Carlos Raúl Hernández 18 de julio de 2016
@CarlosRaulHer
-“Alicia: ¿adónde van estos
caminos?- el Gato: depende de dónde quieras ir tú-”. Lewis Carol
El
gobierno deambula dentro del laberinto, de la angustia sin salida, con la boca
seca y el corazón contraído. Vaga entre compactas paredes, todas infinitamente
iguales, marcadas por inútiles rasguños e inscripciones de otros condenados que
se perdieron. Lo amenaza consumirse en la claustrofobia y la inanición, sed,
soledad, o toparse al final un monstruo carnicero con cabeza de toro que devora
a sus víctimas. La única redención es hallar el hilo de plata que conduce por
los vericuetos hasta la salida. Uno sobre otro se apilan los esfuerzos,
repetidos, frustrados, las esperanzas de tener suerte esta vez, que se produzca
el milagro y conseguir por fin la ruta salvadora. Y las paredes de la trampa no
tienen necesariamente que ser de concreto. Luego de derrotar a los alemanes en
Normandía en la Segunda Guerra, el ejército norteamericano estuvo meses sin
avanzar ni quinientos metros.
Se atravesó en su camino un laberinto natural e impenetrable de yedras subestimado en los mapas, e inutilizó tropas que venían del más grande triunfo militar de la Historia. Pero los peores laberintos son los intelectuales, las trampas de la fe que describe Octavio Paz. Las ideologías derogadas que impiden moverse al cerebro y que se fugue del calabozo de errores y mentiras. Lo ocurrido el lunes 11 de julio es un hecho que marca un antes y un después, al investir al ministro de la Defensa como jefe de gobierno por encima de los demás cargos menos uno. Otorgarle el máximo de facultades y poderes para que enderece lo que podría ser perfectamente enderezable, es un ataque por sorpresa, pero solo será útil si salen del laberinto mental, la desvencijada revolución de Giordani-Mengele, que arruinó a los productores porque en su cultura de manuales soviéticos eran “la burguesía” y “el capitalismo”. Ahí nace el hambre de hoy.
Pacto de sangre
La fórmula no es claramente identificable en la Constitución pero todos los ministros le rendirán cuentas. Es una carambola de tres bandas y revela que juegan una partida en la que se atienden los objetivos políticos con maña y dedicación, más de lo que comúnmente se supone. El primero es que en adelante no se podrá decir que solo algunos grupos de oficiales privilegiados sostuvieron el andamio roto, porque la fuerza armada como conjunto se incorpora plenamente a la acción. Pasan a dirigir, a trazar estrategias económicas y sociales. A contramano, este compromiso se paga con más poder a la oficialidad para atemperar emociones inmoderadas. Pero, ¿será que los militares optaron por la inmolación en este pacto de sangre, como aquel cura dominico que decidió ir a la hoguera en vez de Savonarola, tal era su fe en él?
¿O será que el investido está dispuesto a hacer uso del poder plenamente, para bien o para mal? Él tiene en su morral varias historias y tantas vidas como el aludido Gato de Alicia en el país de las maravillas. Logró sobrevivir por lo menos a dos momentos en los que se le consideraba missing, y eso no es poca cosa en la delicada cuerda floja sin malla protectora por la que caminó el país la tarde del 6D y desde la mañana del 5E. Pero comienza con una tarea mal definida como Misión Abastecimiento Soberano y si no resuelve los contenidos de esta nomenclatura, el país se descompondrá más y más, ahora en sus manos. Este peligroso desfiladero de hambre no se puede enfrentar con los turbios y náufragos mecanismos concebidos para destruir las redes de producción y distribución creadas por la sociedad durante décadas. Desde el Plan Bolívar 2000, pasando por Mercal, Pdval, las comunas y ahora los CLAPs.
Final del juego
Todos narran una corrupción sin límites, putrefacción de alimentos, derroche y abuso igual que en todos los socialismos en el mundo. Prevenir lo que podría convertirse en hambruna -modificación de parámetros demográficos por hambre- implica reconstituir las redes de distribución naturales de alimentos, automercados, abastos, bodegas, mientras se crean las bases macroeconómicas que permitan obtener divisas para producir e importar. Pero para distribuir alimentos y medicinas primero debe haberlos, eso requiere recursos que vendrán solo como parte de una reforma económica. ¿Estarán dispuestos el Presidente y su nuevo súper en funciones a agarrar la cuerda de plata que Ariadna dejó para salir del laberinto? ¿O prefieren que la desgracia se apodere totalmente del destino?
Estamos en los capítulos finales y la diferencia entre la tragedia y la recuperación está ahora en manos de la FAN.
No podrán escapar a eso que en los discursos llaman el juicio de la Historia. La masiva invasión de venezolanos a Cúcuta se pareció demasiado a lo ocurrido en Berlín en 1989, debilitó más al gobierno ante los militares y subieron la apuesta. Saben que lo único que impide una reacción en cadena de hechos como los de Cumaná y Delta es la fuerza y que ellos tendrán que dar la cara por lo que ocurra. No quieren cargar sobre su pescuezo semejante responsabilidad a cambio de palmaditas de agradecimiento, sino de poder, lo exigieron y lo lograron. Seguramente el superministro desea mejorar las cosas… pero, ¿puede, cuenta con el equipo dotado del bagaje conceptual necesario? ¿Serán acatadas sus decisiones por los fanáticos de la lucha de clases? ¿O seguirá la pretensión de organizar la vida del país de acuerdo con un esquema muerto en todo el planeta? ¿Adónde quiere ir Alicia?
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