RAFAEL LUCIANI 03 de diciembre de 2016
@rafluciani
Ante
las realidades fragmentadas y polarizadas que vivimos, debemos recuperar el
arte del discernimiento. Quien discierne lo que vive, busca siempre evitar que
lo coyuntural no lo hunda en el pesimismo y la desesperanza. Ofrecemos aquí 4 criterios
que Francisco nos propone.
El primero es: «el
tiempo es superior al espacio». Lo más importante es iniciar procesos antes que
paralizarnos por el miedo. «Se tiende a privilegiar los espacios de poder sobre
los tiempos de los procesos» (Francisco, 2010). Tanto que es más importante la
cantidad que la calidad, el poder que el servicio, los proyectos que la
relación real y próxima al otro. La consecuencia es clara: «somos una sociedad
que ha cortado sus lazos comunitarios» (2005). De ahí la necesidad de superar
el individualismo feroz que se expresa en nuestros caracteres, malestares
personales y termina por paralizarnos ante la posibilidad de tener una vida más
humana.
El segundo criterio es: «la unidad es superior al
conflicto». Esto significa que para que se logre el bien común hay que «meterse
en el conflicto, sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón
de una cadena, en un proceso» (2010). El fin de esto ha de ser la unidad mayor
y así la superación de las divisiones y los conflictos coyunturales que podamos
estar atravesando, en lo familiar y en lo social. Construir la unidad significa
recuperar la memoria de las raíces, la captación de la realidad presente y el
coraje del futuro. El reto está en no dejar que las circunstancias nos
despersonalicen.
El tercer criterio es: «la realidad sobre la
idea». «La realidad es, mientras que la idea se elabora». Francisco
se pregunta: «entre realidad e idea: ¿qué está primero? La realidad.
Ella es superior a la idea» (2010). Aquí reconoce la necesidad de «ver» primero
aquello que se muestra y es evidente ante nuestra mirada, lo que no puede
ocultarse porque es un «hecho». Si nos quedamos en «lo ideal» podemos vivir la
falsa ilusión de valorar positivamente el actual estado en el que vivimos, pero
al «ver la realidad» que nos rodea descubrimos que nos estamos deshumanizando,
que estamos perdiendo «toda referencia a lo común y a los lazos sociales», a lo
que da felicidad.
El cuarto criterio es: «el
todo es superior a la parte». Esto significa que «un ciudadano que conserva su
peculiaridad personal, su idea personal, está unido a una comunidad, como
sucede con la figura del poliedro. Por ello, la característica
fundamental del ser ciudadano es la projimidad» (2010). Con esta
expresión se busca superar el individualismo atroz que nos distingue como sociedad,
pero que, a la vez, frustra a tantos que viven sumergidos bajo la cultura de la
indiferencia y la indolencia, donde cada uno vela por sus propios proyectos e
intereses, mientras considera al otro como uno más del montón, de la masa, con
quien no logra edificar una conexión real o un mundo de vida compartido.
El
rescate
Estos principios de discernimiento buscan el rescate del ser humano. Francisco los integra en su magisterio:
a) evitar el “abstraccionismo espiritual” o
creer que podemos vivir una fe sin lugares sociales;
b) apartarse del “metodologismo funcionalista”
o los intentos de justificar el uso de cualquier medio con tal de alcanzar un
fin determinado, como puede ser la permanencia en el poder;
c) asumir una hermenéutica crítica de las “ideologías
abstractas” que terminan con una reducción ideológica de la vida;
d) y desmontar el “clericalismo eclesial”,
signo de una fe que no alcanza su adultez.
Rafael
Luciani
Doctor en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
Doctor en Teología
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@rafluciani
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