Por Luz Mely Reyes
La última vez que
la oposición venezolana marchó hacia el Palacio de
Miraflores fue el 11 de abril de 2002. Nunca llegó a la sede del
Gobierno, pero no hizo falta. Aquel día tuvo como saldo más de 40 personas
muertas, tanto seguidores de la oposición como del Gobierno, en una jornada
llena de confusión que aún hoy tiene puntos oscuros.
Aquella vez ya, muy entrada
la noche y luego de extraordinarios eventos, se concretó la breve salida del
poder del presidente Hugo Chávez.
Aún recuerdo aquel 11A y los
días que le precedieron. Fui, junto a muchos colegas, testigo privilegiado del
golpe y del contragolpe. Mucho hemos escrito sobre este tema y los hechos
ocurridos tras bastidores.
Aunque algunos eventos se
repiten hoy y traen a la memoria aquel abril de 2002, las circunstancias
actuales son muy distintas a las de hace 14 años.
En lo que sí se parecen es
en el clima emocional, la tensión, la rabia y la poca paciencia que se nota en
las calles.
El 11 de abril fue el
colofón de un clima de pugnacidad que iba in crescendo desde
diciembre de 2001, con motivo de la aplicación de un modelo que era resistido
por una parte de la población venezolana, que no contaba con mayoría electoral,
ni todo el poder de choque, pero que manejaba instituciones. Hoy hasta personas
que se identifican con el chavismo, pero no con el gobierno, buscan un cambio.
Las motivaciones también
eran diferentes, así como muchos de los actores políticos de la oposición. Ni
hablar de los actores militares y del papel de la jefatura de la Fuerza
Armada,cuyo alto mando exigió la renuncia del presidente Chávez.
En aquel momento, y viniendo
de conocer a muchos en la oposición, decidí no tomar partido por ninguno de los
polos. Otras personas, que anteriormente se mantenían en el centro, decidieron
lo contrario. Es que el 11A fue un hito, un punto de inflexión para muchos.
Con los periodistas y los
medios como blanco, mi única apuesta era contar lo que veía y opinar, pero
desde una perspectiva que no atizara más el fuego que notaba en la calle, entre
seguidores de ambos grupos.
Desde mi nueva ubicación
empecé a buscar más información en ambos polos para medio entender lo que les
movía.
En 2003 escribí varios
reportajes sobre la conspiración que hizo posible este golpe. Para el 2002
manifesté mi rechazo a las acciones de la oposición venezolana. No solo al
golpe sino a los hechos posteriores, como el paro petrolero de
2002-2003 y el boicot a las elecciones parlamentarias de 2005, así
como parte del proceso para activar el revocatorio contra el presidente
Hugo Chávez, en 2004.
Insultos han ido y venido
desde las dos aceras, pero también he tenido oportunidad de conversar con
muchos de ambos lados. He podido ver lo positivo y lo negativo de cada parte.
Durante la peor época de la
oposición me costaba entender lo que para muchos eran claros errores, la
ceguera de la dirigencia y los excesos.
También cuestioné en 2014 las acciones
de #Lasalida y la protesta violenta en las calles.
Hoy noto la crispación de
muchos y una vez si algún lado tomo es de el evitar echar leña al fuego, aunque
sin dejar de reportar y expresar mi opinión.
Con todo
ese background, puedo decir que veo al gobierno repetir errores tan
graves como los cometidos por la oposición en 2002 y años siguientes.
También puedo sostener que,
pese a que ese sambenito del 11A es esgrimido a cada rato por el gobierno, no
tengo elementos para señalar que sean similares del todo. Ya lo he explicado
pero abundaré.
Cuando el pasado miércoles
26 de octubre varios de los promotores de las acciones radicales tipo “vámonos
ya pa Miraflores” se pusieron en movimiento, hubo un liderazgo que fue capaz de
decirles “no; esa no es hoy la vía”.
En la MUD, pese a las
críticas y los errores que han cometido, escogieron la ruta
democrática que tanto se desechó en 2002.
Esta vez también es
distinto el motivo por el cual se activa la calle con los opositores. La
oposición solo está pidiendo algo que está contemplado en la Constitución.
Irónicamente, hoy los opositores se colocan del lado de la Carta Magna,
mientras sus creadores la dejan de lado.
La dirigencia del gobierno
luce encapsulada y alejada de un sentir popular que se manifestó claramente en
las elecciones del 6 de diciembre de 2015.
En estos meses lo que ha
habido es un aumento innecesario de las tensiones. La cúpula chavista no ha
podido procesar su derrota, como tampoco lo hacía la oposición de 2002.
Hoy hay una real hegemonía
de los medios dominados por el gobierno, la Fuerza Armada está totalmente
parcializada con una tendencia, el TSJ actúa como la guarimba del Ejecutivo, el
CNE luce totalmente bloqueado. Hay presos políticos, hay presiones,
hay un aparato criminal paramilitar que atenta contra valores básicos
de la democracia.
Cada día cierran más las
válvulas para que la población exprese su descontento.
El chavismo en el poder está
enceguecido. Saben que hay problemas, pero no terminan de entender que en ellos
está la fórmula para destrancar todo el juego. Claro que pueden ganar este pulso.
Lo tienen todo para hacerlo, menos el amor del pueblo y eso también diferencia
mucho este momento del 11A.
La solución es simple y
compleja a la vez.
¡Abran las compuertas
democráticas para que la gente se exprese!
Seguir conteniendo el
descontento solo dejará un saldo de dolor para todos los venezolanos.
Foto: hoyennoticias.com.ve
27-10-16
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