Por Vladimiro Mujica, 15/09/2016
Año 17 de la Era Chavista y todavía uno se
encuentra con frecuencia con la pregunta de muchos venezolanos y de gente en el
extranjero que se resume en: ¿Cómo es posible que un gobierno arruine a su
propio país? Parte de la interrogante tiene que ver con aspectos éticos cuya
vigencia en el caso de la corrupta oligarquía pasan a ser temas esotéricos,
pero en otra dirección subyace la duda sobre si al gobierno no le convenía,
como garantía de su propia estabilidad, mantener a la gente tranquila
preservando un cierto grado de estabilidad económica, social y política que le
permitiera mantenerse en el poder sin caer en este ciclo de caos y represión en
que se ha convertido Venezuela.
Por increíble que parezca, la respuesta a esta
importante interrogante es que la tragedia venezolana tiene sus orígenes en
decisiones políticas y económicas muy concretas que condujeron de manera casi
inevitable a lo que estamos viviendo. Probablemente uno de los documentos más
reveladores para entender como nos metimos en esta trampa letal, es la carta
pública que escribió Jorge Giordani, uno de los más estrechos colaboradores y
mentor de Hugo Chávez. El mencionado documento, “Testimonio y
responsabilidad ante la historia” se puede leer en su integridad en el
sitio web de Aporrea (http://www.aporrea.org/ideologia/a190011.html)
Cito a Giordani:
A comienzo del año 2013 entregué al entonces
vicepresidente Maduro un documento preparado a pedido del Presidente Chávez que
planteaba lo acordado con él como programa de acción para el nuevo período
presidencial. Se iniciaba con una síntesis de lo logrado y una estrategia de
acción, la que copio:
“Orientación de la política económica pública en el
inicio de un nuevo período presidencial”.
Una mirada hacia atrás nos permite identificar tres
grandes objetivos que se propuso y logró nuestro proceso revolucionario.
1. Sacar del estado de abandono a importantes
grupos desprovistos de las herramientas para superar graves privaciones
materiales, culturales, de participación que les aquejaban. No le pareció al
Gobierno ético no movilizar y transferir recursos a esos grupos tantas veces
postergados y tratar de satisfacerlos con promesas para el futuro.
2. Desmontar la máquina de poder que tenían
instalados los grupos externos e internos y que les habían permitido manejar a
su favor el Estado y entre otros logros usufructuar en alta medida del
excedente petrolero. Es posible ilustrarlo con la recuperación de PDVSA, de las
concesiones petroleras, del Banco Central, del control del Comercio Exterior,
de la tierra en poder del latifundio y de las comunicaciones públicas. Alinear
a las FANB con los intereses populares y dotarlas de capacidad efectiva para
defender los intereses del país frente a los intereses externos.
3. Crear un aparato público que en lo productivo
dominara sectores claves de la estructura productiva, tales como insumos
básicos, exportaciones de minerales, puntos clave del abastecimiento popular.
Fortalecer paulatinamente las capacidades del sector público en su función de
planificación y ejecución de la inversión productiva, en el manejo de empresas
públicas y la formulación y puesta en ejecución de programas y políticas
públicas diseñadas para construir una nueva organización social.
Y, en el mismo documento se añade:
El camino de desarmar y construir es arduo. La
construcción del socialismo históricamente siempre ha constituido un desafío
notable. En nuestro camino debimos enfrentar un Golpe de Estado, un sabotaje
petrolero, y un ambiente externo hostil.
En este camino del proceso bolivariano era crucial
superar el desafío del 7 de octubre de 2012, así como las elecciones del 16 de
diciembre de ese mismo año. Se trataba de la consolidación del poder político
como un objetivo esencial para la fortaleza de la revolución y para la apertura
de una nueva etapa del proceso. La superación se consiguió con un gran
sacrificio y con un esfuerzo económico y financiero que llevó el acceso y uso
de los recursos a niveles extremos que requerirán de una revisión para
garantizar la sostenibilidad de la trasformación económica y social.
Cabe citar:
- Ingentes recursos dedicados a la Seguridad Social.
- Mejorar la calidad de vida de la mayoría de los venezolanos vía gastos del sector público.
- Importantes subvenciones a servicios públicos de primera necesidad (alimentación, electricidad, combustibles, agua, trasporte, bienes de consumo masivo, servicios de vivienda)
- Lograr el acceso a los recursos necesarios con un aumento sustancial del endeudamiento de PDVSA y endeudamiento interno del Gobierno Central, y con endeudamiento externo moderado.
- Mantener la tasa de cambio que favoreció las importaciones y redujo las exportaciones, ya limitadas de la economía privada.
- Subvención a empresas públicas con grandes déficits operacionales para velar en el corto plazo por el empleo y los salarios de quienes allí trabajan.
Fin de la cita.
La lectura de este texto, casi una especie de
confesión ante la historia, revela que las decisiones de arruinar al sector
privado de la economía, favorecer el populismo como política de Estado,
apoderarse por asalto de la finanzas y las empresas del Estado para favorecer
la causa revolucionaria y proteger a empresas insolventes y corruptas, no
ocurrieron por accidente ni por error sino por diseño.
Jorge Giordani es hoy un perseguido del gobierno de
Maduro y uno de los defensores de la tesis de que el así llamado “proceso
revolucionario” tenía la orientación correcta que dejó el Comandante Chávez y
que Maduro ha distorsionado, corrompido y traicionado. La verdad del asunto,
como se desprende de una lectura cuidadosa y desapasionada del texto de
Giordani, es que Maduro ha continuado todas y cada una de la políticas
diseñadas por el dúo Chávez-Giordani al que convendría añadir a los ex
-ministros Héctor Navarro y Víctor Álvarez, hoy también distanciados del
gobierno. Maduro ha continuado la estrategia trazada desde los tiempos del
gobierno de Chávez, la única compatible con el diseño de control político y
social pretendido por el chavismo y que condujo de manera inevitable a la
catástrofe que estamos viviendo. El desplome de los precios del petróleo,
frecuentemente usado para explicar la crisis venezolana, solamente aceleró la
hecatombe.
La conclusión es pues inescapable. Por increíble
que parezca, la existencia de un país próspero, con garantías para la
democracia y la libertad económica era intrínsecamente incompatible con el
proyecto chavista. Aunque algunos de sus más entusiastas impulsores iniciales,
hoy opositores del gobierno, no lo supieran.
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