Por Luis Pedro España
El gobierno, como parte de
su permanente falta de originalidad y angustiosa búsqueda de oxígeno, recurre a
recetas y lógicas política importadas independientemente del contexto y la
realidad. Igual le da por el “No pasarán” que la falange humilló, que por los
cánticos de la izquierda unida que no lograron sostener al presidente Allende.
Ahora su no tan nueva consigna es la paz, y aprovechará el contexto de la
vetusta organización de los No Alineados para vocearla con fuerza.
La paz, en la tradición de
los movimientos progresistas, que estos izquierdistas de manual desconocen,
siempre fue vista como una aspiración conservadora de los instalados en el
poder para desmovilizar a las fuerzas de cambio. Actuando como tales, el
gobierno se desgañita y bate gargantas por la paz cada vez que la oposición se
moviliza para reclamar su justo derecho. La paz es instrumento de chantaje y
amenaza para un pueblo que padece de miedo estructural producto de la represión
que sostiene al régimen y de la inseguridad que han sido incapaces de combatir.
El gobierno ha convertido su discurso por la paz en el arma de guerra contra el
país.
Teóricos de la violencia,
como Johan Galtung, inspirador de varios movimientos pacifistas, desarrollaron
el concepto de la violencia estructural, para desenmascarar, entre otros, a
gobiernos como el nuestro que se esconden tras la paz para seguir generando
condiciones estructurales de violencia.
Esta violencia estructural
corresponde a un tipo que, sin ser violencia directa o física, no solo es
atentatoria contra la dignidad humana por los elevados saldos de pobreza y
sufrimiento que se generan desde modelos económicos fracasados, dictaduras políticas
que se aferran en el poder o intereses particulares que se imponen sobre los de
la mayoría, sino que opera como base sustentadora de la violencia visible, la
que mata y de la que solo se alarman, cuando aparece, los observadores
superficiales, perdón, internacionales. Debe ser por eso que Galtung se
caracteriza por ser uno de los buenos críticos del sistema internacional.
La paz que pregona el
gobierno es un tipo que Galtung denominó negativa. Es la paz que no va a la
raíz del problema, es la paz que llamamos conservadora. La que inmoviliza, la
que mete miedo con la propia violencia, es en definitiva la paz de los
sepulcros.
La paz verdadera sería
entonces la positiva, la que va a las bases, la que trata de cambiar las
estructuras que generan violencia. En palabras de Galtung, el trabajo por la
paz solo comienza cuando se reconoce que el conflicto tiene su origen en las
estructuras que lo provocan y no así en la propia interacción violenta y
directa que sería su consecuencia.
¿Cuál es la causa de la
violencia en Venezuela? La pobreza, la exclusión, el cierre de los caminos
institucionales para la resolución de conflictos, la imposición de una idea y
de modelos que nadie comparte, la censura y criminalización de la disidencia.
Esas son las causas de la violencia, de la que no se ve, pero también de la que
sí se ve y que cada vez es más utilizada por los órganos represivos del Estado.
Esta semana, allá en
Margarita, un gobierno conservador, disfrazado de progresista, como muchos de
los gobiernos que asisten al anacrónico foro de la Cumbre de los No Alineados,
se develará como el paladín de la paz. Bregará por su estabilidad, a través de
mantenimiento de las estructuras injustas que hoy generan la verdadera
violencia en Venezuela. Serán a final de cuentas propulsores de una paz que
necesita de varios miles de funcionarios de seguridad para resguardarla, para
dar la impresión de que todo está en calma, para mantener a la isla presa,
secuestrada y en silencio… en negativa paz.
15-09-16
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