Por Soledad Morillo, 19/03/2017
Un hombre en una calle muy
transitada registra la basura. Encuentra una cajita en la que hay restos de
comida. Toma lo que parece ser un patacón mordido. Se lo lleva a la boca.
Comprueba su estado. Parece estar "comible"; se lo pasa a una niñita
que debe ser su hija. Ella devora el patacón. No es una escena de una película
de ficción. Ocurre en Venezuela.
Abisma la irrelevancia del
Presidente Maduro y su gabinete. Abruma su infinita capacidad para ignorar los
dolores de los venezolanos. Asfixia su desprecio expresado en risitas burlonas
y chistes de muy mal gusto. Cuando vemos el reportaje de CNN sobre compatriotas
registrando la basura y directamente comiendo de ella es inevitable sentir el
corazón estrujado. Pero el músculo de los sentimientos pasa del
"estrujamiento" a la rabia infinita cuando escuchamos a un prominente
jerarca del madurismo diciendo que él ha oído de eso pero no lo ha visto. ¿Se
puede ser más farsante, más desalmado y descastado? Si todos vemos la terrible
escena en las ciudades y pueblos, ¿qué clase de enfermedad le ataca a usted,
señor ministro, que le impide ver la realidad? Acaso su ceguera es moral y
anida en su falta de conciencia, de sentido común, de compasión.
El gobierno de los pobres, para los
pobres y por los pobres. Frase cautivante. Seductora. Engañosa. Esa fue la
promesa básica, ese el eslogan repetido millones de veces. Hoy en Venezuela
gobierna la pobreza. Insolente y procaz, se pasea y enseñorea. Venezolanos de a
pie, pobres de solemnidad a quienes el gobierno les dio la espalda, hurgan en
los tachos de basura. Metáfora del engaño. De la estafa. Niños inocentes,
madres desesperadas, ancianos condenados a una vejez de humillaciones, hombres
en plena edad productiva que tienen que escoger entre comer desperdicios o
robar. Pero si ya es grave un gobierno que es fabricante de tan deshumanizante
pobreza, negar la existencia del horror que viven los pobres es peor aún. Un
pecado que se monta sobre otro. Ignorarlos es la mayor vejación que este
régimen les obsequia día con día. Son los miserables, con sello de "hecho
en Revolución". Negligente e irresponsable, el gobierno no ha sido capaz
de habilitar comederos de emergencia. Los miserables ni tan siquiera entran en
su estadística. No existen. No cuentan. No valen. No son. Califican como la
nada.
Eso que ocurre con la gente que
se alimenta de la basura es inconstitucional, ilegal e inmoral. Es delito y
pecado. Condenar a venezolanos a la indigencia y la hambruna hace de este
régimen un estado fallido. Y cuando a eso sumamos la trágica situación de la
salud y la escasez de medicamentos (algunos simplemente no están disponibles),
la igualmente dramática inseguridad y el patético aplastamiento del aparato
industrial y comercial y con ello la destrucción de empleos, el resultado no
puede ser otro que el colapso del país, causado por la ruindad del gobierno y
su guardia pretoriana de cómplices.
La comunidad internacional no
puede "dejar hacer, dejar pasar". No basta con discursos y
manifiestos. El mundo civilizado tiene reglas, normas, leyes, de obligado
cumplimiento.
La OEA tiene que aplicar la Carta
Democrática, que es norma con rango constitucional. No es Venezuela y los
venezolanos quienes estamos violando la ley; es el gobierno que nos está
robando, vejando, esclavizando, matando.
Y al aplicarla, la comunidad internacional
debe obligar a que haya elecciones. Que con votos directos, secretos,
universales y democráticos queremos botar a este gobierno indecente. Más que
aplicar la Carta Democrática, a Maduro y su regimen hay que cantársela, con
todos sus versos y estribillos. Basta con que nos den elecciones, que para el
resto que toca hacer para reconstruir a Venezuela nos sobra capacidad,
inteligencia, decencia, fortaleza y pasión.
@solmorillob
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