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domingo, 17 de julio de 2016

Crisis por falta de ¡inteligencia!, @jesusalexisgon



Por Jesús Alexis González, 16/07/2016

Resulta una verdad incontrovertible, señalar que el movimiento chavista asumió un dogmatismo ideológico sustentado en la Tercera Internacional de 1921 como fundamento (100 años después) de su indefinido socialismo del siglo XXI como alternativa para “rescatar” el orden y la eficiencia de una “democracia amenazada por su pésimo desenvolvimiento económico y una elevada corrupción”; a la luz de una repetición memorística de frases hechas alejadas de la internalización cognitiva de los principios marxistas con desgastada referencia (mediáticamente populista) hacia la “necesidad” de una revolución, que implica (lo cual no parecen conocer) una modificación de las relaciones de producción (conjunto de relaciones económicas que se crean entre los ciudadanos en el proceso de producción, cambio, distribución y consumo de bienes materiales), al igual que un cambio del modo de producción (integración de las relaciones de producción). Asumen, que ese es el camino (la revolución) para obtener el poder y para consolidarlo han intentado (con poco éxito) la colectivización de los medios de producción en favor del Estado (hasta su desaparición ¿?), los cuales son puestos a la disposición del gobierno en la etapa de transición (¿?), al tiempo de fijar unilateralmente los criterios para que el hombre actúe en el marco de un sistema socialista, entendido como un ordenamiento político, social y económico donde los factores de la producción (tierra, trabajo, capital y empresario) pasan a ser propiedad del “pueblo” bajo la figura de una administración colectiva tutelada por el gobierno, quien enfatiza en procurar la demolición del sector privado (y de la “oligarquía”) sin haber creado las condiciones para levantar desde los “escombros” (contrariando la ortodoxia marxista) un amplísimo sector público, una concentración de capital y un partido único; en pro de la utópica construcción de una sociedad donde no habrá clases sociales subordinadas a otras, olvidando (si estuvo en su memoria) que el fin del bloque socialista mundial se inició en la Unión Soviética a partir de 1985 con la llegada de M. Gorbachov y su Perestroika, al igual que en China desde 1978 con el plan de reformas del mercado que han venido profundizando a partir del 2013.

En razón de ese accionar huérfano de coherencia conceptual, Venezuela se encuentra hoy día ausente de un sistema económico al no contar con un conjunto de procesos vinculados funcionalmente mediante políticas, relaciones, reglas, procedimientos e instituciones que faciliten el funcionamiento económico del país en el marco de un ordenamiento jurídico que propicie el desarrollo de las fuerzas productivas en torno a un modelo económico cuya estructura haga viable la interacción del colectivo social (sin discriminación) a través de la instrumentación de políticas públicas; bajo la premisa que la existencia de un sistema económico está condicionada a una eficiente interrelación entre el régimen sociopolítico (concepción y estructuración del Estado) y los principios jurídicos y administrativos, teniendo como norte una clara visión de largo plazo sobre la generación de bienestar para el pueblo (¡todos!) como respuesta a una concreta estrategia de desarrollo económico-social.

Este escenario someramente descrito, es diametralmente opuesto al enfoque del movimiento chavista perfilado como un totalitarismo de Estado apoyado en una burocracia clientelar que actúa como operadores políticos bajo el influjo del yugo populista (socialismo rentista), priorizando el consumo masivo sobre la inversión al extremo de distorsionar los precios relativos en su rol de “informar” sobre qué y cuánto producir induciendo un ambiente de desabastecimiento, que intentan paliar recurriendo a la humillante e indignante entrega de “bolsas de comida”, al tiempo de ampliar los controles aunado a una criminalización de los mayoristas y distribuidores supuestamente inmersos (“en complicidad con los productores y bachaqueros”) en una fantasmagórica guerra económica; cuyos elementos de “batalla” parecen identificarse con una guerra gubernamental contra la economía de mercado y la participación privada. Sirva de referencia unos pocos datos por razones de espacio: A.-Cuando el movimiento chavista llegó al poder en 1998-99 existían 14 Ministerios y en 2016 se cuenta con 32 (incluido el de la Suprema Felicidad) para un incremento del 128%, complementado con los 107 Viceministerios creados por el actual Presidente de la Republica; B.- En 1999, la nómina de empleados públicos se situaba en unos 1.125.326 mientras que en 2016 llegan a más de 3,0 millones para un incremento del 172%; C.- En 1999, la producción petrolera alcanzaba los 3,3 millones b/d siendo que en 2016 (IT) apenas llega a 2,6 millones b/d para una disminución del 21,2%; D.- En 1999, PDVSA contaba con 40.625 empleados cifra que creció hasta 140.726 en 2016 para una variación del 246,4%; E.- En 1999, el consumo de carne importada era de tan solo un 1% y en la actualidad importamos el 52%; siendo que en promedio más del 85% de los ingredientes del “pabellón criollo” son importados (caraotas en un 90%); F.- En 1999, exportábamos unos 400 mil quintales de café y ya para 2009 no exportamos nada al tiempo que en 2016 importamos el 57% del consumo nacional; G.- En 2016, más de 3,5 millones de “compatriotas” se acuestan sin comer y unos 4 millones comen una sola vez al día; H.- En 2004, Venezuela participaba con el 9,9% del PIB nominal de la OPEP, en 2015 un 7,9%, para 2016 un 6,5%, con un estimado del 4,9% para 2017 y de 3,4% en 2018.

Entrar en el campo de la obviedad, nos permite sostener que una profunda reestructuración de la sociedad, de la institucionalidad y de la economía exige poner en marcha el motor de la inteligencia (capacidad de elegir entre varias posibilidades, aquella opción más acertada para la resolución de un problema), a efectos de perfeccionar un sistema económico con eficiente interrelación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. Demás está señalar, que en la actualidad (salvo un RR en este 2016) tal planteamiento se ubica en el campo de la ingenuidad, habida cuenta que el denominado “alto gobierno” demuestra, para dialogar,  muy pocas de las ocho inteligencias con las cuales puede contar el ser humano;  muy especialmente de la inteligencia intrapersonal (capacidad de estar en profundo contacto consigo mismo, consciente de sus cualidades, limitaciones y de fijarse metas personales) y de la inteligencia interpersonal (capacidad de establecer y mantener relaciones sociales, comprender a los demás y comunicarse con ellos); las cuales son de vital importancia para un sano ejercicio de la política-partidista.

En síntesis, solo nos queda seguir ejerciendo presión de calle para la celebración del referendo revocatorio presidencial durante este 2016.


Jesús Alexis González

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