Por Froilán Barrios
Si alguna virtud poseen las
sentencias 155 y 156 del TSJ es reconfirmar la famosa caracterización del
reconocido intelectual mexicano Enrique Krauze cuando se refiriera a la gestión
del extinto presidente Hugo Chávez, en clara alusión al carácter dictatorial
del régimen de la quinta república.
Igualmente, para la comunidad
internacional equivale su contenido a salirse del clóset en esta ocasión en el
terreno político, aun cuando el mandatario nacional invoque permanentemente que
disfrutamos la existencia de una democracia perfecta en Venezuela, en medio de
un reguero de protestas en la geografía nacional, feroces agresiones a
diputados opositores, ante las decisiones del máximo órgano del Poder Judicial
que liquida a la Asamblea Nacional, suspendiendo la inmunidad parlamentaria y
asumiendo sus competencias consagradas en la CRBV.
Definitivamente, el régimen de
la quinta república cruzó la línea roja, ya que la amarilla fue superada desde
la gestión de Hugo Chávez, al ubicarse en la galería de regímenes dictatoriales
del continente, donde unas arribaron al poder mediante hechos de facto, como
Pinochet en Chile, Stroessner en Paraguay, Videla en Argentina, Morales
Bermúdez en Perú, Banzer en Bolivia, entre tantos que asolaron los pueblos de
América Latina; y otros que cometieran la misma fechoría, aun cuando llegaran
en nombre de la democracia, como el caso de Alberto Fujimori en el Perú de fin
de siglo XX, cuyo famoso acto de disolver el Congreso es un tanto similar al
madurazo que hoy presenciamos en nuestro país.
A pesar de que el mandatario
nacional manifestara públicamente que no conocía las sentencias, confesión
singular que haría pasar como pistolas a todos los venezolanos, aunque por
todos son conocidas las 50 sentencias en las que el TSJ se ha recreado
impunemente a lo largo de 2016 y 2017 mutilando las competencias del máximo
Poder Legislativo.
Lo denigrante del asunto es
cómo la obsesión de poder del régimen de la quinta república lo ha venido
degenerando cada día más. Comenzó a finales de siglo XX, cuando era para una
mayoría de los venezolanos un símbolo de redención nacional ante los estertores
del puntofijismo, para luego convertirse en una dictablanda durante la primera
década del siglo XXI, y finalmente culminar en tan solo 18 años en el feo
rostro de una dictadura odiada por una mayoría absoluta de la población, como
lo significara el resultado de las elecciones al Parlamento nacional el 6-D
2015. El resentimiento ante ese rechazo popular es el origen de todas estas
sentencias macabras del TSJ, inspiradas todas en los tribunales que los
regímenes fascistas y dictatoriales han fabricado en defensa de sus
comandantes, no solo en América Latina, estamos hablando en modo universal.
Por tanto, ¿qué más debe
suceder para que la oposición venezolana enfrente dignamente al monstruo que
tenemos por delante? Las oposiciones inteligentes que han derrotado dictaduras
en el mundo son las que han logrado un escenario de acuerdos sólidos y de
visión de futuro, ya que plantear solo el escenario electoral es únicamente
mirarse el ombligo y no entender la tragedia que sufre el pueblo venezolano.
05-04-17
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