Por Luisa Pernalete
“No puedes andar por ahí con
esos niños, ¿dónde vives?” -le pregunté, “¡en la calle!”, fue su respuesta. La
mujer no tendría más de 23, 24 años, y ya cargaba dos niñitos, ahí se la pasa,
en la puerta de una panadería del este de Barquisimeto. Levanto la mirada, y
veo una pequeña de unos 3 años, “¿Y tu mamá?”, y escucho que una adolescente me
dice que están esperando a la abuela. “Ella viene, vende flores y con eso
comemos”. Cuento: cuatro abandonados en media cuadra.
Voy repasando historias de
una semana. “¿Me puede conseguir un trabajo para los fines de semana?” -me
volvió a pedir Samuel, de 17 años, de San Félix, ya sé el resto, si no hace
algo, tendrá que dejar sus estudios de bachillerato. Los ingresos familiares no
dan, estudiar incluso en un liceo público es un lujo ahora. Pienso en la otra
señora, comadre, que está en una disyuntiva: si gasta lo que le tiene en
la merienda y desayuno de la hija menor, en educación inicial, no tendrá para
sus exámenes urgentes. “Me estoy sintiendo muy mal. Hace meses que me he debido
hacer esos exámenes. Me da miedo…” y no completa la frase. Su esposo murió hace
un año y ella tiene que vivir para sus hijas.
Hace dos días me llamó la
señora Erika, de San Félix, me pregunta si no puedo conseguirle un
anticonvulsionante para su hija con necesidades especiales. “Ya no sé dónde
buscarlo. Como usted viaja por todo el país…”. Erika no es la única urgida por
convulsionantes. Solo pongo un ejemplo de estos días. No meto las angustias del
mes pasado cuando se descubrió que en el estado Bolívar no había vacunas
suficientes para enfrentar la difteria que se regaba sin permiso y sin
información oficial.
Y sigo. Hay escuelas de Fe y
Alegría del oeste de Maracaibo que están teniendo en primaria asistencia de 10
estudiantes por aula, a casi un mes de haber comenzado las clases. “Creo que no
tienen para comer, y como a los colegios no ha llegado el SAE…” y no dice más
la directora. El Sistema de Alimentación Escolar no se sabe si tendrá vida este
año escolar”.
Por datos más amplios, como
los que recoge la Redhnna (Red de Derechos de Niños Niñas y Adolescentes)
sabemos que hay casas hogar que están a punto de cerrar. ¡No pueden alimentar a
los niños bajo su cuidado, no pueden suministrarles sus medicamentos! No les
baja la marea. ¿Si cierran quién les acogerá? El Estado hace años que no crea
ninguna entidad de atención.
Este país medio paralizado
por la crisis política, sin respeto a las reglas del juego democrático
establecido en la Constitución, parece olvidarse que los niños no pueden
esperar, porque la infancia pasa rápido, y no vuelve. Los niños deben comenzar
a estudiar temprano, no vuelve y no hay suficientes centros de educación
inicial -ya sé que esto es un disco rayado-; los mil primeros días de una vida,
comenzando por los 9 meses de gestación, son vitales, ¿Dónde están los
programas del Ministerio de Salud para esas madres y esos niños? La Fundación
Bengoa alerta. Los pequeños han sido condenados siendo inocentes.
Este país tiene que
enseriarse. Las autoridades tienen que deponer sus intereses particulares,
tienen que escuchar el llanto de tantos niños, y el de sus padres, que se les
va el día y la noche buscando cómo sobrevivir. El artículo 78 de la
Constitución también hay que recordarlo: “Los niños, niñas y adolescentes son
sujetos plenos de derecho… El Estado, las familias y la sociedad asegurarán,
con prioridad absoluta, protección integral, para lo cual se tomará en
cuenta su interés superior en las decisiones que les conciernen”.
La sociedad tiene que exigir
pronta respuesta a los problemas por el bien de los más vulnerables. Nuestra
angustia tiene que transformarse en acciones. La democracia también es
necesaria para los niños y adolescentes. Hay que ocuparse del hoy y del mañana,
y para muchos niños el mañana puede ser tarde.
27-10-16
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