Fernando Mires 29 de octubre de 2016
La del
26 de Otubre fue una inmensa demostración política. Digo política en el sentido
mas exacto de la palabra. Miles, millones de seres humanos se congregaron en
las calles de las ciudades venezolanas para protestar frente a un régimen que
les ha robado el derecho ciudadano más elemental: el de elegir a sus
representantes.
Porque
la anulación del RR16 no solo anula el RR. Pospone, además, las elecciones
regionales hacia el espacio infinito. Y, frente a toda evidencia, cerrará el
camino de las elecciones hasta que el régimen tenga posibilidades de ganar
alguna vez. Es decir, no las hará nunca más.
Venezuela,
de acuerdo a la lógica militar del régimen, deberá ser como Cuba. Pero el
pueblo político- ese es el problema- no está destruido como ya lo está el
cubano.
Los
venezolanos disponen de partidos, de una Asamblea Nacional, de líderes, de una
mayoría clara y certificada, y sobre todo, de una Constitución. Esas y no otras
son las armas de esa mayoría. Esas son también las armas de la política. Y con
esas armas el pueblo está defendiendo su derecho a ser pueblo.
Para
los que gustan de las definiciones politológicas, el régimen ha revelado al
mundo lo que es: una dictadura pretoriana. Sin pretender ahondar el concepto,
nos referimos aquí a un tipo de régimen que sustenta su legitimidad en la
posesión de armas mortíferas. En esa condición pretoriana yace justamente la
diferencia entre el chavismo y el madurismo.
Mientras
el chavismo era un régimen popular, populista y militar, el madurismo ha
degenerado en un simple régimen militar, militarista y anti-popular. Quien
tenía alguna duda, ella quedó disipada el día 25 de Octubre con la aparición
televisiva del verdadero hombre fuerte del régimen, el general Vladimir Padrino
López, rodeado de un grupete de generales armados hasta los dientes.
¿“Para
qué esas armas”? –preguntaría desde la AN, Henry Ramos Allup en un discurso que
será memorable. ¿Contra cuál ejército están dirigidas, contra cuál imperio,
contra cuál nación enemiga? Nada de eso: el grotesco espectáculo que brindaba
el generalato –acudieron de pronto a mi memoria antiguas fotos de Trujillo-
quería testimoniar simbólicamente que las armas apuntan hacia los enemigos del
gobierno. Su propósito era, sin duda, amedrentar. Imponer imágenes de guerra a
una ciudadanía democráticamente organizada. Sin embargo, López Padrino, con su
ridícula aparición, dejó en claro que “su” ejército no pertenece a la nación,
ni siquiera al Estado. Que solo es el ejército de un partido, el PSUV. Así lo
dijo Ramos Allup.
Vano
será todo intento por entender la naturaleza del régimen que representa Maduro
apelando a conceptos tradicionales de la teoría política. Todo lo dicho o hecho
por los personeros del régimen obedece a una razón estrictamente militar. Así,
los prisioneros no son llevados a las cárceles por delitos cometidos sino como
rehenes a ser canjeados. Los servicios secretos no están destinados a proteger
a la nación sino a atemorizar a los dirigentes políticos. La TV se rige de
acuerdo a los criterios de la propaganda militar. El lenguaje violentísimo de
Maduro, Cabello y Rodríguez busca provocar terror entre los “ejércitos” del
enemigo.
La
propia AN es para ellos un terreno ocupado por tropas adversarias. Por lo tanto
hay que liberarla mediante el uso de la fuerza. No otra fue la lógica del
alcalde José Rodríguez cuando irrumpió en la Asamblea al mando de una chusma
sedienta de sangre.
Incluso,
abusar de la buena voluntad del Papa ha sido para Maduro una táctica destinada
a neutralizar el rol opositor de la Iglesia Católica venezolana y distraer así
a la opinión pública con un diálogo tramposo. Supuesto dialogo elaborado por el
fracasado político español Rodríguez Zapatero, diálogo cuya función es bloquear
el único tema sobre el cual se puede dialogar: el RR16.
El
problema, el gran problema que tiene el régimen militar, es que frente a sí no
hay ningún ejército, ni siquiera grupos armados como los colectivos
paramilitares que trabajan con la GNB. Ante ellos van a encontrar todo, menos a
un ejército: Grupos multicolores que marchan con las banderas de cada partido,
chicas muy lindas y otras no tanto, estudiantes sin camisas uniformadas,
algunas personas pudientes, restos de la clase media aniquilada por la cruel
economía del sistema, y mucha gente de los cerros que antes tenía a Chávez y
hoy solo tiene hambre. En fin, la Venezuela real.
Por
cierto, de vez en cuando un tuitero, en inconfundible estilo maiamero,
escribirá: “dictadura no sale con votos” . O un loco de carretera disparará en
medio de la calle contra un infortunado policía. O un par de guarimberos
jugarán a la guerra muy cerca de sus casas. Pero esas son excepciones.
Cada
demostración opositora ha sido una muestra de gran civilidad. Eso es
precisamente lo que desorienta a los esbirros del régimen. Ya quisieran ellos
enfrentar a grupos armados combatiendo en las calles para después liquidarlos
en cruentas batallas y celebrar sus heroicas victorias brindando bajo los
ojitos del Comandante Eterno. Pero no los van a encontrar. La inmensa mayoría
de la oposición es pacífica, electoral y –eso lo que más los molesta-
constitucional.
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Para
el día Jueves 3 de Noviembre, el líder del Revocatorio, Henrique Capriles
Radonski, ha llamado, en nombre de la MUD, a marchar pacíficamente hacia el
Palacio de Miraflores y exigir al mandatario que de curso libre a los
mecanismos legales del RR16.
Pacíficamente
ha dicho Capriles. Maduro y sus huestes armadas nunca entenderán esa lógica.
¿Cómo se le ocurre a ese líder llamar por anticipado poniendo hora fecha y
lugar para marchar pacíficamente hacia la sede de gobierno? ¿En qué estrategia
cabe eso? Seguro, marchará en otra dirección. Querrá sorprendernos con una
emboscada. Algo se traen entre manos. En sus mentes, ya distorsionadas por la
lógica de una guerra que nunca han hecho, no cabe la posibilidad de actuar sin
dobleces, de dar al enemigo una oportunidad para que piense y recapacite, de
exigir una reivindicación sin más armas que el libro azul de la Constitución.
Ojalá
los enviados del Vaticano permanezcan una semana más en Venezuela. Allí podrán
presenciar cual razón es más fuerte: si la maldad de la guerra o la
inteligencia de la política.
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