Luis Manuel Esculpí 01 de noviembre de 2016
@lmesculpi
Es
sumamente controversial. Hasta el punto que el vocablo ha sido prácticamente
estigmatizado. Las aprensiones afloran en los campos contrapuestos. La
desconfianza es mutua. Las dudas son absolutamente comprensibles. Como escribió
el director de teatro Hector Manrique: “las formas en política son tan
importantes como el contenido”. La polémica colmó el tiempo de los días
recientes. Las fuerzas democráticas no tuvieron espacio para reparar en la
puesta en escena que no resultó muy feliz. Agravada más aún por transmisión
“agresiva y repugnante” del canal oficial tal como la calificó Chuo. El
documento de la MUD intentó -en alguna medida- corregir las fallas observadas.
Lógico,
después de solicitar la participación del Vaticano había que acudir a su
llamado. Hay que luchar en todos los terrenos. Jugar en todos los tableros
simultáneamente. Las movilizaciones, la presión interna, el escenario
internacional y sentarse a conversar con el adversario. Estos conflictos -en
última instancia- se definen en una mesa de negociación, palabra tan
desacreditada -injustamente- en nuestro país, tanto como el vocablo diálogo.
En el
proceso iniciado el pasado domingo en el museo Alejandro Otero, se confrontan
claramente dos estrategias; el gobierno persigue ganar tiempo y continuar
corriendo la arruga, contando con la expresión manifestada por Maduro de ” Dios
proveerá” . La Mesa de la Unidad , por su parte, se propone lograr una salida
constitucional y electoral cuanto antes. La más expedita es la del referéndum
revocatorio que él oficialismo ha empleado todos los recursos a su alcance
(incluyendo el poder judicial) para bloquear esa alternativa de desembocadura a
la gravísima crisis que confrontamos.
Las
cartas están abiertas. Los propósitos de cada quien están definidos. Se sabe
que el gobierno cuenta con el control de todos los poderes formales -salvo el
legislativo- y uno fáctico de primer orden evidenciado en el alto mando
militar. La oposición ahora cuenta con la mayoría del pueblo y con un respaldo
internacional sin precedente. El panorama ha cambiado de manera sustancial, estamos
en la mejor situación de estos diez y siete años, mientras el oficialismo se
encuentra en su peor momento.
La
constatación de tal realidad no implica confiar ciegamente en desenlace de un
proceso que apenas se inicia, el escepticismo en zonas del campo opositor se
explica dado la naturaleza del adversario. Sin embargo, la intensificación de
la lucha unitariamente en los diversos escenarios, podrá propiciar un desenlace
favorable. Colocar en un lugar prioritario de la agenda de conversaciones el
tema de la salida constitucional y electoral a la crisis, constituye un aspecto
fundamental para potenciar esa meta estando en sintonía con la aspiración
mayoritaria de cambio político.
Como
en todas las fases de esta lucha, entramos en una etapa cargada de riesgos y
posibilidades. Es elemental asumir el comportamiento que permita disminuir los
riesgos presentes y aumentar las potencialidades. La Mesa de la Unidad tendrá
que conducirse con todo el ingenio y la perseverancia necesaria para alcanzar
el objetivo. Estas virtudes han sido emblemáticas en el desenvolvimiento
exitoso, junto a la unidad que permanece siendo un factor clave para llegar a
conformar la amplia mayoría que ya se manifestó en diciembre.
Más
allá de las naturales divergencias, es necesario desarrollar las visiones
compartidas que permitan la unidad de propósitos, de conducción y de acción en
los diversos escenarios. Para alcanzar un despliegue complejo y diverso, para
avanzar en el logro del cambio necesario y posible.
@lmesculpi
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