JORGE BENEZRA 19 de noviembre de 2017
Durante
muchos meses miles de manifestantes se enfrentaron a la Policía y a los grupos
paramilitares chavistas pidiendo democracia y mejores condiciones de vida. Los
enfrentamientos se saldaron con 124 muertos, 1.958 heridos y más de 5.000
detenidos, según ha reconocido la propia ONU. Esta última etapa de protesta
violenta en la ya larga crisis venezolana se originó cuando el chavismo intentó
deslegitimar a la Asamblea Nacional, legalmente elegida por los venezolanos y
controlada por la oposición, que preparaba el proceso revocatorio del
presidente Maduro. El chavismo arremetió usando el Supremo contra la Asamblea
y, posteriormente, organizó unas eleciones fraudulentas que dieron origen a la Asamblea
Nacional Constituyente, no reconocida por ningún país.
Los
opositores calificaron este hecho de fraudulento, se lanzaron a las calles a
protestar y fueron duramente reprimidos. Muchos, cegados por el poder y ante la
carencia de un liderazgo capaz de conseguir justicia a través de las urnas en
las elecciones regionales, aceptaron ir a otra contienda electoral (las
regionales) que terminó aniquilando y dividiendo casi por completo a los
partidos de oposición. En las calles se quedó la gente con una sensación de
traición y tristeza después de tantos muertos.
Las
protestas que tomaron las calles de Venezuela no solo pusieron en evidencia la
violación sistemática de derechos humanos, sino la precariedad de la coalición
política opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que demostró no tener
ningún plan objetivo ni haber aprendido de los errores de las manifestaciones
de 2014. Incluso las caras más visibles como María Corina Machado y
el excandidato presidencial Henrique Capriles han desertado de
sus filas.
Entonces
muchos venezolanos optaron por el exilio. Hablar de asilo o refugio ya es algo
cotidiano. A los venezolanos les sobran motivos para huir al exilio, están
psicológicamente exhaustos. El pueblo se siente huérfano de líderes que puedan
generar un cambio. El país está aplastado por una inflación sostenida
(pronosticada para llegar al 1.600% a finales de año), cada día con menos
alimentos y medicinas y más asesinatos, desnutrición y enfermedades tropicales
erradicadas hacía más de medio siglo. «Estoy decepcionado: tanto luchar
para que nos abandonaran», se lamenta Martín Pinto. «No pienso volver hasta
que las cosas cambien. Prefiero huir, pero no quiero seguir sintiendo miedo».
La región se prepara para la mayor diáspora en la historia de los venezolanos.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2015 habían
salido de Venezuela 606.281 personas, mientras que el Banco Mundial sitúa esta
cifra en 655.400. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (Acnur) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
aseguran que ha habido un aumento del 8,8% en el número de solicitudes de asilo
por venezolanos.
Steffany
Hurtado, 28 años, ama de casa. «El hambre me hizo huir de Venezuela». Tras años
de hacer colas para llevar comida a casa, cuando aprobaron la Constituyente «me
di cuenta de que era mejor largarse»
Los
misioneros Scalabrinianos tienen en Colombia desde hace cuarenta años una casa
para migrantes, que otrora solo era usada para los colombianos expulsados de
Venezuela. «Es preocupante lo que viven los venezolanos en este momento, cada
día son más los que llegan y esto finalmente puede desencadenar en un éxodo
masivo con grandes consecuencias sociales», asegura el sacerdote Francesco
Bortignon, que dirige la misión Scalabrini en Cúcuta.
Pinto
vendió lo poco que tenía, tomó su mochila e hizo el viaje por tierra hasta el
estrecho puente fronterizo Simón Bolívar en agosto. Ahora, mientras sobrevive
en las calles de Cúcuta capital del Norte de Santander, en Colombia, solo
espera encontrar un trabajo para poder seguir su camino hacia Perú y ayudar a
su familia.
Las
refugiados venezolanos ocupan plazas, parques y rotondas de Cúcuta
Son tantos que parecería que huyen de un país devastado por un terremoto, un
huracán o algún otro desastre natural. Y no, huyen de la catástrofe generada
por el autoritarismo militar del socialismo del siglo XXI.
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