Luis Manuel Esculpí 29 de noviembre de 2016
@lmesculpi
Habían
quedado atrás los tiempos luminosos de la república civil. En su ocaso la
corrupción, el abuso de poder, la devaluación de la moneda y la ineficiencia de
las últimas gestiones eran rechazadas por importantes sectores de la sociedad.
El desprestigio del bipartidismo era muy significativo. Algunos exigían la
aplicación de “mano fuerte” y subestimaban los logros del período democrático y
sus realizaciones en materia de educación, salud e infraestructura.
Las
sociedades que alcanzan un cierto nivel de avances y progresos, se plantean
nuevas exigencias, surge una especie de ” revalorización de las expectativas”,
el propósito de superación es propio de la naturaleza humana, no sólo del
individuo, también del colectivo social.
En las
postrimerías de ese período los escándalos de corrupción eran la diaria
comidilla, las gravísimas denuncias del Régimen de Cambio Diferencial (RECADI)
de importaciones no efectuadas o realizadas por empresas de maletín usando el
dólar preferencial, ocupó durante meses los principales titulares de la prensa
nacional.
Las
compras militares, el uso abusivo de los escoltas y las “famosas colitas” de
PDVSA constituyeron denuncias permanentes de la oposición política. Ya era
preocupante el aumento de la inseguridad y el deterioro de los servicios
públicos.
Todo
ello fue creando un “caldo de cultivo” para la sustitución del régimen que
gobernaba. Las fuerzas opositoras, personalidades , “notables” y algunos
poderes fácticos contribuyeron a exacerbar el clima existente. En ese trayecto
la oposición democrática no estuvo exenta de errores, muy por el contrario los
cometió y no de poca monta. Personalmente reconozco haber participado en varios
de ellos.
Las
fuerzas democráticas que se proyectaban como alternativas, al menos parte
importante de ellas, aspiraban el cambio para superar el estancamiento y
propiciar una sociedad más justa y que profundizará la democracia, en ningún
caso para retroceder en las conquistas obtenidas durante cuarenta años.
En ese
clima se producen los dos golpes de estado, la pasada semana se cumplió casi un
lustro del segundo de ellos. Ya el expresidente Chávez se había convertido en
una relevante figura -gracias a omisiones y fallos del gobierno- en su breve y
famoso discurso del “por ahora”.
El
resto es historia conocida , el régimen implantado en estos dieciocho años, ha
profundizado agudamente los males que ya vivíamos, sin poseer las indudables
virtudes de la república civil. El discurso y la prédica que condujo al
gobierno a la actual camarilla se contradice abismalmente con su práctica. Los
hechos de corrupción del pasado constituyen “delitos menores” frente a la
actual, CADIVI supera en años luz a RECADI, los delitos denunciados en PDVSA no
son precisamente de unas “colitas”, el viernes negro fue una nimiedad frente a
las devaluaciones de este tiempo.
Si se
revisan todas las promesas electorales y las realizaciones de estos periodos,
sin el menos esfuerzo se podrá comprobar la inmensa distancia existente entre
la teoría y la praxis, entre la palabra y los hechos.
Los
escoltas hoy detienen el tránsito arbitrariamente, para dar paso no sólo a la
caravana presidencial, sino también a lujosas camionetas donde se transportan
funcionarios de diversas categorías.
En
zonas de Caracas como El Paraíso, Santa Monica, Valle Abajo, El Recreo – entre
otras; se pueden observar, módulos de la Guardia Nacional que no tienen como
función principal el de atender la seguridad ciudadana, sino la protección de
familiares de altos personajes del gobierno que aún habitan en esas parroquias.
Así rutinariamente podemos cotejar en cualquier área de acción gubernamental,
lo falaz de su predica con la práctica cotidiana.
@lmesculpi
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