Por Héctor Silva Michelena
El 31 de marzo de 2016, en
El Nacional, el padre Luis Ugalde escribía: “En Venezuela, tras el triunfo
electoral del 6-D, luego de los primeros desahogos alegres, hay el peligro del
bloqueo de los cambios: el gobierno, como no puede ni con todos sus motores
verbales, se encierra en el castillo del poder y llama en su defensa al servil
Poder Judicial y a la inestable lealtad de las armas. Mientras que los
opositores demócratas concentran su esperanza en el Legislativo. Aunque el TSJ
hable de leyes no ejerce de juez sino de parte, ni el debate es jurídico sino
de poder político para someter al otro. El juego está trancado, entre el Legislativo
haciendo nuevas leyes, y el Judicial bloqueándolas de antemano. Pero la miseria
y desesperación de la gente avanzan y exigen cambios de fondo” (Elogio de la
política, UCAB, 2016).
Más adelante, en el mismo
artículo, el pare Ugalde formula esta proposición: “Para desbloquear el camino
y reconstruir al país es imprescindible llegar a un acuerdo sobre un gobierno
de salvación nacional con compromisos básicos respaldados por parte del
chavismo y de la oposición democrática, con medidas de cirugía mayor para
recuperar la democracia, con una economía que atraiga inversión, crecimiento y
abastecimiento para una sociedad que recupere la esperanza”.
La excelencia del texto
excusará la extensión de la cita. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? En los más
de ocho meses transcurridos, el juego no sólo sigue trancado, sino que en el
coto cerrado donde juegan payasos hipócritas que, fingiendo y fingiendo, han
dado la espalda a millones de venezolanos, hiriendo de muerte a la esperanza y
ahondándolos en la miseria. Sólo la camarilla gobernante, milico-civil, se ha
beneficiado con esta calamidad pública, ya demasiado larga. No se requiere ser
un sabio en ciencias sociales para sospechar que, bajo su aparente pasividad,
emerge un volcán que vomita azufre y cenizas tóxicas.
En una entrevista reciente
conducida por el lúcido periodista Alonso Moleiro (AM, en Tal Cual, 17 al
23 de noviembre), el ex rector de la UCAB afirma sin tapujos: “Esto es una
dictadura con miseria para la mayoría”. Ante la pregunta de AM, Ugalde responde:
“Yo te quiero decir por qué digo ‘arbitrariamente’ que estamos en una
dictadura. En un país donde en una elección la oposición triunfa con dos
tercios de la Asamblea y se dice ‘esa Asamblea cualquier decisión que tome es
inválida, sin importar cuál es la argumentación’.
Segundo, el Poder Judicial
hace lo que yo, el Ejecutivo, le pido que haga; los militares sirven, no para
proteger la Constitución, sino para defender al régimen (…) el control es total
y el ideal para el dictador es que la dictadura sea aceptada por los súbditos”.
Más claro, ni los claros clarines del gran Darío.
AM pregunta: ¿cómo se
enfrenta una dictadura? Ugalde: “Lo peor que se puede hacer es empezar a
regatear con la dictadura. Estamos secuestrados: nos secuestraron las
elecciones, el abastecimiento, las medicinas, nos metieron un montón de presos
a los que les han inventado delitos. La tentación puede ser empezar a rebajar,
como ‘no me das todo’ porque eso es lo que se hace con el secuestrador. Pero
eso es lo que no se puede hacer”. Yo, HSM, lo comparto. Empero, ¿no se está
haciendo ya?
Consecuente con todo lo que
ha predicado y escrito, el padre Ugalde nos propone lo siguiente para lograr un
gobierno de salvación nacional: “Yo creo que un reto para los demócratas es
comunicación, comunicación, comunicación con la población en doble dirección.
En estos días ha habido mucha confusión. Uno entiende por la presión que tienen
los dirigentes, incluso se enredan entre ellos, pero tiene que quedar claro que
una cosa son las diferencias y otra cosa la gran batalla. Y eso, la fuerza que
tiene la oposición es que el 90% del país está desesperado y quiere la salida y
la Constitución le da la razón. Entonces se tiene que pedir este matrimonio y
no podemos inventar otra cosa”.
AM: ¿y qué opinión le merecen
los militares? Ugalde: “Aquel sector de la Fuerza Armada que es clave para
mantener esta dictadura es una vergüenza. Es decir, la FA tiene la obligación
de defender la Constitución y realmente, y estando en esta situación,
evidentemente, si el Gobierno no tiene la mayoría, ¿por qué se mantiene?,
porque tiene la fuerza y la ejerce. Dice que cree que puede haber elecciones,
pero hay que presionar duro al gobierno con la AN, y la acción internacional.
Afirma que no se pueden dar largas porque eso aumenta la tortura de pueblo
venezolano, que hace colas para comer y curarse pero no encuentra los
productos.
Elías Pino Iturrieta, en su
artículo en EL Nacional (04/12/16), después de arrancarle el
embustero y tramposo mascarón de proa, y desnudar su dislexia coprológica, nos
dice que Maduro “viene afirmando en los últimos días que mantendrá la mesa de
diálogo hasta 2020 o 2021, y que evitará que los interlocutores la abandonen.
¿Puede caber una mofa de mayor estatura? ¿Se puede uno imaginar una befa más
grande?”. Y concluye muy bien su notable artículo: “En suma, Maduro afirma que
terminará su mandato, que lo prologará hasta las calendas griegas valiéndose de
un simulacro de diálogo, es decir, emborrachando las estúpidas perdices”. Pausa
y sigue.
“La analogía con las
perdices va con los líderes de la oposición que guardan silencio con la
descarada operación y que acudirán raudos a la próxima reunión, pero también
con el señor a quien le toca repartir la baraja: el delegado pontificio.
Rodríguez Zapatero y sus colegas deben estar felices de la vida, como partes
esenciales de la jugada y como observadores de lo que ya parece idiotez
establecida en nuestra sociedad. Nada nuevo bajo el sol venezolano, si nos
atenemos a cómo nos miente sin consecuencias todos los días el embustero mayor
de la comarca”. ¿Cómo medirle la nariz a este Pinocho no inocente?
Yo sigo insistiendo que
quienes han secuestrado el poder son perros de presa: no la sueltan sino con su
muerte. Esa presa se llama “Poder”, y el Poder da acceso al dinero público.
“Poderoso caballero es don dinero”, nos enseñó hace mucho tiempo el gran
Quevedo.
¿Qué hacer, pues? Leamos el
artículo 350 de la Constitución: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición
republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá
cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores,
principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”. ¿Quién y
cómo se interpreta este artículo? Sencillamente, el pueblo soberano y se
interpreta como un derecho a la rebelión. El gobierno y sus órganos del Poder
Público (menos la AN, desde luego) y el alto mando militar están incursos en lo
pautado en el artículo constitucional citado y, por lo tanto, el pueblo debe
desconocerlos. Y punto.
16-12-16
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