MIGUEL BAHACHILLE 26 de diciembre de 2016
Los
“responsables” de mostrar el paisaje interno del país (por cierto muy sombrío)
persisten en negar dogmáticamente la infinidad de conflictos que acorrala a
todos los venezolanos. Esa cosmología, efecto del nocivo atraso gubernativo,
tiene como designio único cuidar el actual caudillaje para preservar el poder.
Es una ingenuidad, por decir lo menos, pensar que puede seguirse negando la
ruina mediante una política de Estado basada en palabrerías: “patria,
revolución, socialismo”.
Luego
de 18 años en el poder el régimen se resiste a reconocer, peor, a cotejar
razonadamente la existencia de la crisis que ellos mismos han creado. La
negación, como a diario “la ejercitan” por muchos medios que controlan, no la
civilidad, refleja la soberbia e impericia de los “actuales regentes” para
cumplir con su deber. Niegan todo trance, casual o no, que no sea de su agrado
como si de esa manera pudieren ocultar la realidad del país. Veamos:
“No
hay escasez de alimentos sino escamoteo de mercantes inescrupulosos. Tampoco
existe inflación sino especulación de mercantes usureros. No hay carestía de
medinas sino ocultamiento para sacarlos del país. Seguimos presidiendo a
Mercosur. No hay corrupción en las filas del oficialismo sino manipulación
informativa de la oposición golpista. El pueblo sigue feliz apoyando la
revolución. Ha bajado el índice de criminalidad”. Y así un montón de
retruécanos orientados a disfrazar la verdad.
La
renuencia a admitir y corregir cualquier escenario conflictivo no es una
novedad del actual gestión; también de su antecesora. Ha sido una política
rutinaria desde que Chávez asumió en 1998. Del gran volumen de pretextos que
fluye por el circuito de información oficial es imposible ver “algo feo”
mientras la gente pasa horas en colas.
Se reseñan algunos hechos eventuales de poca intensidad para culpar a la
oposición. El boceto oficial negador de conflictos ocupa casi todo el espacio
público a la vez que resalta las bondades revolucionarias que por cierto, nadie
advierte.
La
estrategia rumiada por los guardianes de la tranquilidad para que la población,
sobre todo más pobre, postergue sus esperanzas para tiempos mejores (que jamás
llegaran bajo formato marxista) ya no seduce ni al más lerdo. Más del 80% de
venezolanos no cree como lo proclama el régimen que los apremios de hoy no son
tan graves y que serán subsanados humanísticamente en socialismo.
Todos
los medios oficiales ofrecen una sola verdad. En esa categoría entran diarios,
revistas, televisión y radio. El pluralismo en el mundo comunista, como
proclamaba Fidel, es una apología despojada de diversidad. En Venezuela es un
entuerto al estilo cubano para reforzar el empaquetamiento de conciencias.
Más
allá del juicio particular de cada quien sobre la actual crisis, todavía
percibida por algunos con desdén u omisión, vale la pena reflexionar sobre el
manejo oficial que algunos hacen de ella. Los “rebeldes” persisten con designios
vagos para pasar por encima del contexto personal y social de cada venezolano
sin importar los daños presentes y futuros que ocasionan. Otros ejercitan el
voluntarismo ruidoso para salvar el apoyo de los pocos ingenuos que encuentren
en su camino. La falsa doctrina voluntarista, pulida como alucinación del mito
de El Dorado, llega a su fin. No entra “el oro fácil” mientras el pueblo pasa
hambre.
La
mayoría hasta hace poco cautivada por una trampa ideológica extinta tramada por
un charlatán, está al tanto de la existencia de alternativas políticas para
restaurar el orden democrático perdido. La democracia, no el marxismo ni el
colectivismo, es el único sistema capaz de garantizar el desarrollo valiéndose
del esfuerzo individual o agrupado mediante reglas claras de participación. La
MUD es la única alternativa democrática visible para sustituir al régimen. Todo
lo demás es mera fantasía.
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