Por Fernando Mires
Escribo antes de las
elecciones del 15-O, en Venezuela. No serán cualquier cosa. Aunque, la verdad
sea dicha, desde que hay chavismo, nunca las elecciones han sido cualquier
cosa. Todas han tenido un carácter plebiscitario. Así se vota en dictadura.
Uno de los principales dilemas
es si la dictadura será legitimada el 15-O. Para lograrlo, requiere ganar por
lo menos la mitad de los gobernaciones. Empresa imposible, dice la demoscopía.
La misma dictadura, advirtiendo lo que le espera, ha optado por deslegitimar a
las elecciones. Así ha inventado que las elecciones, pautadas en la
Constitución, son un obsequio de la constituyente. La trampa, hasta el más
lento –siempre que no sea abstencionista- la entiende.
Las elecciones son
constitucionales, no constituyentistas. La mayoría de la oposición ha captado
que no votar es reconocer a la constituyente. Más aún – y en eso no ha
sido suficientemente enfática la oposición- lo que está en juego el 15-O es la
vigencia de la Constitución.Constitución o constituyente, ese es el gran
dilema. Si la dictadura -por medio de algún milagro o de un horroroso fraude-
obtiene una aceptable votación, logrará imponer su constituyente. Ahí no hay
como perderse.
Votar en contra de los
candidatos de Maduro es defender a la Constitución. En ese sentido la oposición
continúa la ruta trazada desde hace años: democrática, pacífica, constitucional
y electoral.
Las elecciones, en
consecuencia, no son un tablero más en una lucha con muchos tableros, como han
dicho algunos dirigentes de la MUD. Las elecciones son el único tablero en
donde puede jugar la oposición. En ese único tablero ha logrado propinar
fuertes derrotas a la dictadura.
La MUD nació como un amplio
frente democrático electoral constituido por los principales partidos
democráticos de la nación. Las elecciones –y ese debe ser su orgullo –han sido
sus caminos. Más aún, no debe – so pena de dejar caer el hilo
constitucional que la sostiene- transitar por ningún otro. Incluso: no
puede. O dicho aún más claro: no sabe.
La oposición solo puede ser
electoral o no ser. Sin elecciones no hay oposición; sin oposición no hay
elecciones.
Desde las jornadas a favor de
las elecciones (sí, elecciones) por el revocatorio, la dictadura decidió
transitar por la vía anti-electoral. Por eso procedió a destruir la
representación electoral del pueblo: la AN. Precisamente, en defensa de las
agresiones a su AN (y por ende, en defensa de la vía electoral) salió la gente
a las calles en abril de 2017.
Cuando la dictadura intentó
imponer la constituyente con el propósito de evadir las elecciones en nombre de
un estado comunal a la cubana, las manifestaciones cobraron nueva intensidad. A
esas luchas fue sumándose la oposición internacional. Por esas y no por otras
razones, la dictadura hubo de ceder y reabrir, en contra de sus opciones, la
ruta electoral. Las elecciones –entiéndase de una vez- son una conquista
de la oposición y no una dádiva de la dictadura.
También hay que decirlo: en el
transcurso de las grandes marchas, entre las balas y la muerte, hubo quienes
creyeron que en Venezuela podía aparecer una salida ucraniana o egipcia, es
decir, que el ejército se partiría en dos. Eso no ocurrió. Poco a poco quedó en
evidencia que las FAN no son solo un instrumento de la dictadura. Son
la dictadura. Y sin embargo, aún así, la brecha electoral ya ha sido abierta.
El tablero electoral, que es
el de la democracia y el de la Constitución, es también el de la oposición. Si
las fuerzas malignas del abstencionismo no logran imponerse, el 16-O la
dictadura amanecerá con menos poder que el 14-O. Y el 15-O será recordado como
una batalla decisiva en el marco de una larga guerra política cuya meta es la conquista
de la democracia.
Hay además, en el 15-O, otro
hecho imposible de pasar por alto: La oposición se encuentra cercada por
dos enemigos. O entre dos fuegos. Por un lado, el régimen llamando a la
abstención. Por otro, los abstencionistas, haciendo lo mismo. La verdad,
siempre ha sido así, pero la intensidad, la militancia y, sobre todo la
virulencia que ha tomado el abstencionismo en los días previos al 15-O, es un
fenómeno inédito. Derrotar a ambos enemigos, al régimen y el abstencionismo
político, esa será la tarea crucial del 15-O.
¿Enemigos quienes no votan? De
ninguna manera. Cada ciudadano es dueño de votar o no votar. Es su derecho
inalienable y ese tema no está puesto bajo ninguna discusión. En todas las
elecciones, sobre todo cuando no son presidenciales, hay un alto grado de
abstención. Los motivos por las cuales uno decide votar o no votar pueden ser
muchos. Pero ahí cabe sí, anotar una diferencia. Es la que se da entre los
ciudadanos que por decisión individual, cualquiera que sea, no votan, y el
abstencionismo militante, vale decir, esa tendencia dotada de
organizaciones, partidos y medios que ha hecho de la abstención una doctrina
cuyo objetivo confeso es destruir a la MUD para sustituirla por un
organismo insurreccional que solo existe en las fantasías. En ese contexto,
esos abstencionistas son tan enemigos de la MUD como lo es el propio régimen.
Afirmación que para muchos puede parecer desproporcionada. Pero, en el sentido
estrictamente político del término, no lo es.
El enemigo en política no es
el que te adversa, ni siquiera es el que te contradice y en ningún caso es
quien piensa diferente. El enemigo político es quien desea tu muerte política.
El enemigo político es, por lo mismo, tu enemigo existencial. No quiere
competir, simplemente quiere que tú no existas (políticamente, por supuesto) y
para eso hará todo lo posible, incluso concordar con otros enemigos, a fin de
destruir tu existencia. Ese es el caso del “partido abstencionista”. Sus
portavoces han declarado a través de las redes y otros medios, que la
abstención políticamente organizada no persigue otro objetivo que no
sea liquidar a la MUD. Ni más ni menos.
Entre la oposición democrática
y el abstencionismo militante no solo hay entonces una diferencia en los medios
a emplear frente a un enemigo común, sino también en los fines. Ha sido por lo
demás la historia de las luchas democráticas en otros países la que ha
demostrado hasta el cansancio que en política las diferencias entre medios y
fines no existe. Eso quiere decir, quienes rechazan a los medios democráticos
de lucha persiguen a la vez objetivos anti-democráticos. O lo que es lo
mismo:cada vez que se han impuesto los extremistas en las luchas en contra de
regímenes antidemocráticos, han surgido nuevos regímenes antidemocráticos.
El 15-O será para toda la
oposición un día en el cual tendrá lugar un doble enfrentamiento. Si la
oposición democrática logra derrotar a sus dos enemigos, el partido de la
dictadura y “el partido de los abstencionistas”, la MUD estará más fortalecida
que nunca. Ese día será, además, decisivo para la continuidad política de la
lucha anti-dictatorial, para la formación de poderes territoriales, y para la
emergencia y legitimidad de nuevos líderes populares. Es mucho lo que está en
juego. El 15-O será un día clave. Hay que votar.
12-10-17
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