Por Marino J. González R.
Que los ciudadanos de una
ciudad, o de un país, marchen para expresar sus opiniones es un acontecimiento
importante, pero no para poner en situación de pavor a un gobierno. En los
países democráticos los gobiernos aceptan, sin mayores complicaciones, que los
ciudadanos salgan a la calle a protestar. Más bien toman las medidas para
proteger a esas personas y que no ocurran situaciones desagradables. Al final
de la marcha, seguramente se expresan ideas, hay oradores que dicen lo que
mejor les parece. Al final, la gente retorna en paz a sus casas. Con la
satisfacción de haber expresado su opinión. Sin embargo, lo que es normal en
muchas partes, en Venezuela no lo es. Para empezar, tenemos un gobierno en
completa situación de pánico.
La razón es perfectamente
explicable. Por una parte, la inmensa mayoría de los ciudadanos de Venezuela
están viviendo la situación más crítica de sus vidas. Hay dificultades serias
para conseguir alimentos, muchos de ellos a precios inalcanzables para los
sectores de menores ingresos. Las colas para adquirir alimentos son cada día
más largas. No hay abastecimiento de medicamentos. Las dolencias más comunes se
convierten en tragedias para personas y familias. Las agresiones a la vida y
seguridad tienen mayor frecuencia e intensidad. La ciudadanía se encuentra
desconcertada, sabe que el rumbo que lleva el país es equivocado, que cada día
es más complicado que el anterior. Y antes esas circunstancias, la expresión de
la frustración y la decepción están a flor de piel. Por eso la convocatoria a
marchar para plantear todas esas demandas es una opción natural, compartida.
A todas las razones
anteriores se suma la continuada posición de los sectores del gobierno y sus
aliados incondicionales en el TSJ y el CNE, a impedir bajo cualquier
consideración la realización de lo estipulado en la Constitución con respecto
al referendo revocatorio. Ante esa posición, el camino de la protesta y la
exigencia en manifestaciones pacíficas es una opción de especial valor para los
comprometidos con la sustitución del gobierno actual a través de los medios
institucionales y electorales. En consecuencia, la marcha convocada para mañana
1 de septiembre ha interpretado todos estos sentimientos que hoy están
presentes en la gran mayoría de las familias del país. Y es por ello que desde
todas partes han acudido miles de personas, para estar en Caracas y transmitir
al mundo un reclamo firme por una solución electoral en 2016.
El actual gobierno sabe que
ya no tiene el favor popular, que incluso sus partidarios cada día lo abandonan
más, y que la percepción en la calle es que no hay solución con tanta
incompetencia. Eso no significa en modo alguno que el gobierno no puede actuar.
De hecho lo está haciendo, acude a sus tradicionales prácticas, el engaño, la
manipulación, tratando de retrasar lo más que pueda. El pavor de perder el
poder es la constante en actuación. Ante la imposibilidad de tener la más mínima
política seria, el gobierno opta por defenderse como puede, con conductas que
no hacen sino complicar más su situación, persiguiendo y agrediendo adversarios
políticos, con procedimientos alejados de la más mínima noción de Estado de
Derecho.
En estas horas complicadas,
difíciles para la gran mayoría de los venezolanos, ante un gobierno que solo
permanece para defender sus intereses sectarios, es el momento de la cohesión,
de la Unidad, de transmitir a todos la vocación por la esperanza en un futuro mejor,
por los grandes cambios que requiere la vida de los venezolanos. La oportunidad
está servida para un liderazgo con esa visión y esa comprensión. Marchemos
mañana para impulsarla.
31-08-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico