Por Simón García
Estalló una muestra, caótica
y anárquica, de la violencia que siembra la crisis que el gobierno genera. La
reacción ciega de protesta, que deriva en conductas delictivas y aumenta las
calamidades, llena la ausencia de cambio real. Bolívar es la señal de que la
sociedad llegó a su nivel máximo de aguante. Es impredecible lo que pueda
ocurrir.
El empobrecimiento, el
aumento de las calamidades, la colocación de la población en un igualitario
estado de lucha por la subsistencia ha pasado a ser una técnica de
control y dominación. Una forma cruel de impedir que la gente se ocupe de su
falta de derechos, de los problemas de la democracia y de enfrentar pacíficamente
la consolidación de una dictadura.
El gobierno no puede
rectificar ni tiene margen para producir la menor recomposición sin dejar de
ser un régimen de dominación. La única opción de continuidad política para la
minoritaria clase beneficiaria del actual poder, es ceñirse al lema de Chávez:
todo dentro de la Constitución, sabiendo que ello significará el fin de su
hegemonía. Pero es la única carta para seguir en el escenario político y
convertir el drama en tragedia.
Sobre este dilema puede
influir una política activa de diálogo, presión y apertura desde las
fuerzas de cambio hacia los siete millones de venezolanos que aún son
seguidores del gobierno y hacia las instituciones, aún controladas por los
sectores oficialistas conservadores, que pueden propiciar el respeto a la
Constitución Nacional. Ya no es posible que la cúpula siga manejando el diálogo
como truco para perpetuarse.
La MUD fue a la mesa de
diálogo pensando en el país, en su unificación y en lograr medidas para salir
de la crisis antes que ella estallara con costos mayores para todos. Una
decisión justificada y acertada.
Cuando se produjo el
incumplimiento gubernamental, la manera de Maduro de patear la mesa, la MUD
dejó de participar, aunque se mantuvo en la comisión que trabaja en la libertad
de los presos políticos, presidida por un mediador honorable como lo es el
Nuncio.
A partir de allí se desató
una confrontación interna en la que la MUD se empeña en minar la confianza en
sí misma. El pretexto es el diálogo, pero la razón verdadera es la persecución
de objetivos distintos. Los que han logrado éxitos combatiendo juntos a un
adversario común, creen que pueden avanzar más haciéndolo por separado. Cálculo
fatal.
No todo el 80% de la
población que quiere salir de Maduro está identificado con la MUD, lo que
obliga a la dirección opositora a buscar allí una confianza respaldada en
hechos. La MUD se ha topado con una compleja resistencia del régimen, que
obliga a examinar su estrategia, su funcionamiento unitario, su conexión con
los problemas de la gente y sus planes para el 2017.
Sus seguidores no debemos
permitir que la MUD sea objeto de una pérdida de credibilidad. Es urgente
promover un amplio movimiento para relanzar la exigencia de la renuncia o el
revocatorio al presidente. El país que avala a la MUD está exigiendo que ella
actúe como una dirección unitaria que lo exprese con eficacia. No que la
divida.
23-12-16
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