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sábado, 5 de noviembre de 2016

Baltazar Porras: en lugar de avanzar estamos retrocediendo en todos los órdenes



Monseñor Baltazar Porras fue elevado a Cardenal el pasado 9 de octubre por el Papa Francisco, quien hizo el anuncio durante el Ángelus celebrado ese día en la Plaza San Pedro, en Roma.

Su nuevo cargo implica mayor responsabilidad dice Porras, quien asegura que el Santo Padre tiene una gran preocupación por lo que ocurre en Venezuela.
-¿Monseñor o Cardenal?

- Ni uno ni otro, el nombre de pila, del bautismo es el que me hace hijo de Dios y hermano de los demás.

-¿Qué  significa para un sacerdote de la Iglesia Católica que el Papa lo nombre Cardenal?

- Una responsabilidad mayor. En una ocasión me dijo el Papa, tú y yo somos privilegiados porque ¿Tú habías pensado en ser arzobispo o yo en Papa? ¿Verdad que no? Pues ser privilegiado no da privilegios sino obligación de servir. No te olvides.

 -¿Se siente usted como un emisario de Su Santidad Francisco para ayudar a lograr la paz en Venezuela?

- El Papa tiene una gran preocupación por Venezuela y lo ha expresado de muchas formas en estos años. El ha confiado plenamente en el episcopado, en la Conferencia Episcopal, y es su mensaje: trabajar por  la paz y el entendimiento de todos los venezolanos.


-¿Qué es lo que más le preocupa de Venezuela en estos tiempos?

- Que por la imposición de una ideología sectaria, en lugar de avanzar estamos retrocediendo en todos los órdenes. Principalmente en el orden moral, pues hay un quiebre en los valores que construyen: la fraternidad, la solidaridad, el respetar la pluralidad como una riqueza. De allí que este año de la misericordia es un llamado a todos los venezolanos, a echarnos la patria al hombro como decía Bergoglio.

 -En mayo de 1957 se dio un episodio muy importante y a lo mejor ya olvidado por los venezolanos que fue la Carta Pastoral de Monseñor Arias Blanco leída en todas las iglesias del país, ¿Significó esa Pastoral un grito de libertad en esos momentos?

- Ciertamente que sí. Cuando no se podía hablar, ni decir que formar sindicatos era un derecho, Arias Blanco, con coraje y sentido profético, habló recogiendo el grito de libertad de todos los venezolanos. Y eso ayudó a tomar conciencia de que la dictadura no era el camino del encuentro de los venezolanos.

 -¿Cuál debe ser el papel de la Iglesia cuando en los países se presentan conflictos políticos? ¿Deben los curas opinar en política, no se arriesgan a que los gobernantes digan que tienen al diablo metido bajo las sotanas?

- El papel fundamental de la Iglesia, de la jerarquía (obispos y sacerdotes), de los bautizados, es hacer presente el mandamiento del amor al prójimo como uno mismo. Esto se logra, con creatividad, y no sin problemas, metiéndose en la compleja realidad de las personas e instituciones. Señalar los valores trascendentes que no puede olvidar o dejar de lado ningún político, es función primordial del creyente.

Toda intervención en la vida cotidiana, en el acontecer social, tiene una dimensión política: es decir, trasciende la intimidad o la privacidad. Eso resulta siempre incómodo para todo el que tiene el poder, pues lo que busca es que se le bendiga y no que se le critique. En la historia de Venezuela, desde sus inicios republicanos, ha sido una constante. Recordemos que en 1830 todos los obispos fueron expulsados. Esto se repitió con los Monagas, con Guzmán, con Gómez... pero es una realidad también, que fieles al Concilio Vaticano II, la postura de la jerarquía sobre la realidad venezolana ha querido ser una ayuda, no una imposición. Y de eso sobran los testimonios. Y la manera más cómoda para quien manda es decir que el demonio está metido debajo de la sotana.

-El domingo 30 de octubre se sentó Chúo Torrealba con la representación del Vaticano y algunos personeros del gobierno, en esa reunión sólo planteó el representante de la MUD las condiciones para un futuro diálogo. ¿Cómo hacerle entender a parte de la opinión pública que esas reuniones no son una traición a la oposición?

- El Papa Francisco contestó a los periodistas acerca de Venezuela, cuando regresaba en estos días de Suecia que, sin diálogo, sin búsqueda de entendimiento, no hay posibilidad de salida. Uno se sienta, debe hacerlo, no con quiere sino con quien le toca. Lo agudo de la crisis, la necesidad de respuestas inmediatas, es lo que lleva alguna parte de la gente a pensar que se está claudicando y no es así.

 -Si se establece una agenda para iniciar un diálogo ¿Cuáles deberían ser los puntos de esa agenda?

- Lo primero, respetar la institucionalidad. Esto está desdibujado en el país. No existe sino un único poder que manda a los otros poderes y estos obedecen sumisamente. Resultado: falta de equilibrio, se abre el camino del abuso, de la corrupción, y de olvidar que la primera obligación de todo gobernante es servir a las necesidades de la gente.

En segundo lugar, hay que dar muestras claras de que se quiere dialogar. No puede ser que exista un doble discurso: uno en la mesa, otro ante las cámaras. Sin gestos concretos que admitan la gravedad de la situación y la búsqueda de respuestas eficaces, el camino se hace imposible. Allí entran los temas de los presos políticos, de la libertad de expresión e información, del acoso a quienes disienten...

-¿Cómo  podemos transitar una salida pacífica?

- Para que se transite por una salida pacífica, aplicar la Constitución es fundamental. No se puede demonizar, por ejemplo, el Revocatorio como golpista. Es un derecho ciudadano que lo puede ejercer. Tanto el Gobierno como la oposición dicen contar con la mayoría de la gente. Pues, es el pueblo quien debe decidir, es a él a quien le compete legitimar o no, el ejercicio del poder. No se puede dejar de lado a los ciudadanos y convertir el diálogo en un acuerdo de las partes. La última palabra la tiene el soberano. Hay que permitir que la ejerza.

-El 31 de octubre se liberaron a un mínimo porcentaje de presos políticos y algunos de ellos con excarcelación ya concedida ¿Está utilizando el Gobierno a esos presos políticos como rehenes para hacer tiempo para beneficio propio?

- Los presos políticos son numerosos y las condiciones en las que están son deplorables. No hay nada más difícil de justificar que un preso político. Eso atenta contra la libertad de disensión y contra la dignidad humana del preso, y de sus seres más cercanos que sufren vejaciones. Hay que verles el rostro a los padres y familiares de los presos políticos que acuden a las instancias de Iglesia, entre otras. Son rostros de dolor, de impotencia, de sufrimiento. Esto no debe existir en una sociedad que pretenda llamarse democrática.

 -Si los liberaron quiere decir que sí hay presos políticos.

- Lo que está a la vista no necesita anteojos, reza el dicho.

-Para el día 3 de noviembre  estaba pautada una movilización hacia Miraflores. Esa movilización fue suspendida, sin embargo algunos partidos siguen llamando a llegar a Miraflores ¿Usted piensa que esa movilización puede tener riesgo de violencia con toda la represión de las últimas movilizaciones, sobre todo en el interior?

- Toda movilización que no sea del oficialismo ha estado durante estos años sometida a la presencia de grupos armados y desadaptados. Manifestar no es un delito, sino un derecho. Toca al Estado garantizar que todo grupo pueda hacerlo sin riesgos. El poner coto cerrado a determinados lugares, como son las plazas Bolívar de todo el país, o las sedes del gobierno, son sitios públicos a los que todos, sin excepción, tienen derecho a expresar lo que consideran justo. Ahogar toda manifestación con una contramarcha, quiere decir que no hay espacio sino para quienes siguen las directrices gubernamentales. Esto no es equitativo y por tanto, es injusto.

-En una entrevista dada al diario El Nacional usted expresó que el verdadero infierno lo estamos viviendo los venezolanos en estos momentos  ¿Por qué?

- Porque Venezuela es un país privilegiado por diversas razones, con derecho a que todos vivamos en paz, en armonía, desarrollando las capacidades de cada persona o institución. El discurso de exclusión, de enfrentamiento, de desconocimiento de los derechos de los otros, nos tiene padeciendo males innecesariamente: la falta de alimentos, de medicinas, la carestía de todo, la falta de empleo digno, el miedo que se siembra por disentir, nos tiene en los últimos lugares de todos los parámetros de bienestar social del mundo. Y quien más sufre es la población más pobre.

-Como esta entrevista pareciera estar hecha a un político, me gustaría que como sacerdote, Cardenal, enviara un mensaje espiritual a los venezolanos en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo y que nos de esperanza, confianza y fe en el futuro.

- En los momentos de dificultad y de crisis, la respuesta no es echarle la culpa al otro. Es necesario sentirnos y ser protagonistas de nuestro propio destino, con respeto, con constancia, con coraje, con una lectura de la realidad que nunca es sólo la que uno tiene. La realidad social la vemos mejor cuando es producto del análisis y la participación de sectores, mientras más diversos, mejor.

Como creyentes y/o personas de buena voluntad, nuestra primera misión es la de aceptar al otro, verlo como un hermano y no como un enemigo. No es tarea fácil pero sí posible. La fe es la fuerza que mueve montañas y le da a la esperanza sentido de trascendencia. La tarea de reconstruir el país no es obra de unos pocos, sino de todos. La vida está plagada de dificultades y tropiezos, es lo normal. Crecemos, maduramos, cuando nos ponemos en camino para superarlos.

La alegría de compartir con los demás, pasa por aprender a ser samaritanos, es decir, asumir el mal del otro como propio, porque es lo que desearíamos si nos encontráramos en situación parecida. Como creyentes y como seres que seguimos el ejemplo de Jesús, es el camino de la resurrección que pasa por la cruz de cada día. Que el Señor y la Virgen nos acompañe en esta tarea.

05-11-16




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