Redacción 19 de marzo de 2017
Un
neonatólogo que lidera el muestreo estadístico de mortalidad infantil en el
país, del Hospital Central de Maracay contó esta semana que: “Hace cuatro días
en la guardia nocturna un bebé lloraba y sangraba, sangraba mucho. No había
cómo aspirarlo ni tubo traqueal, ni sonda. Tampoco teníamos adrenalina. Cuatro
médicos corrimos por todo el hospital y no conseguimos ni una inyectadora para
sacarle la solución y expandirlo. Lo conectamos a un respirador y solo nos
quedó verlo morir. Este bebé duró 72 horas en sala de parto esperando un cupo
en cuidado neonatal, un cupo que le diera esperanza y cuando logramos subirlo
ya estaba descompensado. Claro que si son prematuros tienen más riesgo de morir
pero este bebé pesaba 1.600 gramos y en centros privados hemos sacado adelante
a bebés de un kilo”
Un
dato importante de resaltar es que el año pasado 11.000 niños venezolanos no
alcanzaron a cumplir el año de edad, según información de la dirección de
Vigilancia Epidemiológica y el equipo de vigilancia de mortalidad infantil del
Ministerio para la Salud que no ha sido divulgada oficialmente. Hasta noviembre
de 2016, fallecieron 590 niños recién nacidos en el Hospital Central de Maracay,
adscrito a la Corporación de Salud de Aragua y dirigido por Luis López, quien
recientemente —tras el movimiento de Tareck el Aissami de la gobernación a la
Vicepresidencia— también asumió el cargo de viceministro de Hospitales.
Los
médicos del centro asistencial saben que las condiciones mínimas de higiene no
se garantizan ni tampoco el abastecimiento de insumos. En esta situación la
esperanza de vida de los neonatos se acorta. El Hospital Central de Maracay
tiene dos Unidades de Cuidados Intensivos Neonatales. Una de ellas tuvo que ser
trasladada a otro piso porque no había aire acondicionado. Los 18 cupos
disponibles se redujeron a 12 por razones de espacio. La atención en la UCIN 2
tiene camas para 16 bebés pero solo se puede atender a 14, dependiendo de las
tomas eléctricas disponibles para poder ventilarlos.
Son
múltiples las razones por las que los bebés van muriendo, señalan médicos de la
institución, que mantienen sus nombres en reserva por temor a represalias por
denunciar la situación. No hay agua ni jabón en las unidades. Tampoco
soluciones antibacteriales. Usan los mismos guantes para atender a varios
recién nacidos cuando deberían cambiárselos para examinar a cada paciente. En
la sala de parto los acuestan juntos en las servocunas, aun cuando uno tenga
una infección y el otro, que reposa a su lado, solo haya nacido bajo de peso.
En la
sala de parto comienzan a hacer colas desde que nacen. Un bebé al lado del
otro. Esperan días hasta que consiguen cupo en cuidados neonatales. Solo hay
penicilina cristalina como antibiótico para todas las infecciones y su
abastecimiento es intermitente. Sí, cuentan con nuevos equipos. Hace dos meses
trajeron de Argentina seis ventiladores de alta frecuencia, dos servocunas, una
incubadora giraffe de alta tecnología que ayuda al crecimiento y desarrollo
neurológico, además de 12 lámparas de fototerapia, usadas para el tratamiento
convencional para la hiperbilirrubinemia neonatal, una complicación común en
los recién nacidos. Pero ninguno de los aparatos ha podido usarse porque el
filtro donde está el aire comprimido se dañó y al encenderlo se mojan las
máquinas.
La
mortalidad neonatal e infantil avanza peligrosamente. José Félix Oletta,
miembro de la Red Defendamos la Epidemiología y ex ministro de Sanidad, calcula
a partir de los datos del equipo de Vigilancia de Mortalidad Infantil del
Ministerio de Salud que este indicador empeoró en un año: pasó de 14,8
fallecidos por cada 1.000 nacidos vivos en 2015 a 19,6 en 2016, según cálculos
de Oletta a partir de los datos oficiales. Esto significa un aumento de 31% en
la tasa.
“Este
es uno de los indicadores más sensible y que refleja desarrollo de pueblos y
calidad de atención sanitaria. Si la mortalidad va subiendo estamos muy mal
como país en términos de desarrollo”, señala.
Entierros a ciegas. El Hospital Universitario de Caracas ocupa el último puesto en la lista de centros públicos donde más niños mueren, pero es el tercero en Caracas con 135 muertes infantiles hasta noviembre del año pasado.
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