FÉLIX PALAZZI 01 de octubre de 2016
@FelixPalazzi
Mientras
el interés nacional clama constitucionalmente por la realización del
revocatorio en el 2016, el gobierno, con astucia, ha considerado oportuna la
incorporación de un nuevo “facilitador” al proceso de diálogo. Se nos ha
anunciado la invitación formal al Estado Vaticano. Es cierto que para que el
diálogo sea real son necesarios agentes facilitadores que, de alguna forma,
medien y permitan llegar a acuerdos viables para todos. Hasta ahora, los tres
expresidentes, en especial Samper, son percibidos como hombres de confianza del
gobierno y aliados a su causa. Por ello, se hace necesaria la participación de
otros facilitadores que permitan recobrar la confianza en el llamado proceso de
diálogo.
Para
que el diálogo político sea viable se debe partir de la convicción que ambos
sectores son legítimos interlocutores. Sería un total contrasentido querer
anular, disminuir o eliminar a un sector. El diálogo no puede ser una
herramienta para postergar la situación y ganar tiempo para permanecer en el
poder, ignorando así el clamor de la mayoría del país que pide una salida
política pacífica. Por ello, si no hay disposición para lograr acuerdos
prácticos y viables, es difícil que el diálogo tenga algún resultado tangible.
Ahora bien, ¿tiene sentido seguir hablando de diálogo?
La
participación del Estado Vaticano es algo que debemos celebrar aunque no sea
suficiente. La gravedad de la situación exige la incorporación de otros
facilitadores que recompongan el equilibrio de la llamada comisión de
“facilitadores”. Evidentemente el Vaticano, si accede a participar, enviará a
una persona formada en la práctica de solución de conflictos internacionales.
Aún así, esto no es suficiente ante la urgencia y la gravedad de la crisis. Se
corre el riesgo que sólo sea escuchada con más fuerza una sola voz. Sería
inocente, a estas alturas, pensar que el gobierno permita un proceso que lo
coloque en desventaja.
Entonces,
¿para qué un diálogo? Es claro que los derechos constitucionales no se
negocian. Un derecho no es negociable, se exige. El diálogo que necesitamos es
para escuchar y atender el clamor de la gente ante la terrible crisis que
estamos viviendo, en lo alimentario y lo relativo a la salud. Necesitamos
dialogar para solucionar la situación del ciudadano común que no consigue
medicinas y alimentos básicos. Un diálogo para evitar un mayor desplome de la
economía y asumir políticas de recuperación. Necesitamos dialogar para poner
fin a la persecución y al arresto innecesario de ciudadanos, en especial de
aquellos jóvenes que han sido encarcelados en centros de reclusión por motivos
políticos. En fin, necesitamos el diálogo para que sea reconocida la voluntad
popular que eligió a la actual Asamblea Nacional, para que se respete a la
Constitución y para que no tengamos a un Tribunal Supremo de Justicia
parcializado que siempre falla a favor del gobierno.
La
necesidad del diálogo sigue siendo urgente. Es lo único que le permitirá al
gobierno una opción política válida para el futuro. De lo contrario, el
gobierno quedará marcado en nuestra historia como uno que sólo apostó al
fracaso de toda una nación, olvidando el bien común. No será más una opción
política alternativa. Y es que lo fundamental del diálogo no es salvar las
partes en conflicto, sino responder a los derechos de la sociedad civil ante el
terrible sufrimiento al que es sometido. El diálogo es para abrir los oídos y
aprender a escuchar atentamente la voz de los que no tienen voz, que es esa
mayoría de venezolanos que hoy no pueden pagar los altos costos de la vida y
que temen morir por falta de medicinas.
Félix
Palazzi
Doctor
en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@FelixPalazzi
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