Por
Marino J. González R., 23/12/2016
Las
últimas semanas han evidenciado el total desastre que significa el actual
gobierno para la vida de los venezolanos. Ya no solo es la ideologización y la
incompetencia que han caracterizado estos casi 18 años de gestión. Ahora es
mucho más evidente la indolencia y el maltrato que infringe en la cotidianidad
de la inmensa mayoría de las familias del país. El mundo ha quedado atónito con
la palmaria mezcla de daño deliberado con ignorancia e incapacidad para el
manejo del Estado. Con las medidas económicas de los últimos días, el actual
gobierno ha dejado muy claro que es la peor gestión en la historia de la
República y la peor del mundo en el Siglo XXI.
El
gobierno entiende su acción con el objetivo de destruir. Así ha sido desde el
primer momento. Recordemos que, en su mensaje de toma de posesión, allá en
1999, el presidente Chávez anunció la sustitución de la Constitución de 1961,
la tildó de “moribunda”. No hubo en sus palabras ninguna actitud comprensiva
con el marco institucional que facilitó el período más largo de estabilidad y
gobierno civil que habíamos conocido. La idea era destruir, con el supuesto
nunca comprobado de que se iba a construir un orden mejor. Ya estaba claro que
comenzar así era justamente la demostración de que la intención no tenía nada
que ver con crear y fortalecer, más bien con aniquilar, con venganzas y
retaliaciones.
En su
primera aparición, el gobierno estableció sus parámetros de destrucción. Y así
ha continuado. Una primera fase de destrucción fue intangible. Está relacionada
con la percepción del futuro. Las primeras acciones del gobierno, por allá
entre 1999-2002, afectaron la visión de futuro del país. Colocaron cortapisas
sobre nuestras posibilidades de desarrollo. Prueba de ello es que empezamos a
dejar de ser atractivos para las inversiones internacionales y comenzó el éxodo
de empresas y personas a sitios con mejores perspectivas. Mientras tanto, el
gobierno se concentró en sus ansias de controlar el Petro-Estado, con la visión
ideológica atrasada de que era posible una sociedad controlada por el recurso
fiscal derivado del petróleo.
Con esa
intención comienza en 2006 una nueva fase de destrucción. Esta vez contra toda
la capacidad productiva instalada del país. Se agrede al sector privado, se
estatizan empresas, se vulneran derechos de propiedad, se asaltan fincas,
plantas, instalaciones. Con el soporte de la mayor entrada de recursos
provenientes de la venta de petróleo, se inicia la mayor destrucción de
recursos productivos que se ha visto en el mundo en el Siglo XXI. Y ese ímpetu
no se detiene allí, continúa hacia toda la institucionalidad disidente de esa
visión.
En la
parte de este largo gobierno que se inicia en abril de 2013, se ha avanzado en
una nueva fase de destrucción. Esta vez es la moneda. Tal como decía Keynes
después de la I Guerra Mundial, destruir la moneda es afectar la propia esencia
de las sociedades. Y esa la situación que se ha desencadenado en las últimas
semanas: el extraordinario aumento de la inflación y la literal aniquilación de
los billetes como medios de intercambio. La devastación causada por este
gobierno no puede ser mayor. Toda esta destrucción ha dejado muy evidente que
la sustitución del actual gobierno por los medios constitucionales y democráticos
es la tarea más urgente que tiene la sociedad. Establecer la ruta para alcanzar
ese objetivo lo más rápido y al menor costo será la tarea fundamental en 2017.
Será el reto central de la Unidad de los venezolanos. Sigamos.
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