ROMÁN IBARRA 29 de diciembre de 2016
Termina
el año 2016, y los venezolanos no tenemos una sola razón para sentir alegría,
ni esperanzas, respecto de lo que debería ser normal en un país en el que la
demanda social pudiera marcar la agenda de un gobierno racional, conectado con
el sentir de los ciudadanos.
No es
posible, porque el nuestro no es un país normal; se trata de uno que padece las
impertinencias de un gobierno dictatorial, que antes se ufanaba de celebrar, y
ganar repetidamente elecciones, que ahora no se atreve a hacer, pues se acabó
el mito, según el cual, estos ¨bolivarianos¨ se autodefinían como demócratas, y
ahora pretenden engañar al mundo con argumentos tan falaces, como que la
¨prioridad no es hacer elecciones, sino enderezar la economía¨, como si no
hubieran sido ellos mismos quienes la destruyeron a base de persecuciones al
sector privado, y a toda actividad emprendedora.
Un año
que cierra con las peores cifras históricas en cualquier rubro a considerar:
inflación, inseguridad, corrupción, pobreza, crisis humanitaria por hambre y
escasez de medicinas, desempleo, y por si fuera poco, muertes por violencia.
Se ha
perdido este año 2016 en el lodazal creado por el gobierno, para evitar con
artimañas, y sucio proceder, los mecanismos constitucionales que hubieran
permitido lógicas válvulas de escape a la más grande crisis de nuestra historia
republicana, creada –como hemos dicho- por el gobierno comunista de
Chavez-Maduro, dirigido por sus amos de Cuba, para desgracia nuestra, al haber
impedido la realización del referéndum revocatorio, y las elecciones de
gobernadores, así como haber utilizado, tanto al CNE, como al obsecuente TSJ
para obstaculizar las actividades ciudadanas y de la Asamblea Nacional como la
más genuina y representativa expresión popular.
Se
perdió este 2016, porque incluso cuando el gobierno se vio con el agua al
cuello, y accedió a regañadientes sentarse a negociar términos para un acuerdo,
firmándolo frente a los mediadores internacionales, termino violando su propia
aceptación, burlándose de los negociadores, la representación internacional, y
del pueblo venezolano, como ya es costumbre.
Lo
cierto es que mientras los radicales del gobierno tienen secuestrado a Maduro,
este continúa destruyendo al país todos los días, e intrigando para que los
radicales opositores de la oposición, intenten dividir a la MUD aprovechando
–tambien- errores propios de la
formación; errores normales en una pluralidad de partidos, y personalidades tan
amplia como la que hace vida en su seno.
Si el
gobierno fuera un poquito inteligente, entendería que les conviene negociar con
la oposición para que haya una alternancia en el poder, pero sobre todo, para
preservar a su partido como entidad para el futuro, e insertarla en el juego
democrático, como ocurre en cualquier país civilizado. Pero no, hasta ahora han
optado por la cerrazón, por la estupidez, y el radicalismo necio. Ello hace más
difícil el trabajo de recuperación de la democracia como sistema, toda vez, que
a la oposición no le queda más camino que el desarrollo de la agenda cívica,
pacifica, electoral, y constitucional, decidida por la mayoría de la población
el 6D-2015, con las elecciones parlamentarias.
A
pesar de este negro panorama, no tenemos tiempo que perder. Se trata de que la
MUD continúe liderando con inteligencia a la oposición, sane sus heridas, y
entienda por encima de todo que la unidad es vital para derrotar a la
dictadura; para ello es necesario preservar a la AN lejos de cualquier
provocación, porque es la única institución que habrá de recoger los escombros,
y reconstruir el sistema democrático. Bienvenido el 2017, año de lucha intensa.
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