Mario Villegas 17 de noviembre de 2017
@mario_villegas
Del
cielo a la tierra es la diferencia entre ser sancionado por un gobierno
extranjero y serlo por el gobierno de tu propio país.
Que
decenas de jerarcas venezolanos, entre civiles y militares, hayan sido
incluidos en listas negras por Estados Unidos y Canadá representa para esas
personas impedimentos y restricciones en el territorio de esos estados o para
la realización de operaciones mercantiles y otras transacciones con ciudadanos
o entidades de esos países.
Cada
país determina las condiciones para que
un extranjero ingrese, permanezca, mantenga propiedades y negocios dentro de su
territorio, lo cual es inherente a la soberanía y autodeterminación de las
naciones. Los gobiernos del fallecido Hugo Chávez y de Nicolás Maduro cerraron
la entrada o echaron del país a extranjeros que les resultaban incómodos.
Ninguno
de los hombres y mujeres de la cúpula chavista sancionados podrá turistear o
tener bienes y negocios en EUU y Canadá, lo cual lejos de ser una tragedia
parece ser motivo de regocijo para ellos, como lo han declarado públicamente.
Han dicho sentirse orgullosos y honrados de estar en esas listas.
¡Pero
hay que ver lo que significa para muchísimas otras personas ser sancionadas en
su propio país!
Se
trata de compatriotas atropellados de mil maneras por el gobierno y amenazados
permanentemente de nuevas y mayores penalidades en su propio espacio territorial,
patrimonio de todos los venezolanos. Su delito: pensar, expresarse, disentir,
protestar, denunciar, manifestar, quejarse, patalear y votar distinto a como la
casta gobernante pretende que lo hagan.
Son
millones las víctimas del insulto, la descalificación y la burla oficialista
por no profesar, rendirle culto y adoptar la ideología y fraseología chavista.
Desde hace rato que estas personas fueron sancionadas por el odio oficialista y
tachadas de “apátridas”.
¿Cuántos
hombres y mujeres no han sido sancionados con despidos injustificados en sus
empleos como servidores públicos por no vestir de rojo, asistir a marchas
pesuvistas y aclamar a la cúpula gobernante?
Si
usted es opositor o sospechoso de serlo, está sancionado con la prohibición de
protestar en el municipio Libertador, so pena de ser reprimido, encarcelado y
hasta asesinado.
Si
vive en zonas o viviendas con apariencia de no ser afectas al oficialismo, está
sancionado con no acceder a los alimentos a precios regulados que comercializa
el gobierno.
¿Es
usted militar o tiene vocación de ser oficial del Ejército, la Marina, la
Aviación o la Guardia Nacional? Está sancionado: jamás ingresará, será
ascendido ni podrá mantenerse en la carrera militar si no recita cada día y a
cada momento la humillante verborrea dizque revolucionaria y chavistoide.
Sancionados
han sido miles de empresarios y productores de la ciudad y del campo que no se
arrodillan políticamente al oficialismo y cuyas fincas, empresas o propiedades
han sido invadidas, confiscadas, expropiadas, multadas, amenazadas,
extorsionadas, intervenidas, asfixiadas, quebradas o cerradas por efecto de las
políticas oficiales o por acción de retaliaciones y prácticas irregulares de
agentes gubernamentales.
Si
usted es militante o dirigente político, está sancionado con el riesgo de ser
inhabilitado o apresado a capricho del gobierno, incomunicado, torturado física
y psicológicamente, no recibir atención médica, ni medicamentos. Puede ser
inocente y recibir la boleta de excarcelación de un juez, pero no saldrá en
libertad hasta que a Miraflores le dé la gana.
Postularse
a un cargo público por un partido opositor tiene múltiples sanciones: será
víctima de todo el aparato del estado, incluido el árbitro electoral, cuyas
autoridades harán todo por anular su postulación, impedir la sustitución de
candidatos, cerrar o esconderle los centros de votación a sus electores y
garantizar impunidad al obsceno ventajismo de los candidatos oficialistas. Si
aún así usted gana por abrumadora mayoría, sigue sancionado: tiene que
juramentarse ante una entidad írrita e inconstitucional y, pagado ese peaje,
ver cómo la neodictadura le recorta las competencias y el presupuesto a la
gobernación o la alcaldía que usted ganó. Y por si fuera poco, le nombran un
gobernador o alcalde paralelo con muchos más recursos que los que quedan a su
disposición.
Si es
diputado a la Asamblea Nacional no tendrá salario, ni inmunidad parlamentaria,
ni podrá viajar en líneas aéreas nacionales. Tampoco aprobar ninguna ley,
porque el ilegítimo Tribunal Supremo la neutralizará.
Sancionados
están los medios de comunicación que no rinden pleitesía a Miraflores. Jamás
recibirán publicidad oficial y estarán siempre expuestos a represalias, al
cierre o el despojo de su concesión y de sus equipos.
Imposible
sentirse honrado y orgulloso de ser sancionado en tu propio país.
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