las políticas de Maduro ha sido reducida y maniatada
por una no separación de poderes agavillada en contra del venezolano y la
Constitución.
Esta
hora negra que vive Venezuela debe ser denunciada sin ambages y falsas posturas
como lo que es: una dictadura desalmada que mediante el hambre y el terror
represivo ha reducido a la población a la pobreza y la postración.
Administrada
por una cúpula de herederos corrompidos hasta los tuétanos, esta dictadura
desdeña las necesidades del pueblo para atender con benevolencia y servidumbre
a los grandes capitales ante los que no se atreven a proponer una renegociación
de la deuda que les haría perder el acceso a los pingües beneficios que estos
mecanismos dan ante su permisividad para el lavado de dinero mal habido.
Los
venezolanos como un todo tenemos que denunciar ante el mundo que en Venezuela
se ha instaurado una dictadura y que estamos en nuestro derecho de repudiarla y
combatirla hasta conquistar la libertad.
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