Por Arnaldo Esté
El veto al referendo
presidencial ejecutado por el gobierno con manejos tribunalicios muy
posiblemente fue la ejecución de una decisión anterior del grupo dominador en
el chavismo. Es decir, hace tiempo, incluso antes de las elecciones
parlamentarias, hicieron una cuenta: si siempre estuvimos resueltos a tomar el
poder por cualquier vía, ahora que lo tenemos, hay que conservarlo también, por
cualquier vía. Pero la ejecución de esa decisión implicó el tránsito de la
democracia a la dictadura: es el otro medio, la otra vía.
El gobierno está aislado
internacionalmente, pero aquí ganó la guerra: derrotó al país. Una derrota que
resulta y resultará muy costosa, aun cuando haya cambio de gobierno. Aun cuando
haya negociación y hasta un gobierno de coalición del chavismo con los demás.
Esta dictadura y sus manejos
clientelares y ventajismos causan un profundo daño ético, una enajenación de
los frágiles valores existentes. Es negarle a la gente sus necesarios
referentes, para decidir, para hacer proyectos, para mirar a los demás de una
cierta manera.
La participación –como valor y
no como simple y esporádica acción– no solo está rimbombantemente enunciada en
la Constitución, sino que milita como deseo, como pretensión instalada en
nosotros y en los jóvenes actuales.
Participar es tenerse como
parte de un todo que no está completo sin mí. Y es que ese todo me lo hace
saber y crea los medios y vehículos para que la participación se logre.
No es fácil hablar de
entendimiento en un ambiente de mutuas negaciones y grave crisis, no es fácil
hablar de futuro a gente que hace colas para sobrevivir, pero hay que hacerlo.
Más allá de las noticias y
tensiones que los medios de comunicación y las diatribas políticas
internacionales que nos hacen ver que la gente se destroza y se hace ruin, hay
un mundo, una humanidad que es cada vez mejor. No se puede comparar lo actual
con lo que ocurría hace unas décadas: terribles guerras, millones de muertos,
grave ignorancia de la diversidad.
La cultura occidental se
expandió y llegó a una buena parte de la geografía. En esa geografía desde hace
ya cierto tiempo se da una inevitable simbiogénesis. Un mestizaje con el que
surgen grandes novedades: Japón, China, India, África, Latinoamérica se
occidentalizaron y ahora convergen como nuevas culturas, montadas en el
indetenible océano de Internet y lo digital: un futuro que abona la imaginación
de muchos.
Es para ese mundo para el que
hay que construir a nuestro país. Asumir ese mestizaje y transformarlo en
proposición, en creación. Es para esa construcción para la que hay que
entenderse y participar, mucho más allá de la mezquindad partidista o
gobiernera.
11-02-17
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