Fernando Mires 16 de septiembre de 2016
Ya podemos imaginarnos el acto de clausura
de la cumbre del MPNA. Nicolás Maduro pronunciará un discurso recordando con
voz entrecortada el legado del Presidente Chávez. Los representantes de Bolivia
y Nicaragua no podrán contener las lágrimas. Millones de venezolanos apagarán
la televisión maldiciendo a las cadenas de Maduro. En el Hotel Venetur de la
bella isla Margarita nadie escuchará el ruido infernal de las cacerolas
retumbando en toda la nación.
El
Movimiento de los No Alineados (MPNA) no es un movimiento y no es no-alineado.
No es un movimiento porque no persigue un objetivo común y no es no-alineado
porque el no-alineamiento, válido en los marcos de la Guerra Fría – ya no rige
Lejos
están los tiempos (mediados de los años cincuenta) en los cuales líderes como
Nasser desde Egipto, Nehru desde la India, Sukarno desde Indonesia, Tito desde
Yugoslavia, y otros, levantaron la idea de formar un gran frente internacional
tercerista, anticolonialista y tercermundista.
Tercerista,
porque intentaba romper la bi-polaridad impuesta por el dualismo EE UU- URSS.
Anticolonialista, porque la mayoría de las naciones provenía desde un pasado
colonial. Tercermundista porque también en su gran mayoría, se trataba de
países económicamente subdesarrollados o –según la jerga de la época – en vías
de desarrollo.
El
MPNA perseguía objetivos políticos y económicos. Los dos más importantes eran
la soberanía internacional y el “despegue” económico hecho sobre la base de una
cooperación recíproca entre sus miembros. En siete conferencias esos principios
fueron confirmados en respectivas declaraciones. En sus momento de auge, a
comienzo de los años ochenta, el MPNA llegó a contar con 120 países.
Sin
embargo, la geopolítica internacional desvirtuó muy pronto el carácter del
movimiento. El Kremlin logró concitar el apoyo de naciones post- coloniales,
entre ellas Vietnam, Camboya y Laos, las que de hecho pasaron a representar a
la URSS en el MPNA. Por otra parte, como consecuencia del gran cisma provocado
por China, el mundo dejó de ser bi-polar para transformarse en tri-polar. Mao
Tse Tung no desperdició la oportunidad para buscar aliados dentro del MPNA en
contra del “social-imperialismo” de la URSS.
No por
último, algunos gobiernos lograron cambiar el tenor tercermundista originario
por uno de tipo “anti-imperialista” y luego, radicalmente anti-norteamericano.
Particularmente intensivo fue el trabajo emprendido por la Cuba de los Castro.
Durante una breve fase marcada por desavenencias con la URSS, Cuba apoyó a
gobiernos “neutrales”. Después, como colonia de la URSS, Cuba operó como punta
de lanza del bloque soviético. Hoy se limita a conducir al llamado “socialismo
del siglo XXl” a través de su alianza con la Venezuela chavista y una periferia
formada por Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Es
importante mencionar que hoy, dentro del MPNA, actúa de modo coordinado un
bloque de dictaduras islámicas. Tampoco debemos pasar por alto la mano negra de
Putin moviendo a países-fichas como son Azerbaiyán, Bielorrusia y Siria.
El
MPNA agrupa, en su gran mayoría, a dictaduras y autocracias del mundo, naciones
en las cuales son violados los derechos humanos más elementales. En total, 48
dictaduras, sin contar a los regímenes autoritarios camuflados como
democráticos.
La
presencia de Corea del Norte entre los no-alineados es más que simbólica.
No
menos simbólico que la presencia de Corea del Norte es el país donde tiene
lugar la cumbre del MPNA (13-18 de Septiembre de 2ß16). En la Venezuela de
Maduro no hay división de poderes. El Parlamento ha sido clausurado por el
poder judicial y el poder judicial ha sido prostituido por una chusma sin calificación profesional. Incluso, el
legítimo derecho a elegir y des-elegir a sus representantes, le está siendo
negado, en estos mismos momentos, a su ciudadanía.
Nos
encontramos, en síntesis, frente al movimiento políticamente más alineado de
nuestro tiempo. Una verdadera internacional de las dictaduras.
Ya
podemos imaginarnos el acto de clausura de la cumbre del MPNA. Nicolás Maduro
pronunciará un discurso recordando con voz entrecortada el legado del Presidente
Chávez. Los representantes de Bolivia y Nicaragua no podrán contener las
lágrimas. Millones de venezolanos apagarán la televisión maldiciendo a las
cadenas de Maduro. En el Hotel Venetur de la bella isla Margarita nadie
escuchará el ruido infernal de las cacerolas retumbando en toda la nación.
Al día
siguiente, muy temprano, carros blindados manejados por agentes cubanos pasan a
buscar a las alegres damas de compañía que esperan en la puerta del hotel. Los
jeques y príncipes petroleros ordenan reponer las botellitas de gin que se
dispensaron con la venia de Alá durante la noche. Algunos delegados africanos
serán llevados al aeropuerto con los pantalones mal abrochados. Un grupo de
caribeños sigue cantando a ritmo de pachanga. Un periodista ha sido arrestado
por los agentes de seguridad por haber encontrado restos de materiales
radioactivos en la habitación del delegado de Corea del Norte. Los
representantes de otros países sud-asiáticos se van con sus portadocumentos,
satisfechos del éxito alcanzado en sus negocios personales. El representante de
Bielorrusia conversa desde su celular con Putin. En un sillón del foyer, un
delegado chileno mira hacia el vacío con una indesmentible cara de “que putas
hago yo aquí”. Un grupo de traductores comenta que nadie escuchó a nadie. El
personal de aseo arroja a los contenedores cientos de papeles con las
resoluciones de la Cumbre. Las delegadas venezolanas, muy previsoras, llevan en
sus carteras rollos de papel tualé sustraídos en los baños. La enorme estatua
de Chávez piensa con tristeza en su pronta decapitación.
¿Habrá llegado la hora en la que las
democracias también comiencen a alinearse entre sí? No olvidemos: la antigua
Atenas fue derrotada por una alianza de tiranías. Hoy no debe ocurrir lo mismo.
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