Por Michael Penfold
Ulises en su odisea tuvo que
confrontar decisiones difíciles para poder llegar en su viaje en barco a su
destino final: Ítaca.
Hoy Venezuela enfrenta
dilemas similares a los del héroe griego: el CNE ha colocado al país
exactamente en esa misma encrucijada.
En uno de sus trances más
complejos, Ulises debió escoger entre dos males mayores. Al tratar de cruzar el
Estrecho de Messina, debió optar entre virar a un lado y enfrentar un remolino
y cruzar al otro y ser cercado por un monstruo marino. Y entendió que la
solución no era escoger entre ambos obstáculos, pues ninguno podría ser
sorteado individualmente, sino que debía inclinar su nave parcialmente hacia
alguna de las opciones para pasar sigilosamente entre ambas amenazas. Así
Ulises inclinó levemente su barco en dirección hacia el monstruo marino y logró
así sortear el peligro que representaba el remolino sin caer presa de los
tentáculos de semejante ogro náutico.
Nadie discute actualmente
que en Venezuela la reciente decisión del CNE sobre las condiciones para
activar el Referendo Revocatorio están políticamente sesgadas. Y todos sabemos
que claramente limitan el derecho constitucional a la participación ciudadana.
Las condiciones también reducen la capacidad de los votantes para revocar el
mandato del Presidente así como su derecho de seleccionar democráticamente a un
potencial sustituto.
¿Quién esperaba algo
distinto? Argumentar que es necesario abstenerse de continuar atravesando esta
ruta pues la decisión del CNE es inconstitucional y porque muestra el verdadero
fuelle del gobierno es un razonamiento espúreo que niega un principio básico en
política: la realidad que impone el contrincante, que en este caso, tiene el
control institucional, y que evidentemente, va a utilizar todo ese poder a su
favor por simple instinto de supervivencia.
Como Ulises, siempre supimos
que estábamos en aguas turbulentas.
Ulises y las sirenas (1891)
de John William Waterhouse
Si aceptamos esta realidad,
entonces debemos pasar a interpretar las condiciones del Referendo Revocatorio
impuestas por el CNE como una restricción y como una decisión política que debe
ser interpretada también desde ese punto de vista. Curiosamente, hasta ahora,
esa decisión ha sido analizada desde un punto de vista técnico, constitucional
e incluso moral. Ese análisis es válido y permite compartir mucha de la
indignación ciudadana. Sin embargo, ese análisis no es siempre iluminador
y tampoco otorga suficiente apertura como para descubrir las claves que
permitan descifrar la complejidad del momento.
La primera condición que
aprobó el CNE fue la necesidad de obtener 20% de las manifestaciones de
voluntades en cada uno de los estados del país. Esta condición es aberrante sin
duda alguna, pero tampoco es un requerimiento nuevo. Ciertamente, por el simple
hecho de que el Presidente es electo directamente en una circunscripción
nacional, las manifestaciones de voluntades para el revocatorio de su mandato
deberían ser agregadas para el país como un todo. La Constitución en este punto
es muy claro y este mismo criterio había sido aplicado con anterioridad para el
Referendo presidencial del 2004.
Sin embargo, para la
recolección del 1% de las voluntades que se realizó en julio de este año, la
oposición aceptó esa misma condición estadal y logró superarla sin muchos
problemas. Algunos mencionan el caso de Nueva Esparta y las dificultades que se
vivieron; pero al final, esas dificultades fueron libradas exitosamente. No veo
razón por la cual no pueda ser superado este obstáculo nuevamente, aunque
muchos sospechen que las presiones, sobre todo en estados pequeños, como Delta
Amacuro, Amazonas o Trujillo, puedan incrementarse.
Lo que sí es muy cierto es
que el requerimiento estadal para obtener la manifestación de voluntad del 20%
del electorado sí exige una mayor capacidad de movilización por parte de la
oposición en cada una de las regiones. Es indudable que la MUD va a tener que
poder movilizar en algunos casos más del 70% de su base electoral (tomando
como referencia las elecciones del 6 de diciembre) para alcanzar el resultado.
Y también es evidente que en
los estados más rurales, va a resultar más difícil alcanzar la meta debido a la
importancia relativa que tiene el sector público en esas regiones. Pero también
es palpable que el descontento social y económico en estos momentos es aún
mayor que el que existía en muchos de los estados del país para las elecciones
legislativas del año pasado. Esto también da pie para ser un poco más
optimistas sobre la disposición voluntaria que tiene la población de
movilizarse incluso en las zonas más apartadas del país.
La segunda condición que es
considerada como problemática es el número de maquinas y su distribución en los
distintos centros electorales. La utilización de tan solo
5.392 maquinas limitan la capacidad de todos los venezolanos de poder manifestar
su voluntad y aumenta significativamente los costos, tanto en tiempo como en
movilización, para que cada ciudadano manifieste su voluntad. Esto es bastante
obvio y, evidentemente, también es algo muy grave. Sin embargo, con una
situación similarmente adversa, también se logró validar la identidad de los
ciudadanos para la recolección del 1% de la manifestación de voluntades en
julio pasado. Si se extrapola los resultados que se alcanzaron para ese último
proceso, ajustando tanto en numero de maquinas como en horas de apertura de los
centros y los números de días que van a permanecer abiertos; es posible
proyectar a ojo de buen cubero que con 5.392 maquinas se podrían obtener más de
4,2 millones de voluntades.
Esto es apenas 8% por encima
del requerimiento necesario de 3,89 millones, lo cual hace que la obtención de
la meta sea algo técnicamente muy ajustado. Es por eso que la eficiencia de las
colas, y el tiempo de uso de las maquinas, va a ser la variable clave. A mi
manera de ver, el CNE escogió ese número de maquinas pues, aunque pone muy
difícil la posibilidad de alcanzar el objetivo, tampoco lo hace imposible.
Vale la pena subrayar que el
CNE, con este número tan bajo de maquinas, se está comprando un problema que es
también un gran riesgo para el gobierno y para las mismas Fuerzas Armadas. Las
colas para manifestar la voluntad de revocar el mandato presidencial puede
pasar a ser una enorme fuente de presión ciudadana y no será fácil cerrar los
centros —especialmente durante el último día— sin dejar que los ciudadanos
puedan ejercer su más elemental derecho de participación política. Ésta
es una fuente de incertidumbre para el CNE, pues limitar ese derecho puede
generar malestar social. Sin embargo, también puede ser una gran oportunidad
para que la oposición ejerza presión y cambie parcialmente las condiciones de
apertura y cierre de los centros electorales.
La última condición que ha
sido criticada es el anuncio del CNE que el revocatorio, en caso de ser
activado, tendría lugar en el primer trimestre del 2017.
Bajo esta premisa, si el Presidente es efectivamente revocado, entonces sería
el Vicepresidente quien tendría constitucionalmente que culminar el resto del
periodo presidencial, por haberse cumplido más de cuatro años del actual
ejercicio. En otras palabras, el chavismo no tendría que enfrentar unas
elecciones presidenciales y podría transitar hacia una renovación, tanto de su
liderazgo, como de sus políticas públicas sin necesidad de tener que confrontar
unas elecciones que la oposición ganaría fácilmente.
El CNE, con la imposición de
esta condición, estaría obligando a que la oposición acepte que, de ganarse el
Referendo, tendrían que conceder enfrentarse a una transición compartida con el
chavismo. Ésta es una condición que claramente molesta a buena parte de la
oposición, pero también es un búmeran para el madurismo. Y la razón es
que la decisión del CNE hace que la idea del revocatorio sea atractiva para una
buena parte del chavismo y, por lo tanto, más apetecible la posibilidad de un
cambio político. Quizás, sin saberlo, o muy probablemente sabiéndolo, el CNE
optó por una condición que va a llevar a la base descontenta del PSUV a
participar en el proceso, sin tener que asumir el riesgo de perder todo el
poder.
Es probable que esta
decisión, de una forma no intencionada, sea una fuente que permita la
aproximación de los grupos más moderados de ambos bandos del espectro político
venezolano. De ahí que la oposición deba centrar su campaña en una propuesta de
Unidad Nacional de Ancha Base para poder incorporar a estos actores y
aprovechar la movilización de calle para comunicar inclusión política y social.
Esto me lleva a mi ultimo
punto. Las condiciones que está imponiendo el CNE son claramente desfavorables
para la oposición, pero tampoco son imposibles de superar. El CNE tomó una
decisión que satisface al madurismo, pues las condiciones que han escogido son
muy adversas para la oposición y la cantidad de obstáculos que estos deben
superar son múltiples. Es evidente que estas condiciones le permiten al
madurismo aumentar considerablemente sus probabilidades de quedarse en el
poder. Pero tampoco cumple con lo que ellos querían: eliminar toda probabilidad
de éxito.
Por el contrario, a pesar
del bajo número de maquinas y la exigencia estadal, es posible que se obtenga
el resultado esperado. Adicionalmente, la fecha del 2017 podría permitir
(dependiendo de cómo se maneja la comunicación política) incorporar al chavismo
descontento de una forma activa en la activación final del proceso revocatorio.
Es bastante evidente desde un punto de vista político que esta decisión del CNE
ayuda a una parte del chavismo (que también quiere salir del madurismo pero que
desea un cambio político controlado) a participar en el proceso de forma
soterrada, así implique alguna cohabitación posterior con la misma oposición.
Venezuela está enfrentando
una coyuntura histórica que no va a ser fácil resolver. La oposición, como
Ulises, tiene que escoger entre opciones adversas. Ninguna es perfecta y todas
tienen costos muy altos. Mi impresión es que la forma como la oposición logre
generar alianzas con una parte del chavismo, y logre ganarse la confianza del
mundo militar, así como su capacidad de presentar una visión incluyente del
futuro, será el aspecto central para sortear los distintos obstáculos que
enfrentará durante esta nueva etapa que, muy posiblemente, culmine con la
activación del Referendo Revocatorio. Ulises prefirió virar levemente
hacia el monstruo marino, no hacia el remolino: quizás algo similar tenga que
hacer la oposición. Ahí puede estar la clave.
23-09-16
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