Por Asdrúbal Aguiar
Tengo objeciones o acaso
serias dudas sobre la pertinencia del constitucionalmente desfasado –a
propósito, y por órdenes de la dictadura– proceso electoral que tendrá lugar
para la “elección” de gobernadores en Venezuela. Pero acerca de la crisis
terminal o del desencanto con la democracia que acusan amplias capas de las
sociedades invertebradas en el mundo occidental, originado en el
fundamentalismo electoral sin anclajes éticos ni forjador de un vivir
buenamente para alcanzar el buen vivir, me referiré con amplitud en la próxima
columna. Lo hago, también, por respeto a quienes, de buena fe y sobre una base
de legitimidad, practican la democracia para no olvidar su credo en tiempos de
dictadura, y acudirán a las urnas el próximo 15 de octubre.
Luego de un largo espacio de
trivialización electoral, de repetir actos de votación de modo continuo para
limitar los espacios de sosiego, para que la gente no alcance a pensar o forjar
un entorno político real, un espacio público para la deliberación y el juicio
responsables, la revolución, una vez como Nicolás Maduro secuestra el poder en
calidad de procónsul cubano y con abierto desprecio por el orden constitucional
de sucesión a la muerte de Hugo Chávez Frías, se ha encargado de destruir el
valor del voto.
La razón no huelga. Ha perdido
toda adhesión popular a su causa luego de la destrucción que hiciese de las
fuentes del bienestar nacional, permitiendo el peculado como política de
Estado, y engulléndose a la misma población con un monstruo de dos cabezas:
buscando dominarla a través del hambre y las carencias, y sujetándola mediante
la violencia expansiva de un aparato estatal coludido, en su orgía criminal,
con los cárteles del narcotráfico.
Luego del golpe de Estado
constituyente, mediante el que se le impone al país una suerte de soviet
designado a dedo por el dictador y aprobado por aquellos a quienes él también
escoge a su arbitrio, su régimen pasa la línea roja y de no retorno
desconociendo el principio del voto universal, directo y secreto. ¡Y es que le
abruma, le causa pánico que las mayorías que lo padecen y bregan por su final,
acudan o se hagan presentes en sus votaciones puertas adentro! Eso hacen ahora
y otra vez, a propósito de las elecciones regionales convocadas, al quedar al
descubierto lo más perverso de la venalidad pública, a saber, el maridaje entre
el Poder Electoral sirviente de la dictadura y la Sala Electoral del espurio
Tribunal Supremo de Justicia a fin de que el tarjetón electoral sea una colcha
de retazos que confunda a los electores “enemigos”; mostrando las candidaturas
válidas junto con las sustituidas, para facilitar la anulación de votos e
impedir que el candidato opositor seleccionado en primarias alcance la
victoria.
No es expresión filatera en su
propósito decir y sostener que, tarde o temprano, incluso bajo un régimen de
justicia transicional, las rectoras del actual Consejo Nacional Electoral
habrán de rendir cuentas por sus crímenes; no solo y en propiedad los electorales
que de suyo son delitos, sino los que resultan o son la consecuencia de la
destrucción del hecho electoral ejecutada por ellas; como cuando le cierran el
camino al referéndum revocatorio de Maduro, suspenden las elecciones que solo
ahora convocan con retraso interesado, y le permiten al mismo dictador
secuestrar la soberanía popular –apropiársela– para bajo su dictado crear la
prostituida y señalada constituyente.
La cuestión mal se reduce al
plano de lo moral, a la responsabilidad que tiene toda persona cuando formula y
pone en práctica sus convicciones, que otros pueden calificar de incorrectas y,
al término, han sido postuladas con responsabilidad. Los ejemplos distintos
sobran y los enuncia Ronald Workin en su Justicia para erizos (2014):
“Un científico que no verifica sus cálculos carece de responsabilidad
intelectual; un escritor que no hace copias de respaldo de sus archivos carece
de responsabilidad práctica; quien vive a la deriva carece de responsabilidad
ética, y un ciudadano que vota a una candidata a la vicepresidencia porque le
parece sensual carece de responsabilidad moral. Un líder político [en suma] que
hace entrar en guerra a su país con una información de inteligencia lisa y
llanamente inadecuada [o que frustra deliberadamente, como el caso de las
rectoras electorales, el voto como medio de pacificación] es irresponsable en
los cuatro sentidos” señalados.
No se discute, pues, la
inmoralidad manifiesta del comportamiento de Tibisay Lucena, Sandra Oblitas,
Socorro Hernández y Tania D’Amelio. Aludo a la responsabilidad penal
internacional objetiva que sobre ellas pesa, luego de constatar la ONU e
investigar la OEA que en Venezuela –observadas las consecuencias de los hechos
que se generaran con el actuar de estas, bajo la dirección del dictador– han
ocurrido violaciones masivas y sistemáticas de derechos humanos, en otras
palabras, se han ejecutado crímenes de lesa humanidad.
La muerte del voto o la
reducción de sus garantías ha estado acompañada, como se constata, de una
política de Estado que deja a su vera asesinatos, torturas y encarcelamientos
políticos sistemáticos, que se suman a otros anteriores, teniendo por víctimas
propiciatorias a todos quienes se oponen a Maduro, como los 140 jóvenes
ejecutados por sus guardias nacionales.
La jurisprudencia sobre la
materia abona –allí está el célebre fallo Arancibia de la Corte Suprema de
Justicia argentina– sobre comportamientos similares a los de las rectoras, pues
“dentro de la clasificación de los crímenes contra la humanidad, también se
incluye el formar parte de una organización destinada a cometerlos, con
conocimiento de ello… [y] el formar parte de un grupo dedicado a perpetrar
estos hechos, independientemente del rol funcional que se ocupe, [lo que]
también es un crimen contra la humanidad”.
Registrarlo es un deber, para
que la memoria se haga verdad y la verdad demande la justicia, sin que puedan
morigerarla negociaciones como las de República Dominicana.
correoaustral@gmail.com
10-10-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico