Fernando Mires 03 de julio de 2016
Noticias
inquietantes llegan desde Venezuela.
Según
diversas fuentes, el encargado de destruir la senda que lleva a la revocación
constitucional del mandatario Nicolás Maduro, el Alcalde de Caracas, Jorge
Rodríguez, ha ordenado a la Sala Constitucional invalidar toda posibilidad de
revocar al gobierno por lo menos durante el año 2016.
Vanos
parecen ser los avisos de los dirigentes de la MUD al gobierno advirtiendo que
la salida constitucional es la única alternativa a un estallido social de
proporciones nunca imaginadas. En ese sentido el Referendo Revocatorio (RR)
puede ser visto como un puente constitucional tendido por la oposición al
gobierno para que acceda desde la vía pacífica hacia una transición que asegure
la superación de la crisis económica y el caos gubernamental.
La
visión del gobierno parece ser otra. “Fase de resistencia” ha llamado Maduro a
la coyuntura actual, imaginando tal vez que esas seis personas, más bien una
pandilla, que controlan todo el aparato del estado, son héroes luchando en
contra de millones de ciudadanos y decenas de países latinoamericanos y
europeos al servicio de un supuesto imperio mundial.
Desde
una perspectiva más realista, la fase actual puede ser vista no como la que
liquidará el clamor creciente por el Revocatorio, sino como un momento más en
la historia del Revocatorio. Por lo menos hay un punto claro: cuando se escriba
la historia del fin del gobierno de Maduro, el capítulo de la lucha por el RR
ocupará sus páginas centrales. No se requiere ser profeta para afirmarlo.
La
historia del RR no va a ser simple de narrar en el futuro. Ha sido en gran
medida el resultado de un duro debate (como debe ser en política) en el seno de
la oposición. Después de la derrota aplastante sufrida por el gobierno el 6-D,
la MUD, ante la evidencia de la formación de un doble poder al interior del
Estado, abrió al gobierno una posibilidad de entendimiento entre el ejecutivo y
el legislativo. El gobierno optó por desconocer la potestad de la AN,
levantando entre gallos y media noche una valla jurídica, el TSJ, absolutamente
dependiente de sus órdenes.
Bajo
esas condiciones la oposición organizada en la MUD no tuvo otra alternativa
sino enfrentar al gobierno en esa lucha de poderes declarada desde el propio
ejecutivo. El dilema no podía ser otro: o aceptar una invalidación
inconstitucional de la AN, representante de la mayoría absoluta de la nación, o
proceder a la activación de los mecanismos que llevan a la destitución
constitucional del gobierno.
Dentro
de la MUD fueron barajadas diversas opciones (Enmienda constitucional, Asamblea
Constituyente, presión por la renuncia del mandatario) La discusión amenazaba
alargarse hasta el infinito. Recordemos que de modo surrealista la dirección de
la MUD intentó levantar las cuatro opciones a la vez y si no hubiera sido por
la acción de algunos dirigentes, sobre todo Henrique Capriles -quienes
entendieron que el RR, en sus más diversas fases, suponía la más intensiva
participación de la ciudadanía- la MUD todavía estaría discutiendo a puertas
cerradas.
Como
es sabido, las luchas por el RR, el
“Firmazo” primero, las jornadas por la validación después, ya son capítulos de
una gesta democrática, popular y nacional. Leopoldo López, el otro gran líder
de la oposición, en un gesto de nobleza que lo enaltece, reconoció el papel
jugado por Henrique Capriles en la lucha por el RR. Comenzó así a sellarse una
unidad inédita en la historia de la oposición venezolana. Vendrán nuevos pasos,
cada uno a su tiempo. Así lo ha anunciado Henrique Capriles. Lo importante es
no saltarse ningún paso. El que se salta uno, pierde.
Pero
más allá de los diferentes liderazgos personales aparecidos en el seno de la
oposición, el RR ha llegado a transformarse en el eje de la lucha democrática
venezolana. El RR, efectivamente, ya ocupa la máxima centralidad de la acción
política. Es hegemónico, es mayoritario, es constitucional y por lo mismo, es
legal y legítimo a la vez.
El RR
ha terminado por trascenderse a sí mismo. No solo implica una opción electoral
(en contra de un régimen devenido en anti-electoral). Las dos erres unidas han
llegado a ser el símbolo de las luchas democráticas del pueblo venezolano.
Alrededor de esas siglas ha sido configurada una unidad que va más allá del
acto revocatorio.
El
Revocatorio es en estos momentos el “partido político” de la mayoría de la
ciudadanía venezolana. Como en los tiempos de la Polonia comunista, cuando
alrededor de la palabra Solidarnosc fueron articulados diferentes intereses
sociales -urbanos, agrarios, políticos y religiosos- alrededor de la palabra
Revocatorio, una masa ayer atemorizada por bayonetas se ha ido constituyendo
como pueblo político. En ese sentido el Revocatorio es medio y fin a la vez.
Por un lado su fin es cambiar de gobierno. Por otro, es un medio destinado a
consolidar a la ciudadanía democrática.
El RR
ya tiene su propia épica. “El heroísmo de los bolígrafos” tituló a esa épica el
escritor Alberto Barrera Tyszka en un conmovedor homenaje dedicado a esas
caravanas de seres humanos que venciendo todo tipo de obstáculos –geográficos,
militares y para-militares- llegaba a los centros de validación para estampar
su firma. Así se comprueba una vez más que la épica por si sola jamás generará
una política, pero al revés, que una política con objetivos claros y bien
explicados, sí puede generar una épica. De este modo, lo más probable es que si
la Sala Constitucional invalida el RR, ese RR seguirá de largo a través de una
gran desobediencia civil y abrirá sus propios caminos. Hasta revocar. O si se
prefiere: hasta derrocar.
Bajo
esas condiciones, Maduro deberá elegir. O abandonará el gobierno perdiendo el
RR pero saliendo con honor por la puerta de adelante o abandonará el gobierno
saliendo como un ladrón en la noche por la puerta de atrás. El todavía
(dudosamente elegido) presidente está situado en el justo medio de un espacio
que se extiende entre el Revocatorio y el “Redocatorio”.
¿Hay
otras alternativas? La historia es una caja de sorpresas y nunca los desenlaces
se dan de un modo purificado y mucho menos, lógico. Revocatorio y “Redocatorio”
son solo los límites del espacio que ocupa en estos momentos el régimen
post-chavista. Ese régimen deberá optar, variantes más o menos, entre esos dos
límites: uno constitucional, otro, abiertamente anticonstitucional.
Tanto
más preocupante y compleja aparece hoy la disyuntiva si tenemos en cuenta que
Venezuela está surcada por dos luchas paralelas. Una es la lucha en contra del
hambre. La otra es la lucha por la libertad, expresada en el RR. La primera
-una lucha al margen o fuera de la ley- no tiene formato político ni conducción
centralizada.
Es
simplemente lucha por subsistir. De ella dan cuenta los saqueos, los robos, la
criminalidad organizada. Ese tipo de lucha, cuando escala, nunca se convierte
en revolucionaria, como creyeron algunos chavistas, Chávez entre ellos,
glorificador y mistificador del Caracazo del año 1989. Esencialmente
destructiva, sin visiones de futuro, sin programas, hija de la desesperación,
esa lucha puede desbancar instituciones e incluso a gobiernos, abriendo así el
espacio a toda suerte de aventureros, principalmente uniformados.
Fue
Hannah Arendt, cuando en su libro “Sobre la Revolución” al analizar las
diferencias entre la revolución norteamericana y la francesa, entendió a la
primera como el resultado de una gesta predominantemente ciudadana. A la
segunda, en cambio, la entendió como el cruce de masas hambrientas con
iluminados y fanáticos que imaginaban actuar en nombre de la razón absoluta de
la historia. Esa, la segunda, trajo consigo a la terrible dictadura de
Robespierre, a la guillotina y después a los militares golpistas comandados por
Napoleón. La primera, en cambio, aseguró los soportes políticos de los EE UU a
través de una Constitución que permitió la democratización progresiva de los
estados federados, pasando, claro está,
por una cruenta guerra civil.
Diversos
países han debido optar después entre alternativas semejantes. La Venezuela de
hoy ya se encuentra en los límites de esa opción. Solo cabe esperar que la
salida por revocación, esto es, la salida constitucional, se imponga por sobre
la salida por derrocamiento. Difícil será que mentes oscuras y atormentadas
como las de Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez -después de todo a ellos se les
va en juego la vida política– logren entenderlo así. Pero siempre queda la
esperanza de que un diminuto rayo de luz aparezca dentro del PSUV. Al menos,
leyendo Aporrea –órgano teórico del PSUV- es posible advertir como las voces
disidentes dentro del gobierno aumentan cada día. Más y más.
De lo
que sucede al interior de los cuarteles nadie, como siempre, sabe nada. No
obstante, diversas experiencias históricas similares han mostrado que en
situaciones como las que vive Venezuela siempre habrá generales, o por lo menos
simples oficiales, que aguardan con paciencia el momento histórico en el cual
aparecerán como “salvadores” de la nación
sin que nadie –o muy pocos- se los pida. Habrá que mantener el alerta
frente a esa mala eventualidad.
Razones
suficientes para pensar que solo un Revocatorio, legalmente acordado para el
año 2016, podrá salvar a Venezuela de la locura colectiva. Esta es, al menos,
mi opinión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico