Por Simón García
Cualquier observador puede
formular sensatamente la probabilidad de que el referendo revocatorio se hará
este año. Si juzga sólo por la fuerza del régimen en los centros que pueden
impedirlo, el CNE y el TSJ, tendría que pronosticar que no habrá referendo ni
el 16 ni en el 17.
Pero la inexistencia de
condiciones democráticas altera los escenarios para todos los contendores. Las
fuerzas de cambio, defendiendo la vigencia de la Constitución, enfrentan
procederes autoritarios, inclinados a colocarse fuera de ley, por lo que no
deben ser ingenuos. Y las fuerzas conservadoras, centradas en perpetuar al
gobierno para mal del país, corren el riesgo de perderlo todo al jugar con la
situación que padece la población, con la crisis y la pérdida de
gobernabilidad.
Una mirada estática y
esquemática dibuja dos campos de fuerza. Las que pueden contribuir a realizar
el revocatorio este año y las que buscan impedirlo o diferirlo. En el primero
están la inmensa mayoría del país, la Asamblea Nacional, los partidos
relacionados con la MUD, instituciones como la Iglesia, las organizaciones
internacionales y los gobiernos interesados en un diálogo con resultados. Entre
los bloqueadores están el poder ejecutivo, el TSJ, el CSJ, el control de los
medios y el manejo clientelar del presupuesto.
La Fuerza Armada en su
conjunto es un actor que se mueve bajo el paradigma de la obediencia,
prisionera del espejismo de la legitimidad de origen de Maduro, pero sensible a
los efectos de la crisis, al impacto de la razón constitucional y a la comprobación
activa de la legitimidad del soberano frente al gobierno.
Los resultados van a
depender del buen hacer político, de la contundencia de la táctica y de la
firmeza para mantenerse, pese a todas las provocaciones que vienen, en el marco
constitucional, electoral y democrático. La tragedia o el destino escrito en el
modelo que sigue el gobierno es que no puede situarse en ninguno de estos
ámbitos.
Su apelación a la
arbitrariedad, a la ilegalidad y a la represión lo está colocando en una
transición regresiva y propia de los poderes reaccionarios: oponiéndose al
pueblo, pateando la Constitución y conformando una autocracia no competitiva
que es el apodo profesional de un régimen totalitario. El gobierno bracea mar
adentro, no buscando la felicidad, sino defendiendo negociados, privilegios e
ilegalidades.
Esta involución sólo puede
evitarse acordando un cambio de gobierno en interés del país. El referendo ya
no es una demanda de la oposición, es el camino menos costoso para todos.
¿Podrán entenderlo los que
no tienen ojos para verlo?
25-09-16
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