Trino Márquez 19 de octubre de 2016
@trinomarquezc
La
jornada del próximo 26, 27 y 28 de octubre será la más importante organizada
por la MUD y los demócratas desde las elecciones del pasado 6 de diciembre. El
régimen ha sido llevado a pulso hasta esa instancia, a pesar de todas las
amenazas y obstáculos que ha interpuesto. Sin prisa, pero sin pausa, la
dirigencia opositora logró sortear las
dificultades y arrinconar al Gobierno hasta colocarlo en el candelero. Las
maniobras diseñadas por los asesores cubanos y por sus propios expertos podrían
resultarle nocivas.
Redujeron
el número de centros de votación y el de las máquinas con el fin de impedir que
el total de firmas recolectadas supere con creces los cuatro millones
necesarios. ¿Cuál podría ser el resultado de la elevada concentración
resultante? Que las colas alrededor de
los centros de votación habilitados sean kilométricas, que la gente decida
permanecer en ellas de forma estoica durante muchas horas y a lo largo de los
tres días que dura la jornada. Lo que quedará en la retina de la gente, en las
instantáneas que se tomen y en los videos y películas que se filmen, serán esas
largas filas de ciudadanos esperando ejercer su derecho a firmar. Si el régimen
hubiese colocado suficientes centros y máquinas, la población firmante se
habría dispersado y diluido. Para el régimen habría sido más sencillo adulterar
y reducir la cifra final.
La
decisión, primero del CNE y luego de la Sala Electoral, acerca de recoger 20%
de las firmas por cada Estado es tan arbitraria e inconstitucional que,
probablemente, se convierta en un acicate para los opositores menos
comprometidos y los chavistas descontentos que viven en las entidades federales
a las cuales el gobierno considera cautivas. Esos sectores podrían decidir ir a
estampar la firma y armar largas colas en los pocos centros habilitados en
Cojedes, Delta Amacuro y Guárico. Aunque no se alcancen las rúbricas suficientes
en esos Estados, lo que producirá mayor impacto político serán las imágenes de
la gente agolpada en torno de los centros autorizados esperando imprimir su
firma y su huella. La decisión de la Sala Electoral resulta tan obscena que
hasta el mismísimo Herman Escarrá, personaje camaleónico y tramoyista, se
deslindó públicamente de ella. En el lenguaje oficial: se declaró en desacato.
Esa
disposición de la SE, además, resultará inaplicable en el caso de que la cifra
de firmas supere con comodidad las cuatro millones requeridas y un número
equivalente de ciudadanos se quede a las puertas de las instalaciones sin poder
firmar debido a la mezquindad del CNE.
Será
muy embarazoso para el CNE, el TSJ o el Gobierno salir a justificar la anulación o decapitación del
referendo revocatorio porque no se acumularon las firmas en unos Estados que
reúnen menos de 5% del electorado nacional. La desobediencia a la orden de los
magistrados quedará justificada.
Los
militares, incluida su cúpula, estarán muy atentos y perfectamente
informados de lo que ocurra durante esos
días en el país. Serán observadores excepcionales pues estarán esparcidos por todo
el territorio nacional. No creerán las versiones de los José Vicente Rangel o
Aristóbulo Istúriz quienes declararán que se movilizaron apenas 30.000
personas. En el caso de que el régimen desconozca la expresión de la soberanía
popular, la situación de Nicolás Maduro
será aún más precaria de lo que ya es. Su gobierno habrá quedado todavía
más debilitado y solitario. En el plano internacional será una especie de
leproso.
Los
días 26, 27 y 28 de octubre deben convertirse en una inmensa toma pacífica de
Venezuela. Durante esos tres días la camarilla impopular y, a partir de ese
momento, ilegítima que gobierna quedará desenmascarada.
Todavía
le queda el recurso de la violencia, arma a la que podrá acudir, pero, como
dice el refrán popular: donde ronca tigre no hay burro con reumatismo. El
terror provocado por los colectivos armados puede ser eficaz en locales
dispersos y aislados adonde acuden reducidos focos de electores, pero no
alrededor de instalaciones donde se aglomeran miles de ciudadanos. Este es otro
de los autogoles que se metió el régimen: al concentrar los centros de votación
redujo la capacidad de intimidación de sus facinerosos.
Todo
el mundo democrático estará pendiente de lo que sucede en Venezuela. El país
será el epicentro de las noticias durante esos días. Al gobierno debería
interesarle que todo transcurra en calma. Peor para él si toma el atajo de la
violencia. Así es que: ¡a firmar por la democracia!
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