Por Antonio Pérez Esclarín
No entiendo cómo el Gobierno
se considera demócrata y bloquea todas las salidas electorales a la crisis.
Después de haber sepultado el Referéndum Revocatorio, pontifican con el mayor
desparpajo que no habrá elecciones hasta el 2018 y que, en consecuencia, la
oposición debe cesar de engañar a la gente con la ilusión de un posible
adelanto de las elecciones. “No se obsesionen con procesos que no están
en la Constitución”, repite Maduro, pero sí estaban el Referéndum y las
elecciones de gobernadores y recurrieron a todos los medios para
impedirlas. No olvidemos que el Presidente afirmó que no entregarían el
poder “ni con votos ni con balas”, lo que equivale a sepultar la democracia, y
hasta un connotado vocero del Gobierno, famoso por sus amenazas y desplantes,
afirmó que gobernarían varios cientos de años más, lo que me recordó la bravata
de Hitler que aseguraba que el imperio nazi duraría mil años. Pero entonces,
¿qué sentido tiene el diálogo y la posible negociación, cuando el Gobierno no
está dispuesto a ceder lo más mínimo en este campo, constitucional y pacífico,
que es, además, el camino para evitar la sangre y el enfrentamiento
violento? Alabar el diálogo y mantener el puñal en la yugular de la
democracia, es de un cinismo sobrecogedor.
Uno comprende la impaciencia
de muchos pues son ya demasiados años de engaños, arbitrariedades y abusos de
poder. Pero la paciencia hoy nos es muy necesaria. La paciencia no indica
claudicación ni abandono de la pelea y dejar de mantenerse firmes y valientes
en la exigencia de que se cumplan los derechos que nos garantiza la
Constitución. La verdadera paciencia no tiene que ver con la resignación pasiva
ni es fruto de la debilidad. Al contrario, supone fortaleza interior. La
persona paciente se mantiene activa, busca lo mejor, responde a situaciones y
retos nuevos, pero lo hace sin perder la paz ni la lucidez.
La paciencia no es virtud de
un momento, sino un estilo de perseverar de forma pacífica pero tenaz, sin
rendirse ante los problemas y las adversidades. Por eso, la genuina paciencia
va acompañada de perseverancia y tenacidad. No va a ser posible dejar atrás la
violencia y promover un proceso de pacificación sin una actitud paciente y
tenaz. No se recupera en unos pocos días la confianza rota por tanto
enfrentamiento. No se van a solucionar los gravísimos problemas de Venezuela
por arte de magia. Va a ser necesario mucho esfuerzo y sacrificio. No es posible
aproximar posturas y buscar juntos lo mejor para todos sin un trabajo paciente,
sereno y lúcido. Por eso, ni impaciencia ni desaliento. Sencillamente,
paciencia activa y combativa en todos los frentes posibles. En consecuencia,
diálogo, negociación y presión de calle, sin ceder ni un milímetro en lo que
suponga desconocer la Constitución.
Los tiempos tan difíciles que vivimos
no han de ser tiempos de lamentos, desaliento, o conductas que pongan en
peligro la unidad, sino de trabajo y lucha unitaria. No es tampoco la
hora de la resignación o la huida, ni de los guerreros del twitter que desde
las trincheras de sus pantallas incitan a la rebelión, y parecen jugar a la
división al denigrar de los que están entregando sus energías y vida a buscar
salidas pacíficas y electorales a la crisis.
25-11-16
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