PEDRO PABLO PEÑALOZA 13 de octubre de 2017
La
campaña del chavismo tiene de comedia tanto como de tragedia. En el estado
Bolívar la oferta del PSUV es tan engañosa, que su candidato se llama Justo.
“Que la desidia y la delincuencia preparen sus maletas”, exclama el general
Noguera Pietri, como si su camarada y amigo, el general Francisco Rangel Gómez,
no hubiera gobernado la región de manera ininterrumpida desde 2004.
Héctor
Rodríguez es un caso aparte. Reunión con empresarios. Plan de crecimiento
agroindustrial y científico. Programa de inversión turística. Vestido de blanco
y azul, Rodríguez se ha convertido en una amenaza para el liderazgo de María
Corina Machado dentro de Vente Venezuela.
Sin
necesidad de camuflarse, los aspirantes de Aragua y Carabobo están plenamente
identificados con su líder. El general Rodolfo Marco Torres baila la burriquita
y Rafael Lacava llega a Globovisión sobre un burro. Confirmado: son los
candidatos de Nicolás Maduro.
Los
candidatos del PSUV declaman, bailan, cantan, boxean. Pero ninguno trabaja.
Después de 18 años, no tienen obra que mostrar. Entonces, allí se produce la
disonancia, el ruido. Sus caras representan el pasado, aunque su discurso solo
conjuga verbos en futuro. Haremos. Construiremos. Terminaremos. Algún día.
¿Quién sabe? Francisco Arias Cárdenas pide el voto en el Zulia porque “conoce
el potencial económico de la región”.
Comandante
erudito, lástima que jamás tuvo la capacidad y voluntad para desarrollarlo. Más
sincero que el resto, José Gregorio Vielma Mora llama a apoyar la
“continuidad”. Es decir, que todo siga igual. Escasez, hambre, violencia,
miseria. Pionero de la campaña introspectiva, el capitán sugiere a los
electores del Táchira que “miremos hacia lo profundo del alma”. Porque si ven
el desastre que hay a su alrededor, nunca votarían por él.
A
última hora, el presidente Maduro saca el cañón y dispara miles de millones de
papelitos de colores que se desvanecen en el vendaval de la inflación. La
revolución celebra que ya tiene tres satélites en el espacio. Sin embargo, aún
no da con la fórmula científica para convertir un billete en un cartón de
huevos. Según se acerca la fecha, los candidatos del PSUV redoblan la apuesta.
Juran que –ahora sí- desterrarán la ineficiencia, la burocracia y la
corrupción. Lo mismo de siempre. Los mismos de siempre.
Desprovisto
de argumentos y figuras para emocionar, el régimen chavista enfoca su esfuerzo
en desmovilizar. De repente, Maduro ama a Julio Borges, el diálogo ha avanzado
en un 97,28% y la buena de Tibisay Lucena, fiel garante de la transparencia,
está bajo el yugo de la malvada Delcy Rodríguez. El mensaje lleva a esta
conclusión: votar contra el gobierno es ayudar al gobierno. Derrotarlo es reconocerlo.
Lógica bolivariana. Parte de la comedia que busca promover la abstención para
continuar con esta tragedia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico