Dan Burke 20 de mayo de 2017
Presencia
de Dios, Oh Jesús Crucificado, enséñame la Ciencia de la Cruz; hazme comprender
el valor del sufrimiento.
Meditación
sobre el sufrimiento
La
Pasión de Jesús nos enseña de manera concreta que en la vida Cristiana debemos aprender
a aceptar el sufrimiento por el amor a Dios.
Esto
es difícil, una repugnante lección de nuestra naturaleza, la cual prefiere el
placer y la felicidad; sin embargo, viene de Jesús, el Maestro de la verdad y
de la vida, el amoroso Maestro de nuestras almas, que desea solamente nuestro
verdadero bien. Si Él nos encomienda el sufrimiento, es porque el sufrimiento
contiene un gran tesoro.
El
sufrimiento es por sí mismo algo del mal y no resulta agradable; pero si
estamos dispuesto a soportarlo en toda su plenitud y si Él nos lo ofrece,
invitándonos a estimarlo y a amarlo, es solo en virtud de un bien
superior que no puede alcanzarse por ningún otro medio, el bien sublime de
la redención y la santificación de nuestras almas.
Aunque
el hombre, por su doble naturaleza, está sujeto al sufrimiento, Dios quiso
eximir a nuestros primeros padres de él por sus dones sobrenaturales; pero
debido al pecado, estos dones se perdieron para siempre, y el sufrimiento
inevitablemente entro en nuestra vida.
La
gama de sufrimientos que ha acosado a la humanidad es el resultado directo del desorden
causado por el pecado, no sólo por el pecado original, sino también por los
pecados actuales.
Aun
así, nuestra Iglesia canta: "¡Oh, culpa feliz!" ¿Por qué? La
respuesta reside en el infinito amor de Dios que transforma todo y extrae,
de la doble maldad del pecado y el sufrimiento, el gran bien de la redención de
la raza humana.
Jesús
y el sufrimiento
Cuando
Jesús tomo en sí mismo los pecados de la humanidad, también asumió las
consecuencias, eso es, el sufrimiento y la muerte; y este sufrimiento,
abrazado por El durante toda su vida, y especialmente durante Su pasión, se
convirtió en un instrumento para nuestra redención.
El
dolor, el resultado del pecado, se convierte en Jesús y con Jesús, el medio
para destruir al mismo pecado.
A
pesar de que un Cristiano no puede considerar el dolor solo como una carga
indeseable de la cual debe necesariamente alejarse, pero debe ver en él, más
que todo un medio de redención y santificación.
Diálogo
con Jesús
Oh
Señor, A ti no te gusta hacernos sufrir, pero Tú sabes que es la única forma de
prepararnos para conocerte como Tú me conoces, para prepararnos a volvernos
como Tú.
Tú
sabes bien que, si me envías tan solo la sombra de una felicidad terrenal, yo
me aferraré a ella con toda la intensidad del ardor de mi corazón, y entonces
mejor me niegas incluso esta sombra... porque Tú deseas que mi corazón sea
completamente tuyo
La
vida pasa tan rápido que es obviamente mejor tener la más espléndida corona y
un poco de sufrimiento, que una corona ordinaria sin sufrimiento.
Cuando
pienso en eso, por un dolor nacido del sufrimiento, yo debería ser capaz de
amarte más por toda la eternidad, comprendo claramente que, si me das el
universo entero, con todos sus tesoros, no será nada en comparación al pequeño
sufrimiento.
Cada
nuevo sufrimiento, cada angustia del corazón, es un viento suave para llevarte,
Oh Jesús, el perfume del alma que te ama; cuando sonríes amoroso e
inmediatamente alistas un Nuevo dolor, y llenas la copa hasta el borde,
pensando que entre más crece un alma en el amor, más deberá crecer en
sufrimiento también.
¡Qué
favor, mi Jesús, y cuánto debes amarme como para enviarme el sufrimiento! La
misma eternidad no será lo suficientemente larga para bendecirte por ello. ¿Por
qué esta predilección? Es un secreto que me revelarás en nuestro hogar
celestial en el día en que tu enjugarás todas mis lágrimas.
Señor,
Tú me llamaste a este sufrimiento, a esta tristeza... Tú necesitas esto para
las almas, para mi alma.
Oh
Jesús, desde que me has hecho comprender que me darás almas a través de La
Cruz, entre más cruces me encuentre, más ardiente se volverá mi sed por el
sufrimiento.
Yo
soy feliz no de ser libre del sufrimiento aquí; el sufrimiento unido al amor es
la única cosa que parece deseable para mí en este valle de lágrimas” (Santa
Teresita del Niño Jesús, Cartas 32, 50, 23, 40, 58, 224- Historia de un Alma)”.
Adaptación
y traducción al español por Manuel Rivas
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