Por Félix Seijas Rodríguez
El principal capital de la
Unidad es la fuerza popular que le respalda. Sentarse en la mesa de diálogo
exponía a la MUD a pagar ciertos costos en tal sentido. Jamás, en los 17 años
de gobierno chavista, la oposición había contado con el nivel de respaldo que
hoy exhibe dispuesto a manifestar su descontento en las calles. El gobierno,
por su parte, nunca había estado más débil. En el peor momento de Hugo Chávez
cerca del 60% de la población estaba descontento con su gestión, pero ni la
mitad de ellos se encontraba tan enojado como para salir a protestar; y ya es
historia lo que sucedió. Hoy en día el 80% está seriamente molesto con la
gestión de Nicolás Maduro y el 65% está dispuesto a salir a las calles a
expresar su inconformidad, de los cuales la mitad no solo está dispuesta, sino
que lo desea fervientemente. Acudir al diálogo amenazaba entonces con enviar
señales de debilidad a esa masa inquieta, enfriando el ambiente, y jugando a
favor de lo que se supone es la agenda del gobierno: debilitar a la Unidad como
representante del descontento y ganar tiempo para rescatar su estabilidad en el
poder.
Todo esto puede ser
contrarrestado con buena comunicación, pero los primeros pasos de esta historia
resultaron ser un desastre en tal sentido. Más allá de quién está de acuerdo o
no con el diálogo, lo que existe en el pueblo opositor es un estado de
desconcierto. A ellos les cuesta entender las acciones de la MUD, porque en las
últimas semanas estas parecen contradecirse a diario. Y no les falta razón.
Para nadie es un secreto que a lo interno de la Unidad existen diferentes
visiones de cómo proceder. Esto no es necesariamente malo, de hecho es lo
deseable en un sistema plural. El asunto está en que a la hora de actuar, esta
diversidad debe hacerlo con base en consensos, los cuales deben ser comunicados
de manera eficiente. A algunos les gustará y a otros no. Las críticas son
inevitables. Pero si la hoja de ruta está clara, la adhesión a la causa que
promete conducirte al objetivo deseado llega como consecuencia. Y por más
diversa que sea la Unidad, su razón de existir es una meta común. Ahora bien,
el virus que puede destruir esta instancia es el de las agendas personales y
eso la población lo huele a kilómetros de distancia, y lo hace más rápido si le
envías las señales incorrectas.
La MUD no puede darle largas
a está historia del diálogo si, como podemos sospechar, no va a conducir a nada
concreto, particularmente en el tema electoral. Debía sentarse, y lo hizo. Pero
no tiene mucho tiempo para presionar por resultados que definan si permanece o
no en ella. Indispensable también resulta mejorar sus mecanismos de
coordinación interna, así como su capacidad comunicacional. En juego está su
fortaleza, su capital, y lo que ello significa para el rumbo que tomará la
historia en los próximos meses y la incidencia de ello en la vida de millones
de venezolanos. Y aquí no se trata de ser pro MUD o de no serlo, se trata de
estar ante la instancia mejor engranada que ha tenido la oposición al régimen
“revolucionario”, y en uno de los momentos más críticos que haya vivido nuestra
nación.
04-11-16
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