Luis Manuel Esculpí 10 de enero de 2017
Reinicio
la entrega semanal de mis artículos, después de unos pocos días donde disminuyó
-no desapareció- la actividad política que ocupa buena parte de nuestro tiempo.
Regresamos de unas festividades grises, carentes de la alegría y las
expectativas de otrora. La magnitud de la crisis se evidenció en toda su
dimensión. Las carencias y penurias de la mayoría para satisfacer sus
necesidades elementales se hicieron patentes. La propaganda oficial no logró el
efecto, sus acciones y contenidos chocaron contra la cruda y terca realidad.
Las
predicciones para este 2017 para nada son alentadoras. El gobierno se resiste a
producir el viraje necesario, que prácticamente constituye una exigencia
nacional. Los recientes cambios en el gabinete son una muestra refractaria ante
el clamor de cambio existente. Su incapacidad manifiesta se hizo nuevamente
palpable en los días finales del año con las órdenes y contraórdenes en torno a
las decisiones del cono monetario, con la aparición y desaparición del billete
de cien.
El
anuncio reciente de aumento de salario, más que entusiasmo, despierta mayor
preocupación entre los venezolanos, quienes han aprendido que estas decisiones
aisladas, sin concertación y al no estar acompañadas de otras medidas
económicas generan mayor inflación, desempleo y agudizan la crisis para la
pequeña y mediana industria y para el comercio en general.
En el
terreno político el gobierno arrecia su ofensiva contra la instancia más
representativa de la soberanía popular, como lo es la Asamblea Nacional, con el
pretexto del desacato, no disimula su intención de radicalizar y adelantar su
acción de amedrentamiento hacia la población, con la creación del “Comando
Especial Antigolpe” dirigido por El Aissami, pretende desviar la atención de
los gravísimos problemas que agobian la vida de los venezolanos.
El
inicio del 2017 está impregnado de la misma atmósfera con que culminó el 2016,
en el entorno priva el desconcierto, la desazón y la incertidumbre. Después de
la maniobra inconstitucional del oficialismo para abortar el proceso del
referéndum revocatorio como alternativa de cambio político, las perspectivas
lucen difusas, las desavenencias en el territorio opositor también contribuyen
-en alguna medida- a enrarecer este ambiente.
Las
fuerzas democráticas agrupadas en la Mesa de la Unidad están llamadas a dar
respuestas urgentes frente al panorama con el cual iniciamos este año, el
tiempo apremia ante la ofensiva del adversario, hay que redefinir la hoja de
ruta, ampliar los espacios de acuerdo para fortalecer la unidad de propósitos y
recomponer la instancia unitaria. Superar las diferencias subalternas y abordar
con sentido de grandeza las metas del presente. La MUD ha conducido con acierto
indubitable las confrontaciones electorales, su carencias se ubican en el plano
de la conducción política no electoral, es allí precisamente donde se requiere
de creatividad para superar las falencias reconocidas.
Fortalecer
y ampliar la unidad, aún en medio de la necesaria diversidad, es un objetivo
inaplazable. Las fuerzas democráticas han conocido -en diversas situaciones-
momentos de dificultades, con inteligencia y habilidad los ha superado, hoy
nuevamente tiene que demostrar destreza para colocarse a tono con las
exigencias del presente.
Es
imprescindible ir al encuentro del inmenso descontento social, sintonizarnos
con las vivencias cotidianas para reorientar la lucha por el cambio, poder
rescatar la confianza en la dirección, sin despreciar ningún escenario de
lucha, con entereza y aplomo hay que hacer frente a los nuevos desafíos. Siendo
fieles a los postulados unitarios renovaremos la esperanza y saldremos nuevamente
airosos de la actual coyuntura.
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