Por Simón García
Descendemos hacia un
infierno de país. La peor gestión presidencial, con la cual nadie querrá
identificarse, está disolviendo a todas las instituciones y arruinando
aceleradamente a toda la sociedad.
Venezuela entró al pavoroso
período especial con el que los regímenes de socialismo totalitario amurallan
un cautiverio colectivo, privado de pan y de libertades. Maduro se propone
gobernar contra la Constitución y fuera del Estado de Derecho. Es muy difícil
que desande ese camino sin una fuerte presión popular, institucional y de las
organizaciones internacionales.
La presencia de Maduro es
nociva para el país. No es un deseo polarizado, porque opositores y seguidores
del gobierno lo comparten. Todos admiten que no habrá soluciones a la crisis
económica sin un cambio de presidente, de gobierno y de modelo.
Para aferrarse al poder
escogió una línea de autocratización combinada con una democracia de sombras
chinas. La revolución está por encima de la Constitución y su gobierno
fuera del Estado de Derecho. Las prótesis autoritarias que sustituyen al
TSJ y el CNE son sus operadores.
Hay que salvar el 2017. Los
objetivos deben revisarse en términos de reducir la base de apoyo que sostiene
el gobierno, establecer relaciones con los indecisos y los seguidores del
proyecto oficialista en desacuerdo con Maduro, tener un mensaje público de
institucionalización de la Fuerza Armada, estimular la activación de las
organizaciones sociales y trabajar las alianzas para formular el
programa, los criterios y las bases para la formación de un gobierno de
integración nacional.
Nos vamos a topar con una
complicada situación. Nos acecha la explosión de la crisis que puede llevarse por
delante a gobierno y oposición. Otro riesgo es que tomen fuerza las actitudes
de desesperación y los llamamientos tipo marcha a Miraflores, detrás de los
cuales se agazapa la frustración, la desesperanza y la pérdida de las
ganas de luchar
La contradicción principal
en Venezuela es un conflicto de sobrevivencia entre la cúpula oficialista y el
país. Hay que atreverse a asumir ese choque asimétrico como un conflicto
de poder, dedicándose a construir las herramientas que hoy faltan para
materializar el cambio político.
La MUD, tiene a su favor a
más del 80% de la población, la razón constitucional, el poder legislativo y la
opinión internacional. ¿Qué es lo que requiere para plantarse, de cara al país,
como la única opción de gobierno con capacidad para relanzar la economía
de marcado, renovar la democracia y contar con un programa de
mejoramiento no populista de los sectores débiles económicamente?
Las decisiones inmediatas de
la MUD son decisivas para asegurar victorias que conduzcan al cambio. Tiene que
arriesgar, recuperar su agenda y tomar una ofensiva, incluso dialogando, para
que la rabia popular se convierta en conciencia, organización y objetivos
claros frente a los radicales del gobierno y los resucitadores de la
antipolítica.
04-12-16
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