Por Luz Mely Reyes
Durante las últimas semanas,
los argumentos en grupos de oposición fueron en contra y a favor de
votar en las elecciones regionales. Los abstencionistas insistían -e
insisten- en que una dictadura no sale con votos y esgrimen toda una
serie de razones para no participar en los comicios de este domingo 15 de
octubre, mientras que los pro-voto intentan contradecir tales razones,
haciendo un resumen de los logros que se han alcanzado cuando se vota.
Un mes atrás, al hacer una
valoración del clima anímico en los seguidores de la oposición. y tomando como
base los comportamientos en otros momentos, percibía que iban ganando los
abstencionistas. Es muy sencillo promover la ausencia en las urnas de votación
y más si se tiene la línea argumental del fraude.
No obstante, creo, con base en
lo que observo en la calle y leo en las encuestas, que esto ha ido cambiando.
Las encuestas proyectan una participación por encima del 60 por
ciento. Algunas -como Datincorp- están en un borde superior.
En este momento, esto es de
por sí una buena noticia, aunque no deja de llamar la atención que durante
al menos 15 años la oposición siempre se debate entre votar o no. Los
casos más emblemáticos fueron el boicot a las elecciones parlamentarias de
2005,reconocido luego como un error por sus promotores y el referendo a la
reforma constitucional, en 2007 y las elecciones de alcaldes en 2013.
En 2007 la oposición iba una
vez más a repetir el error de 2005, cuando algunos líderes de opinión y
políticos fueron advertidos de que la abstención estaba preñada de No. Es
decir, que justo quienes no estaban de acuerdo con ese cambio a la
Constitución, si votaban harían que la propuesta presidencial perdiera. La
última semana antes de la votación fue crucial. El presidente Chávez salió a
hacer campaña y logró levantar un poco sus números. La bala de plata de aquel
triunfo fue un aguerrido movimiento estudiantil y la conjugación de varios
factores sorprendentes que propinaron la primera y única derrota electoral a
Chávez.
En 2013, en cambio,
luego de que Henrique Capriles Radonski lograra una extraordinaria
votación en las elecciones sobrevenidas por la muerte de Chávez, muchos
opositores decidieron no votar, lo cual, a su vez, envalentonó al gobierno y a
su aparato de propaganda y, en consecuencia, hundió otra vez el ánimo de
opositores. Si lo recuerdan, este ha sido un fenómeno ciclotímico.
¿A quien le conviene la
abstención?
El gobierno se ha encargado no
solo de desprestigiar el voto como instrumento de cambio al no reconocer los
resultados de las elecciones de 2015 y recurrir a argucias para desconocer la
legitimidad de la Asamblea Nacional, sino que además, parece que entiende
mejor a los seguidores de la oposición, que sus propios dirigentes.
Es por eso que rápidamente se
recomponen ante cualquier derrota, manipulan, juegan duro a desalentar a los
opositores, y generalmente lo logran.
Por otro lado, cada vez que la
dirigencia de la oposición ha sido poco clara en sus mensajes y genera
expectativas abultadas en sus seguidores, debe luego enfrentar el reclamo de
los abstencionistas que -irónicamente- son quienes alimentan aún más las
expectativas sin base sobre una eventual salida del gobierno de Nicolás Maduro.
Este año no fue diferente.
Luego de las movilizaciones ocurridas desde abril hasta junio, y después
de consolidarse el gobierno momentáneamente con una Asamblea
Nacional Constituyente y con lo que los expertos llaman
un autoritarismo hegemónico, la sensación de decepción y la caída de ánimo
fue brutal.
En esas circunstancias es
comprensible que muchos no quieran ser convocados a votar.
No obstante, me pregunto. ¿Si
una dictadura no sale con votos, cómo es que sale?
¿A la fuerza?
Supongamos que esa es una de
las respuestas. Entonces, esto me lleva a otra pregunta: ¿Dónde está esa
fuerza? Me refiero directamente a un eventual grupo armado, que tenga
estrategia y poderío para someter a un gobierno y obligarlo a irse.
Como ha sido evidente,
realmente esa fuerza no existe o no se ha manifestado. Entonces, ¿qué queda?
¿Resignarse a perder el país en manos de una cúpula autoritaria y corrupta?
¿Esperar por los marines? ¿Avalar la violencia? Aún habrá quien espere por unos
“comacates”, con la esperanza cifrada en una de las “mañas” que más daño nos ha
hecho como democracia: que venga un hombre fuerte a meter en cintura a los
déspotas.
Votar es un acto de
conciencia, un acto de rebeldía, es una libertad que costó mucho
conquistar. En momentos como estos hay que ser obstinados para no caer en la
tentación de no participar.
Esto no significa que el
gobierno no seguirá haciendo trampas para descalificar el voto, que con sus
aliados no hará todo lo posible para hacer aún más difícil el acto de votar,
pero, al menos, si la mayoría se expresa, de la manera más pacífica,
entonces, la cúpula podrida la tendrá más difícil, le tocará inventar
nuevas trampas.
Al no existir mejor arma que
el voto, creo que es un desperdicio no utilizarlo. No se pierde nada al ejercer
el derecho, es más hasta se puede ganar. Pero si no se vota, no hay ninguna
oportunidad.
Foto: Archivo.
12-10-17
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